Discurso del presidente del Gobierno, Pedro Sanchéz, en la California Southern University

28.9.2018

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California Soutthern University, Los Ángeles

Buenas noches, señoras y señores,

Quisiera dar las gracias a la gran Universidad del Sur de California, la USC, a su presidente, al rector, a la Facultad, al claustro y a los estudiantes por haberme recibido hoy aquí.

También, quiero dar las gracias a los representantes de los estudiantes latinos. Y, también, a mi querido amigo, el profesor Jacob Soll, y a mi queridísimo amigo y siempre fuente de inspiración, Manuel Castell.

Y Michael Felix, por favor, déjame que te dé las gracias, también. Gracias por tus bonitas palabras sobre mí, y, sobre todo, sobre mi país, España., cuyo legado está tan arraigado aquí en el sur de California.

Llevo seis días en Estados Unidos. He participado en multitud de eventos, reuniones bilaterales, foros políticos y económicos, y me he dirigido también a la propia Asamblea General de las Naciones Unidas, ante las delegaciones de numerosos países.

Y tengo que confesar que de todas mis intervenciones, ésta, casi al final de nuestra visita, ésta que les dirijo hoy a ustedes, es para mí la más significativa.

He estado pensando durante mucho tiempo qué les iba a contar. Soy profesor universitario. Me encanta enseñar. Y me aterroriza la idea de aburrir a mis alumnos. Así que, en el vuelo desde Nueva York estuve pensando que lo mejor que podía hacer es tratar de ponerme en su lugar, en el lugar de ustedes. Tratar de ver qué es lo que me gustaría escuchar si yo fuera uno de ustedes. ¿Qué querrían ustedes oír decir al presidente de un país lejano que viene aquí a hablar ante la Universidad? Y pensé, si yo estuviera sentado donde están ustedes sentados ahora, a mí me gustaría que me hablara de los retos a los que se enfrenta mi generación.

También, quisiera escuchar a alguien que pudiera darme confianza y ánimo para el futuro y para asumir los retos que tenemos por delante. Y también esperaría que ese o esa presidenta, ese líder, hablara con sinceridad, sin ocultarnos la profundidad de los retos a los que nos enfrentamos como sociedades abiertas y plurales en todo el planeta. Pero, también, sin inspirar miedos ni temores.

Quiero decirles a todos que son una generación que va a tener que luchar frente a muchos obstáculos. Se lo voy a decir con sinceridad, no va a ser fácil. Ayer en la Asamblea General de las Naciones Unidas tuve el honor de hablar en nombre de mi país, y me refería a algunos de estos obstáculos: el cambio climático, las desigualdades y la crisis migratoria. Sólo por nombrar unos pocos. Los tres tienen algo en común, son retos globales contra los cuales ningún país puede luchar solo.

Las sociedades están cada vez más interconectadas, y este va a ser el futuro que nos espera. Es el mundo en el que un ejército no tiene la fuerza por sí mismo, en el que el tamaño de una economía tampoco va a decidir qué poder se tiene. Ni tampoco se trata de un juego en el que unos ganen y otros pierdan. Es un juego en el que o todos ganamos o todos salimos perdiendo.

Es un juego en el que toda la humanidad o gana o pierde esta batalla contra las amenazas globales. En este caso, vuestra generación, vosotros tenéis todos que dar un paso hacia adelante. Sobre todo, aquellos que tenéis la ocasión de adquirir valiosos conocimientos en la Universidad para ponerlos al servicio de la sociedad.

Tenéis la responsabilidad de dar servicio, de atender al bien común. Yo lo creo. Y por eso, quiero hablar, en particular, a los alumnos de esta prestigiosa Universidad.

Algunos os dirán que sólo os tenéis que centrar en vuestra carrera profesional, y, bueno, lo tendréis que pensar. Está claro. Es esencial. Y, también, en poder llegar a una buena posición y llevar una vida cómoda. Y eso también es muy importante. Pero dejarme que os diga una cosa. No estáis aquí sólo para luego trabajar, sino porque sois los agentes del cambio, los líderes de vuestro propio tiempo.

Así que no os resignéis a quedaros demasiado cómodos. Comprometeros. Participad. Y no penséis que las cosas que se os dan son así y hay que aceptarlas. Rebelaos. Pensad que sois una generación en la que puede que tengáis unas cosas más fáciles que otras, pero no dejéis que nunca nadie os quite el deseo de seguir trabajando por vuestro mundo y mejorarlo. Cuestionad las normas. Aquellas normas que penséis que estén sesgadas por el prejuicio y la injusticia. Cuestionad aquellas cosas que se dan por sentadas. Cuestionad a aquellos que os dicen que hay cosas que no se pueden cambiar porque siempre ha sido así.

Creedme, si cada generación anterior no hubiera cuestionado, no se hubiera rebelado y no hubiera intentado superar los límites, el mundo no sería lo que es hoy. No disfrutaríamos de libertad ni de prosperidad, ni de todos los avances tecnológicos y médicos que eran impensables hace nada. Sin la voluntad de actuar, esa lucha por la igualdad nunca hubiera generado los frutos que ha dado la segunda mitad del siglo pasado. Y no hubiéramos tenido esa suerte.

Por supuesto, este no es el mejor de los mundos posibles. Todavía queda mucho por hacer. Y solamente hemos avanzado un poco por ese camino que todavía nos queda por delante, pero recordad que las anteriores generaciones han luchado para que los principios universales, los derechos universales, los derechos humanos se pudieran plasmar en la ley.

Y la tarea de esta generación es dar el paso siguiente, asegurarse de que ese cambio legal lleve a una transformación concreta de nuestra realidad.

Cuando os digan que esta manera de pensar es utópica. Cuando nos digan que da igual cuánto avancéis, jamás vais a poder llegar al horizonte, decidles que, precisamente, de eso tratan las utopías, de seguir avanzando hacia ese horizonte.

Siempre tenéis que estar en movimiento. Nunca dormiros en los laureles. No dejéis que os intimiden los retos a los que me acabo de referir. Porque, por encima de todo, vuestra generación va a ser la que logre algo que la mía no ha conseguido. Vais a poder superar muchos retos. Vais a poder superar los grandes retos a los que nos enfrentamos. Vais a ser la generación que cure enfermedades, hasta ahora incurables; los que podréis tener una inteligencia artificial con valores humanos, los que vais a ralentizar el cambio climático. Los que vais a poner freno a esa violencia indiscriminada contra las mujeres, y vais a ser los que reduzcáis la pobreza.

Queridos amigos, dejadme que os diga algo: vengo de un país donde la democracia tardó mucho, mucho tiempo en asentarse, tras una trágica guerra civil, seguida de una dictadura que condenó a miles de españoles a muerte y al exilio. Muchos de ellos, de hecho, eran pensadores, intelectuales que consiguieron seguir sus estudios y su labor académica en otros países, y también aquí, precisamente, en California. En mi país, España, hace tan sólo 40 años --sólo hace 40 años--, una mujer no podía tener propiedades, ni una cuenta corriente sin el permiso de un hombre, ya se tratase de su marido o de su padre. Un país, donde la movilidad social sólo dependía de tu apellido, más que de tus competencias. Un país en donde una educación de calidad era un sueño inimaginable para la mayoría de la población.

Un país que tardó mucho tiempo, demasiado tiempo en llegar a ese destino soñado por generaciones y generaciones de españoles, llamado Europa. Una España de valores compartidos, de libertad, derechos humanos, paz, prosperidad y el Estado de derecho.

No obstante, en muy, muy poco tiempo --en solo cuatro décadas, cuatro décadas--, esa misma España ha establecido una sociedad libre y democrática. Ha hecho que la buena educación sea accesible para la inmensa mayoría de la población, y el sistema público universal de sanidad se ha convertido en el símbolo universal del Estado del Bienestar.

Tenemos trabajo que hacer, mucho, para poder seguir mejorando, seguir teniendo una economía vibrante que distribuya de manera equitativa los frutos del crecimiento y aborde las desigualdades y promueva la inclusividad. Hemos llegado tarde a muchas de estas conquistas, pero lo hemos hecho con tanta fuerza y con tanta determinación que no nos hemos quedado ahí.

España, queridos amigos, fue uno de los primeros países del mundo en donde se legalizó el matrimonio homosexual. Y donde se adoptó una legislación frente a la violencia de género.

Hay pocas cosas que me enorgullezcan más que ser el presidente de un Gobierno en el que dos tercios de sus miembros son mujeres, un nivel histórico de liderazgo. Pero vamos, no es todo obra mía, es un logro colectivo. Y esto es algo que quisiera resaltar. Es el poder del movimiento global, el del 21 de enero de 2017. Todo el mundo miró hacia Washington con ocasión de la marcha de las mujeres. El 8 de marzo de 2018, mi país se unió a ese espíritu con una fuerza imparable. España literalmente se paró. Se paró con un único objetivo: convertir la igualdad en una igualdad real, en términos de oportunidades y sueldos. Y estamos respaldando estas causas con determinación.

Nosotros creemos que ahora ningún Gobierno, sea cual sea su color político, las va a poner en tela de juicio. Somos un país que mira hacia el futuro sin miedo. Incluso en lo más profundo de la crisis económica, nuestro país no se vio asaltado por mensajes de odio. Tenemos una población de las más abiertas del mundo a acoger a los refugiados que huyen del hambre o de la persecución política.

Quiero que sepáis que España es un país innovador y generoso. Exportamos talento. También queremos atraer talento en sectores como la ciberseguridad, la inteligencia artificial, las energías limpias, la biotecnología y la agricultura sostenible.

No solamente queremos crear puestos de trabajo y crecimiento, que es importante, sino una economía sostenible y justa. Queremos gestionar nuestros recursos públicos y privados, sabiendo que es un tesoro que tenemos que administrar con habilidad y con ética. Esa es la España de hoy. La España en la que creo y por la que trabajo duramente, con una agenda progresiva para el cambio.

Tenemos en el Gobierno un Ministerio dedicado íntegramente a la transición ecológica cuyos objetivos climáticos son tan ambiciosos como los del Estado de California.

El Gobierno, nuestro Gobierno asume como una prioridad inaplazable la lucha contra la pobreza infantil. También abordamos los retos de los migrantes y los refugiados desde una perspectiva humanitaria. El corazón de esta agenda progresiva radica en lo que hemos aprendido de la crisis económica y es algo que yo quisiera compartir con vosotros.

Hemos aprendido que una sociedad más desigual es una sociedad dividida y frágil. Hemos aprendido que la democracia liberal tiene que ayudar a repartir la riqueza que crea entre todos los ciudadanos si queremos que nuestros valores sobrevivan.

Hemos aprendido que seguir como antes, seguir como siempre, dejar que las desigualdades económicas desmoronen y socaven la igualdad no es la vía a seguir, porque entonces, el miedo, la apatía y la falsa información nos van a dividir. Y, además, insisto, no somos nosotros contra ellos. Estamos todos juntos en esto.

Amigos, como sabéis, mi país lleva presente en California desde hace casi cinco siglos. En cierto sentido, España era global antes incluso de que existiera el concepto de la globalidad. No siempre ha sido fácil, como os podéis imaginar. Es una historia compleja de conquista, pero, también, de progreso y de culturas nuevas asombrosas que surgieron de esa mezcla de personas que tenemos aquí. Esta es una riqueza compartida y común. Y eso me da muchísima esperanza que nos hayamos podido reunir aquí, después de 500 años compartiendo objetivos y valores. Esa profunda relación entre España y California continúa como lo ha hecho durante tantos siglos por un camino difícil, pero lleno de esperanza para crear un mejor futuro para nuestros ciudadanos.

Uno de los grandes rasgos de nuestro presente es una cultura y un lenguaje vibrante en todo Estados Unidos, pero, sobre todo aquí, en Los Ángeles. Este gran Estado, esta gran ciudad representa, en mi opinión, lo mejor que tiene este gran país, que es Estados Unidos: nunca hay que dejar de valorar como nos enriquece la diversidad. Nos hace más fuertes y más capaces de entender el mundo que está por venir. La historia de estos lugares es una fuente de inspiración para todo el mundo. De verdad lo creo. No sólo la historia de California, sino la de este gran país, Estados Unidos de América.

Millones de personas vinieron a este continente huyendo de la miseria, de la persecución política o de la intolerancia religiosa. Es la historia de nuestras sociedades, de este país, y la historia del gran Estado de California.

No podemos olvidar las lecciones del pasado a la hora de entender nuestro momento actual. Y por eso, cuando me preguntan con una cierta mezcla de enojo y miedo por la inmigración en mi país, yo les recuerdo que no podemos olvidar que nosotros somos y fuimos también un país de emigrantes.

Las familias de sus antepasados, probablemente, cruzaron el Atlántico hacia el Nuevo Mundo en busca de esperanza. Esa es la grandeza de esta tierra, a la que mi país admira tanto, y de este Estado, California, donde la presencia de los latinos y de personas con tantos orígenes diversos nos hacen tan únicos y tan especiales.

Queridos amigos, os he hablado de la necesidad de luchar contra la resignación. Sé que no es fácil, que la tentación de tirar la toalla es muy fuerte. Yo esa sensación la conozco de sobra. A veces, uno tiene que enfrentarse a las fuerzas oscuras del pasado, sin el aplauso y, a veces, sin ni siquiera la aprobación de tu propia generación.

Sé lo difícil que es enfrentarse a intereses bien arraigados y no hacer caso de esas voces que dicen que tu lucha no tiene sentido y que todo está por encima de tus posibilidades. Y, a veces, hay que admitirlo. A veces, alguna de esas voces es tu propia voz. Y esa duda, esa lucha interna, no sólo afecta a los políticos. Estoy seguro de que vosotros, alumnos, profesores, muchas veces os sentís incapaces frente a los retos que tenéis por delante. Y estos os pueden socavar, pero solamente si dejáis que esto ocurra.

Yo, a veces, en los últimos años, me he sentido así. Y pensé en dejarlo todo. Pero, sabéis, hoy, echo la vista atrás y veo cómo los momentos más difíciles de esos periodos de duda y soledad merecieron la pena. Merecieron que luchase. Todo ha merecido la pena siempre que haya sido para poner fin a la violencia contra las mujeres. Ha merecido la pena si ha sido en servicio de la universalización de la atención sanitaria para que todo el mundo pueda disfrutar de este derecho universal a proteger su salud durante toda su vida.

Ha merecido la pena si ha permitido que miles de trabajadores hayan podido conseguir unas condiciones de trabajo y de vidas dignas para ellos y para sus familias. Ha merecido la pena si ha permitido luchar por unas políticas de migración con un talante humanitario. También ha merecido la pena si muchos de esos inmigrantes han conseguido una segunda oportunidad, como muchos de nuestros antepasados. Creo que todos estos esfuerzos han merecido la pena si podemos luchar contra el cambio climático, algo que nos une a todos, en la comunidad global.

Por encima de todo, queridos amigos, me he dado cuenta de que la lucha contra la apatía es la batalla de nuestra época. Por favor, asumid los desafíos más duros; creed en un futuro mejor y demostrarles que se equivocan.

Yo tuve la ocasión de leerme una entrevista que dio Michael cuando se le eligió como presidente de la Junta de Gobernadores de Antiguos Alumnos, de la USC. Él creía que no estaba destinado a sacarse el título universitario en un principio, pero fue la insistencia y la persistencia de uno de sus profesores lo que realmente cambió literalmente su vida, y ese ejemplo me lleva a reconocer aquí el trabajo de los educadores.

Permitidme que me dirija a vosotros. Tenéis la oportunidad de salvar vidas desde una edad muy temprana. Y, en muchos casos, conseguir poner en cuestión, y en mejor de los sentidos, el camino al que se había predestinado a muchos jóvenes. Gracias por vuestro trabajo. Sé que no siempre tiene el reconocimiento que merece, pero hay que decirlo: sois un pilar fundamental de nuestra sociedad.

Queridos amigos, el poder del ejemplo es lo mejor para el progreso, tanto para ciudadanos como para Gobiernos. Si estamos juntos y luchamos juntos, creo de verdad que lo mejor está por llegar. Y vamos a poder resolver los problemas que tenemos delante. No elegimos el tiempo que nos toca vivir. Y viniendo al mundo, está claro que vuestra generación está destinada a luchar contra grandes problemas, pero os digo que soy optimista. Porque sé que tenéis grandes capacidades. Grandes cualidades. Sé de lo que sois capaces como generación. Como decía antes, no dejéis que nadie os diga que no es posible. Creedme. Todo lo tenéis a vuestro alcance.

Muchísimas gracias.

(Transcripción editada por la Secretaría de Estado de Comunicación)