Intervención del presidente del Gobierno en el acto institucional con motivo del Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres

25.11.2024

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Teatro Pavon, Madrid

INTERVENCIÓN DEL PRESIDENTE DEL GOBIERNO, PEDRO SÁNCHEZ

Querida Francina, presidenta del Congreso de los Diputados; ministras; ministros; secretaria de Igualdad para la Erradicación de la Violencia de Género; delegada del Gobierno contra la Violencia de género; delegado del Gobierno; autoridades, señoras y señores.

Quisiera comenzar esta intervención condenando el último asesinato machista que ha tenido lugar este fin de semana en Estepa, en Sevilla. Con este, como se ha dicho antes, son ya 41 las mujeres asesinadas por violencia de género en lo que va del año 2024. Y esta cifra nos recuerda que debemos seguir luchando con todas nuestras fuerzas contra esta infamia.

Y en esa batalla sin cuartel, sólo puedo tener palabras de gratitud a quienes hoy reciben este merecido reconocimiento por hacer precisamente eso, luchar contra esta violencia estructural que es la violencia de género. Porque sois un ejemplo de implicación, de liderazgo, de compromiso cívico en una de las causas más nobles que afronta la humanidad. Así que gracias por informar, gracias por concienciar, gracias por defender, gracias también por educar y por acompañar en esta batalla para erradicar de una vez por todas este mal de nuestra sociedad. También quiero agradecer a tantas personas anónimas que día tras día combaten la violencia contra las mujeres, personas que lo dan todo en esta batalla y que a veces se juegan literalmente el tipo. También a ellos y a ellas: muchísimas gracias.

Señoras y señores, este 25 de noviembre tiene también un carácter muy especial y creo que es importante que lo reivindiquemos, porque estamos celebrando el 20 aniversario de la Ley Integral de Violencia de Género. Celebramos aquel primer paso con el que España se obligó a sí misma a mirar de frente a una realidad oculta tras el velo del silencio y del olvido.

Y precisamente contaba la semana pasada el presidente José Luis Rodríguez Zapatero que esa ley estuvo marcada por un terrible episodio que todos tenemos en mente y en nuestros corazones. Un hecho que nos hizo abrir los ojos como sociedad y que fue el vil asesinato de Ana Orantes, su testimonio en televisión, que aun cuando lo recordamos nos sobrecoge sólo unos días antes de su asesinato, sacudió millones de conciencias adormecidas y nos enseñó algo muy importante, y es que no podíamos ser indiferentes ni ante las señales que dejaba un súbito maratón en el rostro de una amiga, ni ante los gritos que se colaban desde la pared, ni, por supuesto, ante la mirada perdida de un niño que ponía su cuerpo un día y otro para proteger a su madre de los golpes.

Gracias a aquel testimonio supimos que aquella violencia era de nuestra incumbencia, de toda la sociedad, y con el tiempo hemos ahondado en las múltiples manifestaciones de esta violencia, a veces menos evidente o agresiva, pero no por ello menos dolorosa para las mujeres que la sufren. Y aquí antes se ha relatado el acoso, la ciber violencia, la violencia psicológica. Aquella ley salió adelante por unanimidad y ese espíritu de consenso alentó también la aprobación en el año 2017 del Pacto de Estado contra la Violencia de Género, un paso trascendental, coherente con esa ley, para avanzar en prevención, en protección y en asistencia a las víctimas. Fue sin duda alguna, 20 años después, una ley pionera no solamente en España, sino también en Europa y en el mundo, e hizo además a España ser una referencia mundial. Era la segunda de este tipo en ser implementada en Europa. Representó no solo la culminación de un largo camino de reivindicaciones del movimiento feminista en España, sino el punto de partida de la que hoy es una de las legislaciones más avanzadas del mundo.

Además, aquella ley supuso todo un cambio de paradigma porque situó en el centro del debate una violencia hasta entonces confinada al ámbito privado y reconoció su carácter estructural y común a todos los estratos de nuestra sociedad. Esa norma puso en la diana eufemismos denigrantes, como esa expresión que se utilizaba --la recordamos todos-- de crimen pasional, expresiones que compartían y por desgracia, comparten con otras como violencia doméstica o violencia intrafamiliar. En definitiva, todas comparten ese mismo objetivo entre quienes las agitan, hoy, también, por desgracia, y es diluir el carácter estructural sistémico en consecuencia y machista de las agresiones que sufren las mujeres por el simple hecho de serlo.

Esa estrategia de involución pasa del lenguaje a los hechos, y las consecuencias las conocemos todos. Todas son absolutamente devastadoras. Por primera vez en muchos años el consenso generalizado sobre la violencia de género y la necesidad de impulsar y fortalecer las políticas de igualdad está siendo cuestionado, y no solamente en España. A nivel internacional lo estamos viendo también, cómo conquistas que creíamos asentadas son cuestionadas sin escrúpulo, sin vergüenza alguna por una ultraderecha que no solo avanza electoralmente, sino que además condiciona cada vez más el discurso político en Europa, en el mundo y, en consecuencia, también en España. Así, derechos consolidados son revertidos, como ocurre en Estados Unidos, donde la Corte Suprema revocó el derecho al aborto a nivel federal. O ejemplos que estamos viendo también en algunos de los ayuntamientos de nuestro país.

Y hay algo, además, que me gustaría compartir con todos ustedes, y es que asistimos a una fractura cada vez más preocupante. Entre nuestros jóvenes, sobre todo entre los hombres, crece el recelo contra las conquistas del movimiento feminista. El razonamiento es tan inquietante como falaz, y es que esos avances ponen en riesgo sus derechos; y esta deriva se alimenta, como en muchos otros ámbitos, de los bulos, de la desinformación que corren como la pólvora en las redes sociales.

Ante esta involución, yo creo que todos y todas tenemos que elevar nuestra voz. Debemos combatir ese discurso con determinación, con más convicción que nunca. No solo porque contamina el debate público, sino porque niega radicalmente algo que debería ser inobjetable, y es que la causa de la igualdad de las mujeres, y muy especialmente el combate contra la violencia de quienes las sufren, es por encima de toda cuestión, una cuestión de derechos humanos.

En fin, yo estoy convencido de que España va a seguir siendo un referente en todo el mundo en este frente de batalla. Estoy convencido, además, de que nuestros jóvenes, nuestras jóvenes, lo que quieren es continuar avanzando de manera mayoritaria en esa conquista feminista. Porque somos el país más concienciado de Europa sobre violencia de género y ello nos da pie para seguir avanzando, especialmente en dos ámbitos que me gustaría compartir con todos ustedes. El primero -como antes hacíamos reivindicando el 20 aniversario de la Ley Integral de Lucha contra la Violencia de Género- creo que es fundamental e imprescindible mantener al menos el consenso entre las principales fuerzas políticas mayoritarias. Y con ese afán trabajamos con todos los grupos parlamentarios, excepto con la ultraderecha, en la subcomisión parlamentaria para renovar el Pacto de Estado y actualizarlo con la inclusión de nuevas violencias, como -por ejemplo- la que se sufre en el ámbito digital, o la económica, o desgraciadamente -como estamos viendo durante estos últimos tiempos y aquí se ha hecho referencia a ello- la violencia vicaria. Hemos de dejar las diferencias políticas de lado y renovar este gran acuerdo, y tenemos que renovarlo cuanto antes.

Y, en segundo lugar, junto con esta imprescindible unanimidad o al menos mayoritario consenso entre las fuerzas parlamentarias, es evidente que tenemos que poner más recursos sobre la mesa. Más recursos en prevención -sin duda alguna-, pero también más recursos en protección, mejorando la rapidez, el alcance de medios útiles, como por ejemplo el sistema VioGen, que ya alcanza a más de 100.000 mujeres, 1200 adolescentes y 1700 niños y niñas. Y, también, más recursos para perseguir y para castigar a los maltratadores con la creación de los Juzgados de Violencia contra la Mujer, la reforma del Registro Central de Delincuentes Sexuales o mejorando el acceso a la justicia con las oficinas de asistencia a las víctimas del delito.

En fin, yo creo que los pasos que estamos dando en el pasado y en el presente, señoras y señores, han permitido proteger a miles de mujeres, salvar muchas vidas. Pero es evidente que no podemos negar lo que resulta palmario, y es que queda mucho por andar hasta erradicar una violencia que sigue profundamente enraizada en nuestra sociedad.

Necesitamos más y mejor cooperación y coordinación entre instituciones, Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y operadores del Derecho. Necesitamos dar la batalla en el terreno de los valores y de la concienciación. Pero sobre todo y ante todo, necesitamos seguir afrontando esta realidad dramática y luchar contra la resignación de lo inevitable.

Creo que este es un mensaje que me gustaría que saliera con mucha fuerza de este 25-N: que no podemos resignarnos ante lo aparentemente inevitable. Creo que vuestra lucha es una prioridad absoluta para el conjunto de la sociedad española y, por tanto, es una prioridad absoluta para el Gobierno de España. Y vamos a actuar en consecuencia, porque la sociedad nos pide que no apartemos la mirada. Ni la soledad ni el silencio volverán jamás a ser una coartada para la inacción. Porque cada mujer que muere a manos de su pareja o de su expareja, cada mujer que sufre la violencia de género en sus múltiples formas, es una derrota democrática, es una derrota de nuestra democracia.

Por todas las que ya no están y por las que a esta hora padecen, como antes se decía, esas violencias, hagamos en este 25 de noviembre, y en todos los días del año, que su dolor nunca más no sea indiferente.

Muchísimas gracias.

(Transcripción editada por la Secretaría de Estado de Comunicación)