Ermua, Vizcaya
INTERVENCIÓN DEL PRESIDENTE DEL GOBIERNO
Majestad, presidenta del Congreso, lehendakari, alcalde, familiares de las víctimas del terrorismo, estimada María del Mar Blanco, autoridades, vecinos y vecinas de Ermua, señoras y señores.
Hay momentos en los que somos conscientes como pueblo de que asistimos a un hecho que formará parte de la historia de nuestro país. Y hace veinticinco años, el cruel asesinato de Miguel Ángel Blanco fijó una fecha fundamental en la historia de nuestra democracia.
Todos, si echamos la vista atrás, recordamos dónde estábamos el 13 de julio de 1997, cuando llegó la peor de las noticias. Y recordamos también que, en esos días, nació un frente común espontáneo contra la violencia, contra la injusticia y la barbarie: el de una ciudadanía, la ciudadanía vasca y también española que, cansada de sentir miedo y más unida que nunca, se enfrentó al terrorismo. Con las manos blancas llenas de paz, utilizando el mismo gesto que habían empleado miles de estudiantes un año antes, en la Universidad Autónoma de Madrid, tras el asesinato de Francisco Tomás y Valiente.
Millones de personas abrieron esas manos blancas, como hemos visto en los vídeos, en manifestaciones masivas por toda Euskadi y por toda España. Y juntos exigimos justicia, paz y libertad. Nunca más tendríamos miedo. Y nunca más nos quedaríamos en silencio por culpa de aquellos que recurrieron a la violencia contra todo el que pensara diferente.
La memoria colectiva de nuestro país, que es la memoria de todos y cada uno de nosotros, la que compartimos, está atravesada por lo que sucedió en la sociedad vasca y en la sociedad española durante aquellas horas de sádico ultimátum. Algo nos cambió para siempre. Y, desde entonces, fuimos un país distinto que nunca más se doblegaría ante el terror.
El espíritu de Ermua que nació entonces es el espíritu de la unidad y de la paz. Es el espíritu de la convivencia y la concordia, como aquí se ha dicho. Esa es la huella imborrable que da nombre a este homenaje y que le debemos a Miguel Ángel Blanco.
El pasado mes de octubre, recordábamos el décimo aniversario del final del terrorismo en España. Diez años en los que hemos tenido que reconstruir todo aquello que, con violencia, con amenazas, con extorsiones e intimidación habían intentado destruir. Diez años para recordar que, aunque ETA no consiguió ninguno de sus objetivos, dejó tras de sí 854 víctimas mortales, 86 víctimas de secuestros y más de 7.000 heridos, sin contar a las familias de todos ellos y todas ellas.
Diez años en los que aquellas esperanzas de paz que exigíamos en 1997 se han convertido al fin, por fin, en una realidad. Si hoy Euskadi y España son libres y en paz es gracias a todos los que apostaron por la unidad de los partidos frente al terror y el odio, también gracias a la labor de la justicia, a la imprescindible colaboración internacional que quiero hoy poner en valor, al valioso y valiente trabajo de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, a la Ertzaintza, a la Policía Municipal y, por supuesto, a la sociedad vasca y a la sociedad española.
Muchos jóvenes de hoy no habían nacido cuando Miguel Ángel fue asesinado. Hoy crece, afortunadamente, una generación que no ha vivido en una España cercada por la acción del terrorismo. Y eso es una inmensa alegría.
Pero hay que seguir contando esta historia, hay que mantenerla viva, porque también merecen conocerla. Y porque también necesitamos que la sociedad no olvide. Por eso, es importante el esfuerzo de organizaciones de la sociedad civil vasca por mantener la memoria de Miguel Ángel y la memoria de todas y cada una de las víctimas del terrorismo.
Y, por eso, también, son importantes iniciativas como la que están desplegando los Ministerios de Interior y Educación y Formación Profesional, que bajo el título Memoria y Prevención del Terrorismo, llevarán testimonios directos de las víctimas a las aulas de la Educación Secundaria y Bachillerato en toda España.
Un gran ejemplo de esta nueva página de nuestra Historia fue la inauguración del Museo Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, en Vitoria, que, si algo va a hacer, es preservar y difundir los valores democráticos y éticos que encarnan, encarnáis las víctimas. Espacios que se levantan para construir una memoria colectiva y continuar la defensa de la libertad y de los Derechos Humanos. Y lo es también el ejercicio de memoria que realizáis aquí, querido alcalde de Ermua, como está siendo este acto institucional conmemorativo.
Estimada Mari Mar, somos conscientes de que ni todos los actos de reconocimiento, ni la entrega de condecoraciones, ni las medidas de carácter asistencial de apoyo ni los homenajes serán nunca suficientes para compensar la ausencia de tu hermano Miguel Ángel. Ni la de Miguel Ángel ni la de todos aquellos hombres y mujeres que, como él, salieron un día a trabajar, a defender sus ideas políticas en un ayuntamiento, a escribir en un periódico, a dar clase en la universidad o, simplemente, a pasear, y nunca más regresaron, dejando en sus familias un hueco insustituible.
Pero a pesar de eso, debemos seguir empeñados en la memoria y en el recuerdo. Y debemos seguir empeñados en el afecto hacia las víctimas, porque parte de nuestra dignidad como sociedad se la debemos a todas ellas. La paz, estimados amigos y amigas, nos ha costado mucho dolor. Ojalá ese dolor se transforme definitivamente en una conciencia colectiva indestructible que nos proteja siempre, siempre, siempre, de la violencia.
Muchas gracias.
(Transcripción editada por la Secretaría de Estado de Comunicación)