Madrid
INTERVENCIÓN DEL PRESIDENTE DEL GOBIERNO, PEDRO SÁNCHEZ
Majestades, presidenta del Congreso, presidente del Senado, ministros, vicepresidente de la Comisión Europea, Comisaria de Asuntos de Interior, ministra del Interior de Bélgica, autoridades, familiares, víctimas del terrorismo, señoras y señores.
Hace hoy 20 años, Madrid era una ciudad conmocionada, profundamente herida. Los madrileños, como todos los españoles y españolas, habíamos sufrido durante décadas la barbarie terrorista y conocíamos, desgraciadamente, muy bien la sensación del amanecer bajo el signo de las bombas o de un asesinato.
Pero aquella terrible mañana la incredulidad dio paso al dolor. A las terribles imágenes de móviles que sonaban entre los amasijos de hierro; al silencio de espacios que eran recorridos a diario por miles de personas; a la angustia y a la incertidumbre por saber si en aquellos trenes viajaba un padre, una hija o un hermano.
Es cierto que aquel 11 de marzo los españoles y españolas ya teníamos experiencia de terrorismo. Una experiencia muy dura.
Pero nadie puede acostumbrarse a esa violencia ciega, nadie debe acostumbrarse a convivir con la barbarie. Quien haya conocido de cerca aquella manifestación extrema de violencia jamás podrá olvidarla, como nunca lo olvidarán ciudades como Nueva York, como Londres, París, Oslo, Barcelona, Niza, Bruselas y tantas otras.
Y, sin embargo, es preciso que dediquemos un día para imponernos ese recuerdo.
Hoy conmemoramos el Día Europeo de las Víctimas del Terrorismo.
Es necesario recordar, pero ese recuerdo debe ser activo, movilizador. Debe mantener viva la memoria sobre lo que ocurrió en el pasado. Pero también ha de ser un acicate para el presente y para el futuro, para que no se repita, y para que las víctimas, supervivientes, familiares, cuenten siempre con la solidaridad y con nuestro apoyo.
Hay que recordar por una cuestión de dignidad.
La dignidad de aquellos y de aquellas a los que los terroristas les arrebataron su bien más preciado, la vida.
La dignidad de quienes sobrevivieron pero que jamás han podido cerrar sus heridas, liberarse de la carga del sufrimiento, físico e intelectual.
La dignidad de quienes, tras un acto terrorista, ya no podrán librarse de esa losa.
La dignidad de las personas que, desde asociaciones, fundaciones, movimientos cívicos, mantienen viva la llama de la memoria, hacen visibles los problemas de las víctimas, las apoyan moralmente, también materialmente, defienden sus derechos.
Memoria, verdad, justicia y reparación. Estos son los principios de esa dignidad.
La dignidad de los servidores públicos, de los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de seguridad del Estado; de las fuerzas armadas que, como símbolo de la defensa de esos valores compartidos, fueron uno de sus principales objetivos en nuestro país.
La dignidad, en suma, de toda la sociedad que debe hacer propio el sufrimiento de sus miembros.
Señoras y señores debemos recordar para defender los derechos humanos que niegan los terroristas, y para reforzar el Estado de derecho, que es su principal vacuna. Para impedir que puedan quedar impunes los crímenes terroristas. Para perfeccionar los mecanismos de prevención, y velar para que nadie pueda verse atraído por las ideas de odio que circulan, por desgracia, en las redes. Para reivindicar los principios de la convivencia, del respeto, que son el mejor antídoto contra la violencia terrorista y su caldo de cultivo: el fanatismo, la sinrazón, la intolerancia.
Y, también, para proteger a Europa. No sólo como un espacio físico, sino como un ideal, un ideal de justicia y de libertad; de valores humanistas y civilizatorios.
Nunca olvidaremos las imágenes de ciudadanos y ciudadanos francesas y franceses, de italianos e italianas portando banderas de España en solidaridad con las víctimas de aquel 11 de marzo. Años después, millones de europeos y europeas sustituyeron la foto de su perfil en redes sociales con la imagen de la bandera de Francia tras los terribles atentados de París en noviembre de 2015.
El ideal europeo se levanta sobre los éxitos colectivos alcanzados en estas décadas de unión. Pero también sobre el dolor compartido ante la adversidad. El que sentimos como propio, aunque el zarpazo del terror golpee en el otro extremo del continente, a cientos de kilómetros de nuestros hogares.
En la alegría y en la tristeza, sabemos que no estamos solos. Nos tenemos los unos a los otros: 27 países unidos en la diversidad. Unidos en un proyecto, único en el mundo, de concertación política, de paz y también de desarrollo económico. Pero, por encima de todo, unidos en una comunidad de valores.
El primero de todos ellos es la solidaridad, el valor que más contribuye a crear conciencia europea. Y sobre ella, se levanta nuestra determinación de luchar juntos contra la barbarie, reforzando la cooperación en todos los ámbitos.
Porque combatir el terror es actuar también contra las causas que alimentan los conflictos regionales. Es prevenir que los fanáticos transformen la desesperación en un arma para atacar los principios de libertad y respeto a los derechos humanos, tan asociados al ideal europeo.
Este es un día para la memoria y para el recuerdo emocionado, pero también lo es para la reivindicación.
Porque no podemos devolver la vida a quienes les fue vilmente arrebatada. Apenas podemos mitigar el sufrimiento, la angustia, la indignación de quienes perdieron seres queridos o vieron quebradas sus vidas.
Pero sí podemos, y debemos, mantener viva su memoria. Debemos trabajar por el respeto a los derechos humanos, empezando por los más importantes: el derecho a la vida y el derecho a la libertad.
La democracia, el Estado de Derecho, los derechos sociales son las señas de identidad de una Europa unida que los fanáticos, sean del signo que sean, nunca podrán destruir. Así que, que los valores de paz, de la convivencia, de la verdad, justicia y reparación nos guíen en ese afán. Siempre desde el recuerdo a las víctimas, cuya memoria hoy invocamos.
Cada 11 de marzo y todos los días del año.
Gracias.
(Transcripción editada por la Secretaría de Estado de Comunicación)
(Intervención original en español)