Discurso del presidente del Gobierno en el acto de imposición de la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio a Joan Manuel Serrat

22.2.2022

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La Moncloa

INTERVENCIÓN DEL PRESIDENTE DEL GOBIERNO, PEDRO SÁNCHEZ

Querido Joan Manuel,

Desde luego, también merecemos estos espacios de respiro y también de inspiración con tus palabras y también con lo que estamos hoy reivindicando, más allá de reconocer.

Las condecoraciones de la orden civil de Alfonso X el Sabio premian a quienes se han distinguido por sus méritos en cultura, en educación, en investigación, en ciencia o en docencia, haciendo una labor yo diría que esencial para nuestra sociedad, para hacerla mejor, conformando, en definitiva, como bien decía antes la ministra, lo que somos como país.

La Gran Cruz que hoy imponemos, concedida, como bien sabes, por el Consejo de Ministros y Ministras, es para un niño eterno, a quien llamaremos a partir de ahora excelentísimo: excelentísimo poeta, excelentísimo escritor, excelentísimo compositor, excelentísimo músico, excelentísimo letrista. Joan Manuel, excelentísimo referente y maestro, excelentísimo ciudadano.

Tras cincuenta y seis años de exitosa carrera, con un reconocimiento que traspasa nuestras fronteras desde que tenemos memoria, este gran artista anunció hace poco su despedida de los escenarios. Todos lo conocimos por los medios de comunicación.

Yo mismo tuve ocasión también de poder conversar contigo por teléfono. En breve, antes de entrar en este acto, me decía que va a comenzar su última gira, que lo va a llevar por distintos lugares. Me ha llamado precisamente la atención que el primer lugar en que vaya a celebrarse esta gira es Estados Unidos y luego ya Latinoamérica y finalmente nuestro país, su casa.

Y desde el Gobierno de España, como yo diría, el conjunto de la sociedad, queremos de alguna forma acompañarte en este viaje. Esta condecoración es una deuda de los españoles y españolas contigo. Es el símbolo del inmenso cariño, de la profunda admiración y también un sincero agradecimiento que te profesamos a ti y a toda tu obra artística.

Hay algo que nos une a todos y a todas, algo que no entiende de territorios, de épocas ni de generaciones. Aquí estamos presentes muchas generaciones que hemos crecido con tu música, que cuando escuchamos o recordamos, mejor dicho, cuando empezamos a escuchar tu música, nos lleva a una infancia muy querida y añorada a todas las generaciones que estamos aquí presentes.

Y es el amor, por tanto, por tu obra y por tu figura, por tus canciones y por tu alegría. Formar parte de su público, por tanto, es pertenecer a una patria. Y creo que es el mayor regalo que un artista puede hacerle al mundo, que es, en definitiva, ofrecer un lugar donde habitar.

Desde que en 1965 se diera a conocer como uno de los referentes de aquel movimiento revolucionario que fue la Nova Cançó, tus canciones han pretendido siempre contribuir a la tolerancia dentro de la sociedad, como en muchas ocasiones tú has afirmado, y creo que así ha sido.

Cada una de tus músicas, de tus letras, han inspirado valores, son algunas de las cuestiones que deberíamos construir y también reivindicar en esta sociedad en la que estamos, como es, por ejemplo, la convivencia, como es la libertad, el amor por el arte, por la cultura de cientos de miles de personas.

Y creo que tus canciones, en las que una exquisita poesía ilumina la palabra más cotidiana, son el ejemplo perfecto de cómo el arte es capaz de atravesar al final los muros que a veces rodean y aíslan a las sociedades para anidar ahí donde es necesario dejar huella, que es, en definitiva, en el corazón de las personas.

Pero además de eso, y te lo digo porque yo tengo dos hijas pequeñas que se han acercado a una obra vasta de la cultura en nuestro país, yo creo que el valor de tu contribución es el haber ido más allá de lo puramente literario o artístico y demostrar aquello que escribió Gabriel Celaya y que cantó Paco Ibáñez. Y es que la poesía es un arma cargada de futuro, porque tú nos has ayudado a muchas generaciones y también a las generaciones que vendrán, y creo que, como pocos, a transmitir la conciencia de la diversidad de las lenguas en nuestro país.

Lo has hecho dentro y fuera de España. Has reivindicado desde tus inicios el abrazo entre las lenguas, que no es otro que el abrazo entre los pueblos y que, por tanto, es necesaria más que nunca la convivencia.

Y no, no siempre te resultó fácil, porque pelear por la solidaridad y la tolerancia nunca, nunca lo fue. Tampoco era una opción fácil posicionarse y denunciar la injusticia y el terror del autoritarismo, de la historia más oscura de nuestro país, devolviéndoles, por tanto, la voz a tantas vidas silenciadas.

Has escrito bajo la censura tus propias letras. Han sido imprescindibles también tus discos de Antonio Machado, de Miguel Hernández, para que los versos de esos poetas silenciados durante mucho tiempo, en 1969 y 1972, respectivamente, llegaran a un público masivo de todas las generaciones.

Ha llevado en su voz al caminante de Machado. Ha permitido que, tras el pasar de los tiempos, los versos del gran poeta sevillano que murió en el exilio queden para siempre en nuestra memoria.

Y del mismo modo, millones de personas, tararean aún hoy, gracias a ti, las Nanas de la cebolla de Hernández, que escribió desde la cárcel, o la Elegía que le dedicó a su amigo muerto, Ramón Sijé.

Has sido un estandarte de nuestra literatura y también de nuestra poesía en muchísimos países.

Pero, sobre todo, has hecho lo más valioso que creo que se puede hacer en la cultura, y es acercarnos a todos y a todas la cultura, llevarla a la calle, a millones de casas, a tantas y tantas personas que quizá jamás habrían tenido acceso a ella.

Te has manifestado en contra de las dictaduras latinoamericanas de los años 70 y 80 y lo hiciste precisamente desde allí mismo, corriendo riesgos porque no podías callar ante la violación de los derechos humanos.

Siempre has apoyado los grandes movimientos históricos que implicaban al final las causas por las que, en definitiva, progresan y avanzan las sociedades, la libertad, el futuro, la justicia.

Has propiciado el entendimiento entre culturas hermanas y has hermanado las culturas vecinas y por tanto, te debemos mucho también en esta cuestión.

Y me vais a permitir que cite textualmente una de tus palabras. Dijiste en una ocasión -y hablábamos precisamente antes de entrar en este acto sobre la memoria-, dijiste en una ocasión que crees en la memoria, que crees que sin la memoria es imposible hacer nada, ni personal ni colectivamente, y que por eso peleas a favor de la memoria y en consecuencia, en contra del rencor.

Bueno, yo creo que los frutos de tu pelea, de esa pelea a favor de la memoria, construyen un imaginario yo diría que potentísimo, realista, íntimo, crítico, de mucha actualidad.

Porque nuestra historia ha sido cantada por ti, escrita por ti. Varias generaciones de españoles y españolas, de latinoamericanos, debemos buena parte de nuestra educación sentimental también a tu contribución artística.

Has puesto frente a nosotros un espejo, porque cuando un público hace suyas centenares de canciones es porque, evidentemente nos sentimos reflejados en ellas.

Y creo que tus canciones, o en ellas al menos, se cuece esa dosis justa de palabras, de mirada, de sentir el contexto de lo humano.

Y nosotras y nosotros desde hace décadas existimos dentro del cancionero de este gran músico que tú representas.

Algunas estampas de nuestro país, de nuestro pasado más reciente, solo se recuerdan hoy porque tú lo has iluminado y porque nadie como tú ha contado cómo se viste nuestra calle de fiesta. Merceditas la del guardarropa, el Lacio el del tablao, y por supuesto, Curro el Palmo. Lucía, el misal dormido en la mesilla de la Tieta, el titiritero de aldea en aldea, el Cristo de los Gitanos y esos locos bajitos que a menudo se nos aparecen.

El noble, el villano, el prohombre, la muchacha, la abuela de Kundera y por supuesto, la de Belchite, la aristocracia del barrio, los que juegan con cosas que no tienen repuesto y echan la culpa siempre al otro si algo les sale mal.

Penélope, los relojes parados en las tardes de primavera y las baladas de otoño, el pueblo blanco donde murmuran las comadres su historia en el umbral de las casas de cal, y la niñez en una playa del Mediterráneo, como bien nos recordaba antes la ministra.

Esos somos nosotros y nosotras, querido Joan Manuel, esas pequeñas cosas y todas las personas honestas y humildes que tú has convertido en canciones y, por tanto, una historia, con valentía, con sencillez y con un talento que creo que es absolutamente inigualable.

No solo has peleado por la memoria, como decía antes, sino que, honrando la memoria de tu padre y de tu madre y todo lo que ellos te enseñaron, has logrado conmovernos, conmover a muchas generaciones, retratar nuestro presente a lo largo de los años y traer de nuestro pasado lo más valioso, lo más humano, la belleza que existe en cada canción tuya, la verdad que hay en todos esos versos que has compuesto.

Eso siempre será parte de nuestro presente, pero sobre todo, también, estoy convencido, de nuestro futuro. Uno tal vez se cree que se las lleva el tiempo y la ausencia, pero no es verdad. Las canciones permanecen, están ahí, en un rincón, en un papel o en un cajón. Y cuando volvemos a escucharlas y a recordar lo que significaron para nosotros y nosotras, a recordar dónde estábamos cuando sonaron por primera vez o a quién amábamos, inevitablemente nos hacen que lloremos cuando nadie nos ve.

En fin, tu despedida de los escenarios, sin duda alguna, no acabará nunca con la admiración, con el cariño y también con el profundo agradecimiento que sentimos hacia ti y hacia tu obra.

Yo, cuando escuché por primera vez una de tus canciones en mi casa con mis padres, nunca pude imaginarme tener el gran honor de reconocer esta alta distinción a un gran artista español.

Muchísimas gracias.

(Transcripción editada por la Secretaría de Estado de Comunicación)