Europa está sufriendo su mayor crisis desde la Segunda Guerra Mundial. Nuestros ciudadanos están muriendo o debatiéndose en hospitales saturados por una pandemia que representa la mayor amenaza de salud pública desde la gripe de 1918.
Europa se enfrenta a una guerra distinta de las que hemos conseguido evitar en los últimos setenta años: una guerra contra un enemigo invisible que está poniendo a prueba el futuro del proyecto europeo.
Las circunstancias son excepcionales y exigen posturas contundentes: o estamos a la altura de las circunstancias o fracasaremos como Unión. Es un momento crítico en el que incluso los países y los Gobiernos más europeístas, como es el caso de España, necesitamos pruebas de compromiso real. Necesitamos una solidaridad contundente.
Porque la solidaridad entre europeos es un principio clave de los tratados de la Unión. Y se demuestra en tiempos como este. Sin solidaridad no habrá cohesión, sin cohesión habrá desafecto y entonces la credibilidad del proyecto europeo quedará gravemente dañada.
En las últimas semanas se han tomado importantes decisiones que celebramos, como el nuevo programa temporal de compra de emergencia del Banco Central Europeo y, esta misma semana, el plan Sure de la Comisión, para los afectados por desempleo. Pero no es suficiente. Hay que ir más allá.
Europa debe poner en pie una economía de guerra y promover la resistencia, la reconstrucción y la recuperación europea. Tiene que hacerlo cuanto antes con medidas que respalden el endeudamiento público que estamos asumiendo muchos Estados. Y tendrá que hacerlo después, una vez superada la emergencia sanitaria, para reconstruir las economías del continente movilizando gran cantidad de recursos a través de un plan que hemos llamado nuevo plan Marshall y que habrá de contar con el respaldo de todas las instituciones comunes.
Europa nació de las cenizas de la destrucción y el conflicto. Aprendió las lecciones de la Historia y entendió algo muy sencillo: si no ganamos todos, al final, todos perderemos.
Podemos transformar esta crisis en una oportunidad para reconstruir una Unión Europea mucho más fuerte. Pero para ello, necesitamos poner en marcha medidas ambiciosas. Si seguimos pensando en pequeño, fracasaremos.
Estados Unidos respondía a la recesión de 2008 con estímulos mientras que Europa respondía con austeridad. Los resultados son por todos conocidos. Hoy, que asoma una crisis económica global de mayor calado que aquella, Estados Unidos ha aplicado la mayor movilización de recursos públicos de su historia. ¿Está dispuesta Europa a quedarse atrás?
Es el momento de romper los viejos dogmas nacionales. Estamos en un tiempo nuevo y necesitamos respuestas nuevas. Conservemos nuestros valores positivos y reinventemos el resto.
En los próximos meses será inevitable que los Estados miembros generemos una deuda mayor para responder a las consecuencias de una crisis que es sanitaria, pero que también es económica y social. Por eso, las respuestas no pueden ser las mismas que estaban previstas para choques asimétricos de la economía, como una crisis financiera o bancaria en un Estado aislado o un grupo de Estados. Si el virus no entiende de fronteras, los mecanismos de financiación tampoco pueden hacerlo.
El Mecanismo Europeo de Estabilidad puede ser útil en una primera fase para inyectar liquidez a las economías europeas mediante una línea de crédito, siempre que esta sea universal y no condicional, pero no va a ser suficiente en el medio plazo.
El desafío al que nos enfrentamos es extraordinario, sin precedentes. Exige una respuesta unida, única, extrema y ambiciosa para preservar nuestro sistema económico y social. Para proteger a nuestros ciudadanos.
Los españoles siempre hemos protegido y defendido el proyecto europeo. Es el momento de la reciprocidad. Con nosotros, con Italia y con todos y cada uno de los 27 países de la Unión.
Es el momento de actuar de forma solidaria: creando un nuevo mecanismo de mutualización de deuda, actuando como un bloque en la adquisición de productos sanitarios de primera necesidad, estableciendo estrategias coordinadas de ciberseguridad y preparando un gran plan de choque para que la recuperación del continente sea rápida y sólida.
Para que no haya brechas entre el norte y el sur. Para no dejar a nadie atrás.
Vivimos tiempos muy duros que exigen decisiones valientes. Hay millones de europeos que creen en el proyecto de la Unión. No los abandonemos. Démosles razones para seguir creyendo. Ahora o nunca, porque, en estos momentos, Europa se la juega.
Información publicada con la autorización del diario El País