Comparecencia del presidente del Gobierno para informar sobre el nuevo escenario geopolítico de la Unión Europea y las conclusiones del Consejo Europeo celebrado el pasado 20 de marzo en Bruselas

26.3.2025

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Congreso de los Diputados, Madrid

COMPARECENCIA DEL PRESIDENTE DEL GOBIERNO

Muchas gracias, señora presidenta. Señoras y señores diputados, buenos días.


Comparezco, como ha dicho la presidenta, ante ustedes para informarles de las medidas que la Unión Europea y también los estados miembros estamos adoptando para afrontar los cambios geopolíticos que se están produciendo en el mundo.


Lo hago, señorías, con la prudencia de quien sabe que nos estamos enfrentando a una situación inédita. Otra más. Pero también lo hago con la seguridad de que, en fin, tenemos una experiencia acumulada y también con la convicción de que vamos a superarlo y vamos a salir más fuertes también de este embate; y lo vamos a hacer juntos, unidos.


Quisiera comenzar, señorías, esta intervención recordando las palabras de uno de los padres fundadores de la Unión Europea, Jean Monnet, que dijo que Europa se forjaría a base de crisis y que la Unión Europea acabaría siendo la suma de las soluciones que diéramos a cada una de esas crisis. Y creo que Jean Monnet tenía razón, señorías, porque a lo largo de estos últimos 80 años Europa se ha enfrentado a desafíos formidables: la Segunda Guerra Mundial; la escalada nuclear; la fractura geográfica como consecuencia de la Guerra Fría; los cortes energéticos, la espiral inflacionista provocada por la crisis del petróleo; las guerras en los Balcanes Occidentales; la amenaza yihadista; la crisis del euro y, por tanto, la crisis financiera; el Brexit; emergencias climáticas que han venido sucediéndose durante estas últimas décadas -no olvidemos la dana de Valencia-, y, por supuesto, la terrible pandemia de la covid 19.


A todas estas crisis, la Unión supo responder con más unidad, con más integración en tres planos: el primero, el económico; el segundo, el social, y finalmente, el político. Los europeos superamos la dificultad abriendo nuestras fronteras, conectando nuestros mercados, armonizando nuestras leyes, creando una moneda única, mandando a nuestros hijos de Erasmus viéndolos tejer amistad, casarse con otros y con otras europeos; viéndolos convertirse en un solo pueblo y construir esa nueva segunda patria que es Europa.


Cada paso, por tanto, hacia la unidad, nos hizo mejores. Con cada crisis, la Unión Europea se volvió más grande, más próspera y, por tanto, más fuerte. Hoy nos estamos enfrentando a una nueva crisis, otra más, en este caso provocada por el regreso de esas viejas pulsiones neoimperialistas, en este caso del neoimperialismo ruso y de un giro copernicano, si podemos calificarlo así, en la política económica y militar de Estados Unidos.


Dos cambios, señorías, que son tectónicos, que nos obligan a los europeos, una vez más, a dar pasos al frente, a ser en definitiva, valientes; a culminar nuestra integración en tres planos pendientes desde hace décadas que me gustaría compartir con todos ustedes. El primero, la política exterior. El segundo, la política de seguridad y de defensa. Y finalmente, el de la competitividad para crecer aún más gracias a una mayor integración económica.


Hoy quiero hablarles de esas tres grandes tareas que condicionarán esta década para la sociedad europea. Quiero explicarles la visión del Ejecutivo sobre cada una de ellas y los pasos que vamos a dar para materializarla.


Empezaré por la primera de las cuestiones: la política exterior europea. La Unión, se ha dicho en muchas ocasiones, nació como un proyecto de paz. Nació para evitar la violencia, para garantizar la convivencia pacífica dentro y fuera de nuestras fronteras. Nació para combatir la pobreza, la degradación ambiental y las injusticias que alimentan los conflictos armados.


Ese proyecto de paz y de desarrollo global es hoy más necesario que nunca.
Ahora que otros renuncian a ese papel y que se repliegan dentro de sus fronteras, creo que el liderazgo de la Unión Europea se vuelve aún más imprescindible.
En cierto modo Europa ya está asumiendo ese papel. Porque no es casualidad que, por ejemplo, el acuerdo de mitigación y adaptación al cambio climático lleve el nombre de la capital francesa -los Acuerdos de París-. No es casualidad que la Cumbre de los Océanos se celebre este año en Niza, como tampoco es casualidad que la Cumbre sobre la Financiación al Desarrollo se vaya a celebrar en la capital andaluza de Sevilla en los próximos meses de junio y de julio.


La posición del Gobierno de España es clara y contundente a este respecto, señorías. Ahora que otras potencias se repliegan o socavan el multilateralismo como estamos viendo, Europa debe comprometerse aún más en la resolución de los grandes desafíos y debates globales. Tenemos que hacerlo, por ejemplo, renovando y ampliando nuestro compromiso con los derechos humanos y con el derecho internacional. Debemos hacerlo incrementando nuestra participación en las políticas al desarrollo, ahora que otros recortan esas políticas al desarrollo. Y también en la emergencia climática, la migración, la igualdad de género o la lucha contra la pobreza. Debemos hacerlo fortaleciendo las Naciones Unidas y todas las instituciones del orden multilateral. Debemos hacerlo reivindicando el papel de la diplomacia y el respeto a la Carta de los Derechos Humanos de Naciones Unidas.

No con dobles estándares dependiendo del conflicto que tratemos, sino con coherencia, como hace España en Ucrania y también en Gaza. Solo así, señorías, reservaremos la paz en el mundo con solidaridad y con diplomacia, con coherencia y con compromiso. Esta y no otra debe ser la política exterior de la Unión Europea, la misma que defendió el anterior Alto Representante español, Josep Borrell, al igual que hizo otro español en su mismo puesto previamente, Javier Solana.


Sobre la segunda tarea, la de la seguridad y la defensa, quisiera recordar algo que quizá muchos de los españoles y españolas que estén siguiendo esta intervención por redes sociales o por los medios de comunicación tradicionales desconozcan, como es lógico. Y es que para los padres fundadores de la Unión Europea la integración militar y securitaria de Europa era tan o más prioritaria que la integración económica. En los años 50 del siglo pasado, Jean Monnet, Robert Schuman y muchos otros impulsaron la creación de una Comunidad Europea de Defensa. Los seis países fundadores de la Unión Europea apoyaron esta idea y durante varios años se hizo o quisieron hacerla realidad. Pero en el último momento el proyecto sufrió un revés inesperado cuando en 1954 la derecha francesa se negó a firmar su tratado constitutivo.


A partir de aquello, la idea de la Comunidad Europea de la Defensa fue aparcada, a pesar de contar con numerosos partidarios. Y lo fue, señorías, por la concatenación de dos acontecimientos históricos decisivos. En primer lugar, la integración de Alemania en la OTAN, el recrudecimiento de la Guerra Fría, que lo que hizo fue reducir la geopolítica occidental a dos bloques y empujó a muchos países europeos a desarrollar sus sistemas de seguridad al amparo de Estados Unidos. En segundo lugar, la caída del Muro de Berlín y el posterior colapso de la entonces Unión Soviética, un hito que la mayoría de los europeos interpretaron como como el fin de la rivalidad militar con Rusia y el inicio de una nueva era de las relaciones internacionales marcada por el comercio y el respeto a las reglas multilaterales. Una nueva era, señorías, en la que no haría falta tanques para apaciguar a Moscú, solo McDonald's.

Sobre estas interpretaciones y expectativas, los europeos construimos nuestra arquitectura de seguridad y de defensa, una arquitectura basada en la transigencia con Rusia, la interdependencia con los Estados Unidos y la división de Europa. Así, al margen de algunas referencias que se han hecho sucesivamente en el Tratado de Amsterdam, el paraguas de la acción exterior, lo cierto es que hoy Europa carece de una política de seguridad y de defensa común.


Europa cuenta con ejércitos nacionales de primer nivel, como es el español, y con una industria de seguridad y de defensa potente, puntera en muchos ámbitos.
Pero también es cierto que, como consecuencia de esa arquitectura, sufrimos dependencias tecnológicas y productivas severas y bajos niveles de interoperabilidad por cierto y coordinación entre nuestras Fuerzas Armadas. Hasta hace poco esa realidad no era un problema prioritario. Ahora lo es, porque evidentemente el escenario ha cambiado, no por nuestra culpa, ni por nuestra voluntad. Nosotros, los europeos, seguimos creyendo que la diplomacia y que la prosperidad compartida son las mejores herramientas para fraguar una estabilidad y un desarrollo global. Que el respeto al derecho internacional, el respeto al Derecho internacional humanitario son la base para la paz y el progreso de las naciones en un mundo cada vez más multipolar y seguimos apostando por un Atlántico unido por una OTAN fiel a la visión estratégica aprobada hace tres años precisamente en la capital de España, en la cumbre de la OTAN hace tres años.


Pero la realidad, señorías, es que ni Rusia, ni Estados Unidos lo ven así y debemos aceptarlo. Debemos superar el bloqueo de la melancolía y adaptarnos a esta nueva situación, por muy descorazonadora que sea. Ya no podemos asumir que nos van a proteger nuestros cielos, nuestras infraestructuras o nuestras fronteras. Tendremos que hacerlo nosotros y debemos hacerlo de forma inteligente, eficaz y coordinada.
Por tanto, el momento es ahora. Hay que recuperar el proyecto de nuestros padres fundadores allá por la década de 1950 y avanzar hacia la integración de una política de seguridad y de defensa europea.


¿Cómo lograrlo? Esta es la cuestión. ¿Cómo lograrlo? Esto es justo lo que ahora mismo estamos debatiendo todos los Gobiernos de los estados miembros conjuntamente con la Comisión Europea. Como saben, la semana pasada y fue objeto de debate en el Consejo Europeo, la presidenta Von der Leyen presentó el Libro Blanco de la Defensa, en el que se fijan varias prioridades: compras conjuntas agregación de la demanda, puesta en marcha de proyectos comunitarios de innovación, formación e industria.

Nosotros, señorías, como Gobierno de España apoyamos estas medidas, aunque es evidente que quedan cuestiones importantes por aclarar. Una de ellas es determinar cuánto más habrá que invertir en seguridad y defensa y cómo se va a financiar esa inversión. Algunos Estados miembros señorías hablan del 2% del Producto Interior Bruto. Otros hablan de 3% del Producto Interior Bruto. Otros hablan incluso del 5% del Producto Interior Bruto, como ocurre en países limítrofes con Ucrania y con Rusia, como es el caso de Polonia. De momento, señorías, lo que puedo trasladarles es que son especulaciones.

Pero si contamos con alguna certeza que quisiera recordar hoy aquí. La primera es que el 5 de septiembre de 2014 el gobierno de entonces, el gobierno del presidente Mariano Rajoy, se comprometió a que España llegaría al 2% del Producto Interior Bruto en el año 2024. Lo hizo en la Cumbre de Gales de la OTAN ante 21 Estados miembros de la Unión Europea. Y, por cierto, sin consultar o dar explicaciones previas en el Congreso de los Diputados. Ahora nuestros aliados nos piden que cumplamos con este compromiso y lo vamos a hacer.

Y lo vamos a hacer, señorías, -y esto quiero también trasladárselo a los españoles y españolas directamente- por dos motivos. El primero, por un compromiso europeísta, porque la Unión Europea ha estado con nosotros cuando nosotros la hemos necesitado. La última cuestión, la pandemia y los fondos Next Generation. Y ahora nosotros tenemos que estar con ella, como una de sus grandes potencias que somos. En este mundo de grandes potencias al que nos dirigimos, España, evidentemente, no puede quedarse fuera del consenso comunitario. Y, en segundo lugar, lo vamos a hacer por responsabilidad, porque la seguridad en Ucrania y también en Europa es también la nuestra. Y porque las amenazas a las que nos estamos enfrentando los españoles, los franceses, los alemanes, los fineses, los ucranianos, son reales y son compartidas. Cada uno con sus matices en función de su condición geográfica, pero son compartidas y son reales.

En todo caso, señorías, quiero una vez más que nuestros ciudadanos tengan claro que mientras este Gobierno siga en pie y yo continúe siendo presidente del Gobierno, este esfuerzo adicional de seguridad no se hará en detrimento de nuestro Estado del bienestar. Al contrario, vamos a complementarlo.

A nosotros nos dijeron en 2018 que había que elegir entre crear empleo o mejorar las condiciones laborales. Que no se podían hacer las dos cosas a la vez y demostramos que no era cierto. Aprobamos una reforma laboral. 1 millón y medio de nuevos puestos de trabajo desde la aprobación de esa reforma laboral. Creamos el 30%, señorías, de los nuevos empleos en Europa.

Después nos dijeron que había que elegir entre crecer económicamente y hacer la transición ecológica. Y demostramos también que era falso. España crece cuatro veces más que la media europea y estamos reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero.

La confianza internacional, señorías, en las posibilidades de España es tan grande que en el año 2024 hemos registrado un nivel récord de inversión extranjera directa de más de 33.000 millones de euros, una cifra que no habíamos visto en nuestro país desde el año 1993.

Ahora, los de siempre, los mismos que nos decían que combinar todo esto no era posible, vuelven a la carga y hablan de que tenemos que elegir entre seguridad y el bienestar de la gente. Bueno, ya les anticipo que vamos a volver a demostrar que esa dicotomía es falsa. Que una economía como la nuestra, que crece cuatro veces más que la media europea, que tiene sus cuentas saneadas y que goza de la confianza de los inversores extranjeros, puede hacer ambas cosas.

Nosotros vamos a cumplir nuestros compromisos con la Unión Europea, porque nadie como Europa para cuidar a Europa. Vamos a aumentar la inversión en seguridad y en defensa. Y, por supuesto, al igual que estamos haciendo en otras zonas del mundo como pueda ser Oriente Medio, particularmente Gaza, vamos a seguir defendiendo el cumplimiento del derecho internacional, apoyando a Ucrania en una guerra contra el imperialismo de Putin. Porque no hay mayor garantía de seguridad para Ucrania y para Europa que la existencia de un ejército ucraniano bien pertrechado. Pero, señorías, lo vamos a hacer sin tocar un céntimo de euro de gasto social o de gasto medioambiental. Así venimos, por cierto, haciéndolo durante estos últimos siete años. Y esto no es una opinión. Estos son datos que me gustaría compartir con los ciudadanos y las ciudadanas.

En estos últimos años hemos incrementado en 10 mil millones de euros el presupuesto en defensa y en los mismos años, lo que hemos hecho ha sido aumentar casi 120.000 millones de euros nuestra inversión en servicios públicos y también en prestaciones sociales y en más de 30.000 millones de euros todo el presupuesto destinado a la transición ecológica. Esos más de 10 mil millones de euros para nuestra inversión estatal en seguridad ha supuesto que hemos pasado del 0,9% del Producto Interior bruto que dejó la administración de Mariano Rajoy a por encima del 1,2% en el año 2023 y veremos cuáles son las métricas y los resultados de esas métricas para el año 2024.

Eso es lo que hemos hecho, señorías, y es lo que vamos a seguir haciendo. Vamos a invertir en bienestar y en seguridad. En las dos cosas, porque ambas cosas además son necesarias y complementarias, porque si se hace bien, una mayor inversión en seguridad no merma nuestro modelo social, sino que lo protege. Para ello, además del esfuerzo que hagamos los Estados miembros, estamos pidiendo a Bruselas, a la Comisión Europea, que cree nuevos mecanismos comunitarios de financiación.

Señorías yo creo que estamos en un momento muy semejante al momento

COVID y la Unión Europea debe reaccionar como hizo entonces, con una respuesta conjunta, mutualizada, solidaria que aglutine los esfuerzos de todos los Estados miembros. Porque si la seguridad es un bien público europeo necesitamos también contar con recursos comunes a nivel europeo.

En el último Consejo Europeo, la presidenta Von der Leyen presentó algunos mecanismos que podrían servir para este propósito. El Gobierno, por supuesto, ve con buenos ojos la creación del llamado Fondo Safe Europe, que va a permitir a los Estados miembros obtener préstamos de la Unión Europea en condiciones favorables. Vemos también con buenos ojos el que se nos permita a los Estados miembros activar la cláusula de escape que nos habilite el poder flexibilizar los compromisos de déficit público durante unos años e invertir más en seguridad y en defensa, sin sustraer por tanto recursos a otras partidas. Vemos bien la utilización del Banco Europeo de Inversiones. Vemos bien, aunque no lo vamos a utilizar, la flexibilización voluntaria por parte de los Estados miembros en el uso de los Fondos estructurales.

Sin embargo, ¿qué echamos en falta echamos en falta? Echamos en falta la creación de un sistema de transferencias similar al que desarrollamos con los fondos Next Generation. Así se lo he hecho saber a la presidenta de la Comisión Europea, a mis colegas del Consejo Europeo. Sé bien que no todos los países comparten este enfoque, pero aun así daremos la batalla, porque no es una batalla para que España o los países del sur tengamos más transferencias. Probablemente estas transferencias vayan a los países del Este, que son los más necesitados de contar con una mayor capacidad de defensa. Pero creemos que es la mejor manera para poder balancear y equilibrar todo lo que tiene que ver con la sostenibilidad financiera y dar respuesta a estas necesidades mayores de seguridad y de defensa.

En todo caso, señorías, estos mecanismos de defensa o de financiación, mejor dicho, se van a concretar a lo largo de las próximas semanas y solo cuando eso ocurra sabremos con claridad con qué recursos europeos contamos y podremos definir con precisión cuál será nuestra senda estatal de inversión para llegar a ese 2% del Producto Interior Bruto.

Naturalmente, señorías voy a informar a esta Cámara, a la ciudadanía, de todo este camino con absoluta transparencia, como no podía ser de otra manera. Y llevaremos al Parlamento todo lo que tenga que pasar por el Parlamento. Como no podría ser de otra manera.

En todo caso, señorías, el cuánto invertir y el cómo financiar esa inversión es solo una parte del debate necesario para crear esa Unión Europea de la Seguridad y de la Defensa. Porque lo verdaderamente importante no es cuánto invertimos ni cómo financiamos esa inversión. Lo realmente sustantivo es si invertimos mejor y si invertimos juntos los europeos y las europeas.

Y con eso quiero decir dos cosas fundamentales, señorías. La primera es que los europeos debemos pasar de poner en común nuestras políticas de seguridad y de defensa, que es lo que hemos hecho durante este tiempo, a desarrollar una política de seguridad y de defensa común, con instrumentos de financiación únicos como el que, por ejemplo, nosotros hemos propuesto; con compras conjuntas como por ejemplo hicimos durante la época de la COVID con las vacunas. Tenemos que desarrollar consorcios industriales paneuropeos, como hicimos con Airbus, aumentando la interoperabilidad de nuestros equipos, como ya estamos haciendo por cierto en algunos ámbitos.

Y, por supuesto, lo que debemos hacer es crear el Ejército Europeo, unas Fuerzas Armadas comunitarias integradas por 27 países para guiarla con la misma bandera y con los mismos intereses. Solo así nos convertiremos en una verdadera Unión y garantizaremos una paz duradera en nuestra región.

En segundo lugar, señorías, los europeos tenemos que dejar de mirar al futuro con ojos del pasado y tenemos que prepararnos para las nuevas amenazas que nos estamos enfrentando ya como sociedad. Esta es una idea clave que me gustaría transmitir a la ciudadanía. Porque la naturaleza de los conflictos. lo sabemos todos, ha cambiado. Lo estamos viendo en Ucrania. Ahora, los enemigos de Europa y también de la democracia, aquellos que quieren anexionarse unilateralmente Ucrania, emplean otras armas físicas y también fundamentalmente digitales. Emplean drones no tripulados capaces de recorrer en poco tiempo la distancia entre Crimea y Barcelona y burlar, por tanto, nuestras defensas aéreas. Emplean cañones de pulso electromagnético capaces de neutralizar tanques, aviones, satélites situados a miles de kilómetros. Emplean fuerzas paramilitares, como han hecho, privadas, para sabotear cadenas de suministro e instrumentalizar también flujos migratorios. Emplean las redes sociales para desinformar a nuestra población, para polarizar, para generar desafección hacia las instituciones democráticas. Emplean virus informáticos, inteligencias artificiales, ordenadores cuánticos capaces de bloquear infraestructuras, colapsar servicios, hundir empresas sin dejar rastro. Para que nos hagamos una idea, señorías, en Estonia, hackers rusos lograron tumbar todos los cajeros automáticos y servicios de banca online del país, generando cuantiosas pérdidas. En Dinamarca bloquearon todos los trenes durante horas. En Ucrania dejaron sin electricidad a 230.000 personas. En Alemania, en Polonia, en Países Bajos, interrumpieron los servicios de docenas de hospitales.

Solo el año pasado, señorías, Europa sufrió cerca de 10.000 ciberataques de peligrosidad crítica, alterando la vida de millones de ciudadanos y causando un daño económico estimado en 44.000 millones de euros, el equivalente, para que nos hagamos una idea, al producto interior bruto de la Comunidad de Aragón. Aquí en España no somos ajenos a estos ataques. Recibimos 177.000 ciberagresiones, mil de las cuales tuvieron como objetivo infraestructuras y servicios críticos.

Por tanto, señorías, esta forma de amenaza híbrida, que es como lo llaman los expertos, empleada por Rusia y por otros actores también privados, no es tan visible como la tradicional, no sale en los periódicos, tampoco abre telediarios, pero existe. Está creciendo y supone un riesgo real al que no podemos mirar para otro lado. No podemos seguir ignorando, no podemos vivir bajo la amenaza de que, cualquier día, un submarino no tripulado interrumpa el tráfico marítimo en el Estrecho o corte los cables de fibra que nos conectan con el resto del mundo. O que un grupo de hackers extranjeros hagan colapsar nuestros aeropuertos en plena campaña de verano o que logren aupar al poder a un títere de Putin, como ya han hecho en varios países de nuestro entorno.

Por tanto, Europa, señorías, debe ampliar y debe modernizar nuestros sistemas de seguridad para para poder neutralizar todas estas nuevas amenazas híbridas. Yo creo que España debe y va a contribuir a esta labor, y lo vamos a hacer siendo fieles a nuestros principios, a nuestros valores, a nuestros intereses sociales que los tenemos y, por supuesto, también a nuestros intereses geoestratégicos. Porque nuestros desafíos y amenazas, como país del sur que somos, son algo diferentes a los del Este de Europa. Las nuestras son amenazas híbridas, señorías, como las anteriormente expuestas. Las nuestras son amenazas provenientes de la emergencia climática y la respuesta de Protección Civil, que está liderando de manera sobresaliente la UME. Las nuestras son la lucha contra el crimen organizado, contra las mafias que trafican con seres humanos, en colaboración con los países de tránsito y de origen, para combatir esa migración irregular y, por tanto, el control de fronteras. Y, por supuesto, es enfrentarnos de forma eficaz y eficiente al terrorismo internacional, que desgraciadamente cada vez está más presente en regiones cercanas muy próximas desde el punto de vista geoestratégico a nuestro país, como es el Sahel.

Nosotros, señorías, vamos a centrarnos en responder a estos desafíos de seguridad. También vamos a centrarnos en desarrollar aquello que nuestra industria sabe producir y que nuestro país y Europa necesitan. Vamos, en primer lugar, a continuar porque llevamos siete años, actualizando el equipamiento de nuestras Fuerzas Armadas, para que puedan seguir realizando su labor más eficaz y con más seguridad. Vamos a modernizar nuestros sistemas de protección de nuestro espacio aéreo, también de nuestras fronteras. Vamos a desarrollar nuevas capacidades para bloquear los ataques cibernéticos, las campañas de desinformación de agentes extranjeros que sufrimos cada semana.

Y al mismo tiempo, vamos a contribuir a todas las iniciativas de protección y de disuasión que se están impulsando a nivel europeo, especialmente aquellas que están relacionadas con el desarrollo de las capacidades estratégicas, en ámbitos como el de la inteligencia, el de la logística, el del mando y control y la defensa aérea.

Los europeos, señorías, y los españoles y españolas no somos una amenaza para nadie. No lo somos. Nunca lo hemos representado, pero tampoco queremos sentirnos amenazados. No vamos a atacar a ningún territorio, pero vamos a defender nuestro modelo de vida con el mejor talento y las mejores tecnologías que existan. Y además, vamos a asegurarnos de que ese esfuerzo industrial dé sus frutos, y desarrollen y beneficien a España y a Europa. Que sirvan también para crear empleo y también empresas para continuar con la reindustrialización emprendida hace siete años en todas las provincias de nuestro país, como hicimos durante la respuesta a la pandemia de la covid 19, sirviéndonos de esos recursos económicos para estimular nuestra economía y modernizarla en clave verde y digital.

Para lograrlo, señorías, ya les anticipo que antes de verano el Gobierno pondrá en marcha un gran Plan Nacional para el Desarrollo e Impulso de la Tecnología y la Industria de la Seguridad y la Defensa españolas. Este plan beberá de la experiencia adquirida a lo largo de los últimos años gracias al Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia. Concentrará el grueso de la inversión adicional, exigida para cumplir con nuestros socios europeos, y va a canalizar programas de colaboración público-privada, para crear un nuevo salto tecnológico e industrial en España.

Lo vamos a hacer mirando al este, como no puede ser de otra manera, porque su seguridad también es la nuestra. Pero también lo vamos a hacer mirando al sur, apostando por la innovación, por el desarrollo de tecnologías de doble uso para la creación de nuevas empresas y el escalado de pymes y de startups locales. Y, por supuesto, también por la formación y la mejora de nuestro capital humano, la protección de nuestras fronteras y la creación de infraestructuras resilientes.

En definitiva, señorías, el objetivo de este plan es que España contribuya y, al mismo tiempo, se beneficie de este estímulo tecnológico e industrial para fortalecer el Espacio Europeo de la Seguridad y la Defensa. Pero insisto, siendo fieles a nuestras prioridades y a nuestros principios.

Señorías, ayer salió precisamente el Eurobarómetro con algunos datos algunas cifras que creo que son bastante elocuentes de lo que voy a decir a continuación. Yo sé que los españoles quieren ayudar a Ucrania, lo sé; que quieren pararle los pies a Putin, lo sé; que quieren proteger a Europa. Somos absolutamente conscientes de ello. Pero también sé que no quieren contribuir a alimentar una carrera armamentística que conduzca a nuevos conflictos. Soy plenamente consciente de ello. Y por supuesto, no quieren que ese esfuerzo se haga a costa de otras necesidades como son, por ejemplo, tener un salario decente, unos servicios públicos de calidad o una vivienda digna o un aire limpio.

Nosotros no les haremos elegir porque no hay por qué elegir, porque vamos a garantizar a la vez su seguridad, su posición en Europa, su compromiso con la paz, con el Estado del bienestar y con la transición ecológica, que nos está haciendo más competitivos y, por tanto, de una manera mucho más relativa, ganar crecimiento económico en comparación con otros países europeos. Lo hemos conseguido durante estos últimos siete años y lo vamos a volver a lograr. Ese es nuestro plan y este es nuestro compromiso.

Señoría, la misma coherencia es la que vamos a aplicar para acometer la tercera gran tarea que los europeos debemos abordar en este contexto, que es ganar competitividad culminando nuestra integración económica. Esta es la línea expuesta en los informes Draghi en los informes de los dos primeros ministros italianos, también las conclusiones de la Cumbre de Granada, cuando hablamos de la autonomía estratégica durante la Presidencia española de la Unión Europea.

A lo largo de la segunda mitad del siglo XX, señorías europeos y estadounidenses creamos juntos un nuevo sistema económico, basado en la colaboración entre países y el libre intercambio de bienes y servicios. Este sistema nunca fue perfecto. Ha habido contestación, sobre todo, en lo que tiene que ver con las cláusulas sociales, las cláusulas medioambientales. De hecho, es evidente y todos lo compartimos en una amplia mayoría, ha sido un sistema con enormes carencias, pero es innegable que ha dado al mundo el mayor periodo de paz y prosperidad conocido por el ser humano.

Hoy algunos dicen que este sistema no ha beneficiado ni a Europa ni a Estados Unidos, pero eso no es cierto. Es, de hecho, rotundamente falso. Fíjense, en los últimos 60 años, la renta per cápita en ambas regiones, en Estados Unidos y en Europa no solo ha crecido por encima de la media global, sino que ha superado entre tres y cuatro veces a la del resto del mundo. Y además, la relación comercial entre Europa y Estados Unidos sigue siendo la más fuerte del planeta. Si incorporamos también a Canadá, a Norteamérica, aún es más fuerte. Genera más de 4.400 millones de euros cada día de intercambio.

Nuestro país también se ha beneficiado, evidentemente, de esta economía globalizada. Tanto que uno de cada cuatro empleos en España y el 30% de nuestro crecimiento económico en estos últimos tres años derivan precisamente de nuestra apertura económica. Y, aun así, a pesar de que las ventajas de este sistema superan en mucho a sus desventajas, pues la nueva Administración estadounidense ha decidido desmantelarlo a toda prisa y sin negociar con nadie.

El mes pasado, señorías, la Administración estadounidense impuso aranceles del 25% a multitud de productos de México y de Canadá y, por tanto, rompiendo un acuerdo comercial, que paradójicamente había impulsado el propio presidente Donald Trump en el año 2018. Además, elevó el 20% los aranceles sobre las importaciones chinas y anunció un arancel del 25% a las importaciones del acero y el aluminio de todos los países del mundo, incluidos también los europeos que entró en vigor unas semanas más tarde. Estas medidas, señorías, están provocando, y ahí están los datos, daños multimillonarios a la economía estadounidense, empezando por cierto por el hundimiento de la bolsa de la mayoría de sus empresas.

Pero eso parece que no ha hecho cambiar la opinión de la administración estadounidense. Al contrario, su gobierno ha anunciado que va a imponer un arancel general del 25% a todos los productos procedentes de la Unión Europea y más aranceles para un mayor número de productos en las próximas semanas. Una medida que evidentemente se va a materializar pronto, obligándonos a reaccionar e infligiendo a ambas economías, tanto a Europa como a Estados Unidos, un incremento de la inflación y una pérdida del crecimiento potencial.

Quiero dejar claro, señorías, que estas medidas son absolutamente injustas e injustificadas, que España y Europa no han hecho nada para provocar o merecer estos ataques. Al contrario, en el caso de España, señorías, tenemos una balanza comercial deficitaria con Estados Unidos. Superavitaria desde el punto de vista de los servicios, pero deficitaria desde el punto de vista comercial.

Las empresas estadounidenses venden en España más de lo que nosotros vendemos allí. Y aun así, el Gobierno de España ha sido, entre los gobiernos europeos, uno de los que más ha defendido la presencia de empresas estadounidenses en Europa, apostando por una mayor integración de las dos economías a los dos lados del Atlántico.

Así lo constata, por ejemplo, de nuevo la Declaración de Granada, durante la Presidencia española de la Unión Europea, donde hace año y medio hablamos precisamente de reforzar esos lazos comerciales y económicos, porque nos movió una sólida convicción, señorías, y es que los vínculos económicos entre países son siempre positivos y que sus efectos son tan amplios que difícilmente se pueden capturar en una hoja Excel de importaciones y exportaciones.

Por eso, ¿qué pedimos? Le pedimos una vez más a la administración estadounidense que recapacite, que dialogue con la Comisión Europea, que es quien centraliza todas las competencias de comercio por parte de los Estados miembros, que construya puentes en lugar de levantar barreras, que detenga este sinsentido, porque si no lo hace evidentemente los europeos tendremos que defendernos. Y tendremos que hacerlo con tres criterios uno, el de la proporcionalidad; dos, el de la rapidez, y tres, el de la unidad. Por tanto, rapidez, proporcionalidad y unidad con la fortaleza, por cierto, que nos da el ser el mayor bloque comercial del mundo de la Unión Europea y la economía más conectada y resiliente del planeta. Europa, en consecuencia, señorías, es una potencia y responderá como una potencia. Es evidente que no queremos una guerra comercial, pero, si tenemos que dar esa guerra comercial, estamos preparados para librarla. Y desde el Gobierno de España, señorías, estamos negociando una respuesta proporcional, inteligente, unitaria con las instituciones comunitarias y con el resto de Estados miembros y, además, estamos diseñando un plan nacional de contingencia para ayudar a los sectores de nuestra economía que puedan verse afectados por esta guerra comercial. Y, en paralelo, estamos impulsando nuevas medidas para avanzar en esas dos soluciones que ya apuntábamos en nuestra Estrategia "ResilientEU 2030". Por un lado, tenemos que diversificar los vínculos comerciales de la Unión Europea con el exterior. En dos semanas, señorías, viajaré nuevamente a China con ocasión de celebrar el 20 aniversario de nuestra asociación estratégica. También voy a ser el primer presidente del Gobierno de España que visite oficialmente Vietnam, dos socios estratégicos en Asia para atender nuevos vínculos económicos y comerciales y mantendremos una nueva ronda de contactos con nuestros socios en América Latina para apuntalar ese importante acuerdo entre la Unión Europea y Mercosur. Un acuerdo que siempre ha sido beneficioso para Europa y que ahora, por cierto, es esencial.

Por otro lado, ¿qué proponemos, señorías? Trabajar en Bruselas para avanzar en la consolidación de nuestro mercado único. Los europeos, señorías, formamos el mayor mercado del planeta. Contamos, para que nos hagamos una idea de la fortaleza que tiene Europa, con 32 millones de empresas, 450 millones de consumidores. En las últimas décadas hemos hecho avances importantísimos en nuestra integración, pero es evidente que aún quedan retos pendientes que limitan nuestro potencial de crecimiento, nuestra competitividad, como de nuevo nos recordaba el ex primer ministro Mario Draghi, también el ex primer ministro Enrico Letta. Por cierto, barreras que limitan nuestro crecimiento potencial, nuestra competitividad y que impiden, por cierto, el que un español con una pyme en Cuenca pueda expandirse a otros países europeos y crecer.

Retos, por tanto, como asimetrías fiscales, divergencias regulatorias, dificultades para exportar servicios, la falta de interconexiones eléctricas, la fragmentación del mercado o incluso la interconexión digital de los flujos financieros. Retos todos ellos que lastran nuestra competitividad y, por tanto, nuestra capacidad de crecer y, posteriormente, de redistribuir los frutos de ese crecimiento a través del pilar social que también es importante para este gobierno.

En el último Consejo Europeo, señorías, aprobamos un paquete de medidas destinadas a abordar algunas de estas tareas pendientes como es la creación de productos de ahorro, también de inversiones comunitarios, el desarrollo de una estrategia horizontal en el mercado interior que se va a presentar en el mes de junio y, en paralelo, nuestro Gobierno está negociando con los otros Estados miembros conseguir que la unión de ahorro y de inversión, la Unión Bancaria, la integración energética o, por qué no, el euro digital se conviertan en una realidad en el presente ciclo legislativo del Parlamento Europeo y también de la Comisión Europea. Cuatro medidas la de la Unión de Ahorro y de Inversión, la Unión bancaria, la integración energética y el euro digital, que creo que si aplicamos bien podrían ayudarnos a acabar de una vez por todas con la guerra energética de Putin y reducir, señorías, entre un 50% y un 100% el impacto negativo de los aranceles que nos imponga la administración estadounidense de Donald Trump.

Además, desde España hemos propuesto la creación de un laboratorio europeo de competitividad para acelerar la puesta en marcha de soluciones innovadoras y tangibles. Una iniciativa que ha tenido una magnífica acogida por parte de los Estados miembros y también por parte de la Comisión Europea. Si hay países o una amplia mayoría de países que están deseosos de avanzar en esta integración, que haya otros países que no quieren integrarse, que no sean el obstáculo para que se produzca esa mayor integración.

Y gracias también a España, señorías, y esto también es un punto muy importante que me gustaría reseñar y compartir con los ciudadanos y ciudadanas que estén siguiendo este debate, gracias a España también se incluyeron menciones en las conclusiones al pilar social, que es sin duda alguna fundamental a la hora de explicar la competitividad en Europa. Pensamos que el mercado único no es la única herramienta que la Unión Europea tiene para superar esta crisis, pero es evidente que es la principal y que por eso debemos hacer todo lo que haga falta para convertirlo en realidad.

Señorías, concluyo y concluyo con unas palabras de otro de los grandes padres de la Unión Europea que fue Paul Spaak, un gran defensor del multilateralismo, arquitecto de la Unión Europea, la OTAN, de Naciones Unidas y que, en Europa, dijo lo siguiente; dijo que en Europa hay solo dos tipos de países los países pequeños y los países que aún no saben que son pequeños. Esta afirmación, bastante acertada ya a mediados del siglo XX, hoy debería ser un dogma de realidad porque vivimos una época de gran incertidumbre internacional. Es evidente que el orden internacional está cambiando el que conocieron nuestros padres y nuestras madres; este no termina de morir. Tampoco sabemos exactamente cuál va a ser ese nuevo orden internacional. Nadie sabe efectivamente qué es lo que va a pasar. Lo que sí sabemos con certeza es que ya no podemos seguir confiando en la buena voluntad de los demás. No podemos vivir al albur de los cambios de opinión y también de liderazgo que se produzcan en Moscú o en Washington.

Los europeos, señorías, debemos aún más ser dueños de nuestro propio destino y debemos poder influir en el destino del mundo, porque muchos de los desafíos a los que nos enfrentamos solo pueden abordarse a escala global. Desde luego, la emergencia climática, el reto migratorio, la lucha contra la pobreza, la igualdad de género, son cuestiones que nos afectan a toda la humanidad.

Por eso, señorías, los europeos debemos ser más fuertes. Y solo podemos hacerlo de una forma en este mundo de gigantes: con más unidad, con más Europa.

Y, por tanto, ha llegado el momento de dar un paso decisivo, de abrir, creo yo, y lo digo sin ningún tipo de fin, de subrayar lo evidente, de abrir un nuevo momento fundacional para la Unión Europea. Porque es hora de compartir aún más soberanía, de fortalecer las instituciones comunitarias, de reformarlas al albur también de la ampliación que vamos a ser testigos durante los próximos años para que funcionen con más agilidad, con más transparencia, con más ambición.

Solo así, señorías, creo que la Unión Europea podrá actuar como un verdadero bloque con una sola voz y con toda su fuerza.

En términos de política exterior esa primera tarea, a la cual hacía alusión al principio de mi intervención, implica liderar la respuesta a los desafíos globales. No mantenernos a un lado, no dejar que otros países definan por nosotros qué tiene que ser de la emergencia climática, de la lucha contra la pobreza, de cómo financiar el desarrollo en nuestro país o en el mundo, mejor dicho.

Significa, por tanto, no recortar, sino aumentar nuestro compromiso multilateral. Significa no recortar, sino aumentar, la ayuda al desarrollo. Significa fortalecer las Naciones Unidas como nos pidió el Secretario General de las Naciones Unidas el último Consejo Europeo.

Junto con la política exterior común, en el plano securitario, eso implica sentar las bases de un por fin y verdadero ejército europeo. Lograr por tanto la interoperabilidad de nuestras Fuerzas Armadas. Desarrollar una industria de seguridad y de defensa integrada, puntera y autónoma.

Y, en términos de competitividad, tener un mercado interior que funcione como el de un solo país. Con empresas europeas capaces de innovar, de crecer, de invertir a escala continental, apoyadas en nuestras pymes, en nuestra economía social, en los trabajadores autónomos, en las startups, compitiendo de tú a tú, en los mercados globales.

Todo ello fortaleciendo el pilar social europeo. Todo ello sin retroceder en el Pacto Verde.

Acometer este salto hacia la creación de esa Europa federal, señorías, no va a ser sencillo, en un contexto geopolítico marcado por el auge de la ultraderecha que busca, precisamente, lo contrario, busca debilitar a Europa, busca acabar con el espacio Schengen, busca fulminar compromisos climáticos, que son muy importantes para Europa, pero también para la humanidad. Busca reeditar divisiones del pasado.

Pero creo, señorías, que es menos realista aún pretender competir con grandes potencias como Estados Unidos, como China, como India, sin profundizar en nuestra integración europea.

Europa solo influirá en el mundo, en un mundo cada vez más multipolar, si sabe comportarse como un bloque cohesionado en política exterior, en seguridad y en defensa, también profundizar nuestro mercado único para ganar competitividad y diversificar nuestras alianzas comerciales y de inversión.

España, señorías, yo creo que está en condiciones, a diferencia de lo que ha ocurrido en otros momentos de nuestra historia, de protagonizar también, junto con otros estados miembros, este nuevo impulso europeísta.

Porque hoy España, señorías, representa el 50% del crecimiento económico europeo. El 30% de los nuevos empleos creados en Europa. Todas las propuestas que hemos hecho a Europa le han sentado bien a Europa y también a España: el Fondo Sur para financiar los ERTE durante la pandemia; los fondos europeos para la recuperación y la reindustrialización de Europa y de España tras la pandemia; la solución ibérica; el Pacto de Inmigración y Asilo; la Ley de Inteligencia Artificial; la reforma del mercado eléctrico para proteger a las empresas y consumidores europeos y españoles.

Y en esta ocasión, señorías, también España está dispuesta a arrimar el hombro por el bien de España y por el bien de Europa.

Por eso, vamos a comprometernos aún más, aún más que nunca en el multilateralismo. Por eso vamos a cumplir con ese 2% del PIB de inversión en seguridad y en defensa que nos piden nuestros socios europeos. Por eso vamos a acometer esas reformas necesarias para tener un mercado único, más fuerte e integrado. Y por eso vamos a seguir impulsando acuerdos con otros bloques regionales.

Yo creo que también es muy esperanzador el último viaje que hizo la presidenta Von der Leyen a India, precisamente para lograr ese acuerdo de libre comercio a finales de año entre el bloque de la Unión Europea y la India.

En definitiva, señorías, el camino de la integración no va a ser fácil, nunca lo ha sido porque hay que ceder y compartir soberanía. Habrá decisiones que no entusiasmen, otras que no compartamos, pero así se forjó la Unión Europea: cediendo, pactando, acordando, con la premisa de que la unión hace la fuerza. Y así ha sido.

Ahora nos toca dar un nuevo paso en esa dirección. Toca fortalecer nuestra economía, diversificar nuestros lazos comerciales. Toca reforzar nuestra política exterior. Toca mejorar nuestras capacidades de seguridad y de defensa. Y todo ello para que la paz sea una realidad.

Para lograr, señorías, en definitiva, el que los ucranianos y ucranianas puedan vivir en paz. En un país en el que se respete su soberanía y su integridad territorial. Para lograr, en definitiva, una paz justa y duradera en Ucrania, para garantizar la seguridad física y digital de toda Europa. Para que ese proyecto de paz que es el de la Unión Europea, se consolide, se fortalezca y se convierta en un faro de esperanza y de ejemplo para el resto del mundo.

Nada más y muchas gracias.

(Transcripción editada por la Secretaría de Estado de Comunicación)