Intervención del presidente del Gobierno en el acto #Avanzamos

17.9.2018

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Casa de América, Madrid

Buenos días.

Creo que todos estaremos de acuerdo en que en la vida uno no siempre elige cuándo ocurren las cosas. A veces es la coyuntura, el contexto, el que elige por nosotros y por nosotras. El que en definitiva anticipa los acontecimientos.

En mi opinión y en opinión de muchos españoles y españolas, nuestro país no podía aguantar dos años más.

Por eso dimos un paso al frente. Por eso encabecé una alternativa pensada, sólo y exclusivamente, para recuperar a nuestro país.

Un país que necesitaba y que necesita ser más justo, más limpio, más igualitario, más feminista y con una clara vocación europeísta. Un país que necesitaba reencontrarse con lo mejor de sí mismo. Un país que diera oportunidades a sus jóvenes y quizá no tan jóvenes y que no los obligara a coger las maletas.

Un país en el que habíamos dejado de caminar juntos, en el que olvidamos lo que tanto nos costó aprender durante estos últimos cuarenta años, tras la aprobación de la Constitución, que llegábamos más lejos cuando dialogábamos, cuando nos encontrábamos en el acuerdo.

Diálogo entre todos. Entre la política y la sociedad civil; entre los empresarios y los trabajadores; y en definitiva entre la ciudadanía consigo misma.

España necesita estabilidad. Y la estabilidad pasa, necesariamente, por el acuerdo y la política. Por la política, pero en el mejor sentido de la palabra "política", esa que durante los últimos años hemos olvidado a fuerza de señalar lo que nos separa, lo que nos diferencia, lo que nos impide acordar, por encima de todo lo que nos une.

En mi opinión, siempre he tenido en cuenta que la política es el arte de solucionar los conflictos; no de provocarlos. La política es el arte de unir, no de dividir, no de disgregar, no de fraccionar. Y si lo pensamos bien España en buena medida es eso, es unión, es convivencia, es respeto, es diversidad, es pluralidad, es integración y es cohesión. Tanto nos costó aprenderlo que no podemos olvidarlo ahora, y no por el coste que supuso aquella travesía, tan larga y tan dura para muchísimos españoles y españolas durante la dictadura, sino por todos los éxitos cosechados durante estos últimos 40 años de Constitución.

De entre todos esos éxitos, permítanme señalar uno por encima de cualquier otro, un éxito que nos une a todos y todas con independencia de cuál sea nuestra ideología o nuestra orientación de voto en todos los procesos electorales: Europa.

Y no hablo de la defensa de un ideal abstracto. Hablo de la defensa de Europa en un momento en el que se está librando una batalla, muy dura, entre quienes reafirmamos la vigencia de sus valores fundamentales, que a mi juicio siempre han sido los de la Revolución Francesa, la libertad, la igualdad, y la fraternidad, y con los cuales creo que el conjunto de la mayoría social de nuestro país siempre se ha asentido identificada, frente a aquellos otros que han dejado de creer en Europa, si es que alguna vez creyeron.

Y es cierto que se pueden cuestionar muchas de las soluciones que se dieron a la crisis de la Eurozona durante esta década perdida, de hecho, creo que tenemos que asumir, desde la política, muchos de los errores que se cometieron y que han afectado al propio relato de la Unión Europea.

Pero Europa no está en cuestión en España. Todo lo contrario: reivindicamos la necesidad de una mayor y mejor Europa para afrontar los desafíos inmediatos y los que están por venir.

España, desde ese bloque progresista, liderará esta idea. Y lo hará sumando fuerzas con Gobiernos que, incluso desde discrepancias ideológicas, que tenemos, compartan con nosotros el necesario combate que tenemos que librar contra la eurofobia que, desgraciadamente, se está extendiendo por nuestro continente.

Hay quien se empeña en señalar lo que nos separa. En poner el acento en identidades que dividen, que fracturan, que segregan, y nunca en las identidades que nos vinculan. Son los mismos a quienes no les importa enfrentar y dañar la convivencia al precio que sea. A ellos les diré, que la estabilidad se garantiza desde un equilibrio al que todos tenemos la obligación de contribuir.

Hace unas semanas visité varios países de América Latina, y he de decir que fue un viaje, en cierta medida, revelador. Y les voy a explicar porque; les habrá ocurrido también a ustedes que no hay mejor manera de ver las cosas con claridad que tomar cierta distancia de ellas. Somos un gran país, que siempre tenemos este defecto de hacernos de menos, pero, afortunadamente, otros, todavía ven con claridad la grandeza de nuestro país.

Lo vi, por ejemplo, en el trabajo que hacen nuestros cooperantes en Bolivia; en la determinación y el compromiso emprendedor de muchísimas empresas en Santiago de Chile; de la comunidad española en Colombia; del trabajo innovador de muchísimos españoles y españolas Costa Rica, en el compromiso contra el cambio climático.

Y lo vi, por encima de todo, y con muchísima emoción en los ojos de Dolores Rodríguez. Una mujer que llegó a Chile a bordo del famoso buque Winnipeg, en 1939, siendo una niña, después de la tragedia del exilio, como consecuencia de la Guerra Civil y la dictadura franquista, y que, ochenta años después, se acercó a la embajada de España en Santiago, simplemente para dar las gracias al Gobierno de España por haber reivindicado una mejor democracia con la exhumación del dictador Franco del Valle de los Caídos.

Y tengo que decirles que me emocioné. Y me ayudó a entender que todo aquello que habíamos dicho en la oposición, de la necesidad de construir un país más justo, con una calidad democrática mayor, que no dejara a nadie atrás, que diera oportunidades, que las creara, que fuera puntero en muchos sectores, en el sector de la ciencia, cumplidor con los objetivos con Europa, era posible. Y que, para ello, tenemos que recuperar el valor de la política útil a la sociedad. Útil para transformar y para avanzar. Útil para fortalecer las instituciones y confrontar la antipolítica, que se alimenta de las "fake news", de las que, desgraciadamente, también hemos sido testigos aquí, en España, en las últimas semanas.

La crisis económica y sus efectos, ha dejado una huella profunda en nuestro país, creo que todos podemos estar de acuerdo con ello. Fue en ese momento, sin embargo, y con todas las dificultades, cuando la sociedad sacó lo mejor de sí misma. Fue entonces cuando las pequeñas, medianas y grandes empresas, punteras en muchísimos sectores estratégicos, como por ejemplo el sector de las energías renovables, supieron abrir mercados y exportar talento. Las organizaciones sociales, los empresarios y los sindicatos, mantuvieron redes de seguridad cuando el Estado empezó a retirarse y a retroceder, como consecuencia de las políticas equivocadas que se dieron a la crisis.

Pero es hora de volver a caminar juntos. No por delante de la sociedad civil ni tampoco por detrás. Sencillamente a su lado. Este gobierno quiere gobernar en coalición con la sociedad.

Hace algo más de cien días asumí la responsabilidad de formar Gobierno. Y entendí que había llegado el momento de dar un paso al frente. Por eso, me comprometí entonces a crear un Gobierno ejemplar en la regeneración democrática y la lucha contra la corrupción, después de estos siete años donde desgraciadamente la política se vinculó, en exceso, a los casos de corrupción. Un Gobierno capaz de proyectar al mundo la idea de la España de la igualdad. Un Gobierno abierto, profesional, cualificado, europeísta y ecologista, feminista y progresista. Un Gobierno formado para proyectar un valor transformador, cuando lo que primó durante estos últimos años fue precisamente lo contrario, la parálisis política.

Un gobierno, en definitiva, para impulsar una auténtica agenda del cambio y superar el retroceso de estos últimos años. Que afrontara las urgencias sociales primero, y que pusiera al país en el camino adecuado para abordar las grandes transformaciones que necesita nuestro país de aquí al año 2030.

¿Y por qué 2030? No se trata solamente y exclusivamente, aunque ya valdría, para una persona progresista como soy, con que sea un hito marcado y fijado por Naciones Unidas y en consecuencia aprobado por todos los países que formamos parte de ese organismo multilateral. 2030 porque representa, también, la década que tenemos por ganar. Frente a la década perdida, España necesita ganar una década, una década para recuperar la prosperidad y la confianza de la clase media y trabajadora de nuestro país.

España, como saben ustedes, sufrió, como pocos, las consecuencias de esa grave crisis económica. En primer lugar fue económica, posteriormente fue social y también institucional y política.

En estos últimos años de esta década, es cierto que hubo recuperación económica, ahí están los datos que lo acreditan, no se puede negar la evidencia, pero también es cierto que esa recuperación no ha sido justa, no está llegando al conjunto de la mayoría social de nuestro país. Quienes pagaron la mayor parte de la factura de la crisis, son los mismos que ahora no perciben la recuperación en sus bolsillos, en sus condiciones de vida, en sus condiciones laborales.

Es imposible pedir a quienes más necesitan de la idea de la política que creyeran en ella, cuando la realidad es que la política estaba paralizada. España vivía una paralización generalizada.

En la Administración Pública, donde los servidores públicos han visto sistemáticamente recortados sus derechos y sus condiciones laborales. En la ausencia de toda voluntad de luchar contra la precariedad laboral, por el empleo digno, por la igualdad laboral entre hombres y mujeres o contra esa aberración de nuestro tiempo, que es la pobreza infantil, y que afecta al 28% de nuestros niños y niñas.

En definitiva, se optó por el camino de no hacer nada, pensando que así se evitaba cometer errores. Obviando el hecho de que, en política, no tomar decisiones implica tomar la peor de las decisiones. Porque la parálisis conduce inevitable e inexorablemente al retroceso.

No hacer, posponer, aplazar. Ese es el legado de un tiempo en el que nada avanzó excepto la corrupción, la desigualdad y la confrontación territorial

Esas, y no otras, fueron las razones de una moción de censura que representa, y lo he dicho en muchas ocasiones, un cambio de época en la política de nuestro país.

Lo es en el sentido literal, en la medida en que supuso el triunfo de una alternativa, constitucional, no sólo ante la parálisis política, sino ante la incapacidad del Poder Ejecutivo de asumir responsabilidades políticas en un gravísimo contexto de corrupción que no sólo debilitaba a aquel Gobierno, sino que también debilitaba a nuestro sistema democrático y proyectaba una imagen lesiva, nociva de nuestro país, injusta, al conjunto del mundo.

Muchos negaban la capacidad que tenía nuestro sistema de regenerarse, y no son pocos los que incluso han hecho de esa negación la esencia de sus discursos políticos. Pero el éxito de la moción manda un mensaje claro, de un gran calado político que no debemos desdeñar, en mi opinión, y que es el siguiente: España es reformable desde sus instituciones y siempre dentro del marco constitucional.

Estamos ante un cambio de época que exige atender los deseos de una sociedad que demanda ante todo, además de ejemplaridad, que siempre es necesaria, igualdad entre ciudadanos y sus representantes.

Una sociedad civil que no entiende la existencia de determinados preceptos, que pudieron tener sentido en un momento determinado de nuestra historia, en el pasado, hace décadas, pero que hoy han perdido toda razón de ser.

El cambio de época, a mi juicio, no debe detenerse, el cambio de época debe continuar avanzando. Y en consecuencia quiero anunciarles que el Gobierno va a proponer a la Cámara una reforma de la Constitución para acabar con los aforamientos.

Si todos actuamos con altura de miras esta reforma de la Constitucion entrara en vigor en tan solo 60 días desde que se inicie su tramitación en el Congreso de los Diputados. Por tanto la propuesta que quiero hacerle al conjunto de la Cámara es suprimir los aforamientos, con una reforma constitucional que propondrá, en el Consejo de Ministros, el Gobierno de España.

Determinación y avance, este es el ánimo del Gobierno. Y esperamos contar con el respaldo del conjunto de la Cámara. Ofreceríamos, a juicio del Gobierno, una señal relevante, inequívoca, generosa, de ejemplaridad, de solidaridad y de empatía. Que los ciudadanos vuelvan a creer en la política creo que es el reto común que tenemos todos y cada uno de los partidos políticos, todos y cada uno de los grupos parlamentarios, y sin lugar a dudas es también el propósito común de nuestro Gobierno.

Es ese espíritu de ejemplaridad el que inspira, también, cada una de las medidas que en estos 100 días hemos aprobado desde el Gobierno, un período corto de tiempo, que arranca con la constitución del Gobierno más feminista de la historia de nuestro país, el Gobierno con más mujeres del mundo está aquí, en nuestro país. Un Gobierno que impregna transversalmente su labor con lo mejor de los ideales europeos, de la vigencia del modelo social europeo, y dispuesto a atender las urgencias pendientes, las más inmediatas: la pobreza infantil, que no admite ningún tipo de demora; la lucha contra la violencia de género; la lucha contra la temporalidad, contra los falsos autónomos o la precariedad. Es lo que dijimos y es lo que estamos haciendo.

Nos hemos puesto a trabajar desde el primer Consejo de Ministros y Ministras en medidas concretas para mejorar la vida de la gente. Y hemos hecho más en tres meses que, por desgracia, en estos últimos siete años.

Es un gobierno que avanza. Y que lo hace a pesar de quienes optan por el bloqueo, la gesticulación o las "fake news".

Avanzar en feminismo es decir, a toda la sociedad que a este Gobierno sí le afecta, si le incumbe, si le importa y si le ocupa la lucha contra la desigualdad. Es luchar contra la violencia de género poniendo en marcha el Pacto de Estado contra la Violencia de Genero, que estaba paralizado tras su firma, y es avanzar en la igualdad laboral entre hombres y mujeres y singularmente en la brecha salarial que sufre la mitad de la población en nuestro país.

Es avanzar en la lucha contra la pobreza infantil, poniendo en marcha y duplicando la inversión, para paliar los efectos de esta pobreza infantil durante los meses de verano.

Este Gobierno avanza también en la defensa del servicio público. Lo hace impulsando la mayor oferta de empleo público de esta última década. Más de 30.000 plazas de funcionarios y funcionarias.

Y en justicia laboral, a través de un Plan Director por el Trabajo Digno que ya ha dado sus primeros frutos. Más de 8.000 falsos autónomos, en pocas semanas, ya están afiliados al Régimen General de la Seguridad Social, como consecuencia de la aprobación de este Plan Director. Una medida compatible, tiene que serlo, con la mejora de las condiciones de los trabajadores autónomos, un colectivo ignorado, desgraciadamente, durante demasiado tiempo y al cual este Gobierno quiere prestar especial atención.

Hay que seguir luchando contra la precariedad, por la creación de empleo entre la gente joven, contra los falsos contratos parciales, las horas extraordinarias sin remuneración y contra la precarización como precio a pagar por un crecimiento injusto.

Este Gobierno, también, avanza en una de las materias que tiene que ser fundamentales en el corto, en el medio, y en el largo plazo, como es la educación pública y de calidad.

Por eso el pasado viernes el Consejo de Ministros inició el camino de la reversión de los recortes en materia educativa que se perpetraron durante estos últimos años Vamos a rebajar el número de alumnos por clase y no vamos a permitir que las sustituciones del profesorado se eternicen y con esta eternización lo que se haga sea minorar el funcionamiento de los centros educativos.

Una de las primeras medidas adoptadas en este ámbito fue recuperar financiación perdida en becas, modificar exigencias académicas y también de renta. Y otra de las medidas que vamos a poner en marcha con los agentes sociales es una apuesta clara por la Formación Profesional, por la Universidad y por la ciencia y la investigación.

Avanzar en cohesión social es, también, recuperar la sanidad universal, implementar la subida de las pensiones y en particular las de viudedad. Y seguir trabajando en retos intergeneracionales de enorme calado, como es, por ejemplo, garantizar la sostenibilidad y la dignidad de nuestras jubilaciones. Y en ese sentido quiero pedir, a los grupos parlamentarios que continúen trabajando, en el marco de la Comisión del Pacto de Toledo, para defender un elemento que es clave, la clave de bóveda de nuestro Estado del Bienestar, como es la Seguridad Social y nuestro sistema público de pensiones.

Avanzar en europeísmo es buscar soluciones europeas a desafíos globales. España en estos cien días ha vuelto a estar presente en el núcleo decisor de Europa. Quiere estarlo por convicción moral. Porque tenemos fe en Europa y en la vigencia del modelo social europeo. Es evidente, lo he dicho antes, que hay corrientes que quieren retroceder. Otros que se resignan a la parálisis, pero nosotros sabemos que la mejor forma de defender Europa es con más Europa y con mejor Europa.

Más fiscalidad europea, más Europa de la defensa, y un nuevo pilar que tenemos que poner en pie, que es pilar social europeo. Esa es la Europa en la que quiere estar esta España. Y ahí va a estar, aunque otros tengan tentaciones de encabezar o sumarse a la retirada de Europa, nosotros lo que queremos es avanzar también en Europa.

Aunque suene a obviedad hay desafíos que no conocen límites fronterizos, como es, por ejemplo, la presión migratoria, a las puertas del continente. Y ante este fenómeno, el Gobierno ha sido claro: responsabilidad, pero, también, solidaridad como ejes de la respuesta a este desafío común que es la inmigración. Responsabilidad en la gestión de un desafío tan complejo, como es el de las migraciones; y solidaridad para estar a la altura de lo que este país espera de sus gobernantes: que no dejen un barco al pairo, a la deriva cargado de seres humanos e ignore sus compromisos internacionales, vinculados con los Derechos Humanos y el respeto a la dignidad humana, que es en definitiva lo que está defendiendo este Gobierno.

España y este Gobierno van a estar del lado del diálogo para hallar soluciones europeas a este desafío europeo. Y fíjense, comparto esta visión con personas que tienen ideologías y formas de entender la sociedad distintas a la mía como la canciller Merkel y con el presidente Macron. Y si he de elegir aliados, por encima de discrepancias ideológicas, tengo muy claro donde debe estar España. Que otros se planteen de lado de quienes quieren estar.

Avanzar, también, en regeneración democrática es poner fin a algo que ya hemos hecho durante estos últimos 100 días, y es poner fin a una etapa negra en RTVE. Es asumir, también, con inmediatez las responsabilidades políticas. Es retomar el diálogo con las Comunidades Autónomas, impulsando las Conferencias Sectoriales y poniendo en marcha Comisiones Bilaterales que, inexplicablemente, habían estado clausuradas, sin reunirse durante estos últimos siete años. Tan lejos llegó el desencuentro, por ejemplo, entre Cataluña y España.

Las bases de este proyecto son sólidas. Como sólida y robusta es nuestra economía, y creo que esto, también, es importante subrayarlo en este contexto de incertidumbres en el marco internacional. Recientemente el Banco Central Europeo ha situado las previsiones de crecimiento de nuestra economía entre el 2,6 y el 2,8% del PIB, confirmando la estimación de nuestro Gobierno. Seguimos creciendo por encima de la media de la Zona Euro.

El crecimiento del empleo, durante estos primeros seis meses, también es superior a la media de la Zona Euro, con una tasa de crecimiento del 2,2% frente al 1,5% de media europea. Con estas cifras, concluiremos el año con una tasa de paro en torno al 15%, que sigue siendo muy elevada en comparación con la media de la Unión Europea, tenemos que hacer mucho más por reducir de manera más intensa el desempleo, pero en todo caso creo que estamos en la buena senda.

Y también quiero anunciarles que España saldrá del brazo corrector del Procedimiento de Déficit Excesivo, como consecuencia, espero, de la aprobación de unos Presupuestos Generales del Estado, que presentaremos en las Cámaras a finales de noviembre, principios de diciembre. Y digo esto porque es importante subrayar y también señalar al resto de grupos políticos el que tienen que estar a la altura y que tienen que permitir que se aplique una senda de estabilidad que este Gobierno ha negociado con la Comisión Europea y que nos permite disponer de 6.000 millones de euros más para poder garantizarnos la estabilidad de nuestra Seguridad Social, también de la financiación de las Comunidades Autónomas y por supuesto también a la Administración General del Estado, porque son recursos, como decía, necesarios para las Comunidades Autónomas y para la Seguridad Social, para blindar en definitiva a nuestro Estado del Bienestar que está, de manera compartida, en esos tres ámbitos institucionales.

Una de las lecciones, a mi juicio, que aprendimos con la crisis es que no sólo cayeron quienes más vulnerables eran. También lo hicieron profesionales con carreras sólidas. Creo que todos los que estamos aquí presentes tenemos en nuestra mente a personas que tenían carreras profesionales exitosas y que hoy están excluidos, que saben que no van a poder volver a encontrar un puesto de trabajo.

Crear oportunidades, recuperar derechos como la sanidad, como la educación, como la dependencia. Garantizar y blindar las pensiones o tener buenas políticas activas de empleo y un mejor sistema de cobertura del paro, nos hace mejores como sociedad, esto es lo que yo creo, nos hace mejores y más fuertes como país.

Considérenlo una forma de patriotismo cívico que nos une a todos y todas. Pensemos como pensemos y votemos como votemos. Ese vínculo, aunque no lo parezca, contribuye a construir España desde el valor de lo público. Con el valor de la solidaridad. Con el valor de la cohesión.

Muchos de los presentes, que dedican su labor al mundo de la empresa y las finanzas, saben bien del valor de un gran activo intangible: la confianza. Me refiero a la confianza que seamos capaces de proyectar a partir de una pregunta y es simple y llanamente ¿cómo queremos que sea España en el año 2030? ¿Cómo nos la imaginamos?, ¿qué queremos que sea nuestro país de aquí a 2030?.

Estoy hablando de un valor intangible, del valor intangible de la cohesión social, de la certidumbre, de la inversión en educación, de la inversión en ciencia, en conocimiento, de la estabilidad, de la fortaleza de nuestras instituciones como país, de la ejemplaridad en el ejercicio de la acción pública.

Un buen entorno económico para crecer y avanzar se sostiene en un acuerdo social tácito sobre el reparto de los beneficios de esos esfuerzos. Los indicadores económicos son fundamentales, estamos todos de acuerdo, y trabajamos desde el Gobierno para que los datos sean los mejores posibles. Pero fijémonos también en los intangibles que son fundamentales a medio plazo. Es el coeficiente de optimismo. Porque la productividad aumenta cuanto menor es la incertidumbre.

El mero hecho de hacer esa reflexión, de compartirla con todos ustedes, de pensar en el mañana, cuestionando todo lo que hoy nos parece irreversible para mal ya sea la despoblación, ya sea la precarización, ya sea el desempleo, ya sea la desigualdad, ya sea la discriminación, a mí me parece que es revolucionario.

Por eso les hablo del año 2030. Como un horizonte que responde a una pregunta muy simple: ¿qué país queremos ser? Y si yo les respondiera a esa pregunta con una frase bien sencilla, yo me imagino una España 2030 que esté más comprometida con la justicia social. Esa es la España por la que está trabajando este Gobierno.

Sin un horizonte, sin una idea de país, estamos condenados a caminar como hemos caminado durante estos últimos años, en círculos, y de lo que se trata es precisamente de salir de ese círculo y de avanzar.

No me verán hacer un diagnóstico catastrofista del presente más inmediato, ni tampoco de la herencia recibida. Al pasado se mira para aprender lecciones y tomar impulso. Y en un entorno cambiante, marcado por la disrupción tecnológica y la revolución digital, lo peor que podemos hacer es cerrar los ojos, fingir que nada ha cambiado a nuestro alrededor y que algún día todo volverá a ser como antes.

Pero no está todo escrito sobre el mañana. Ni es cierto que nuestras hijas e hijos tengan que vivir peor que nosotros, casi como si esta fuera una verdad absoluta, que ha impregnado al conjunto de la sociedad de nuestro país, y no solamente de nuestro país, ni lo es que la próxima década implique trabajo precario, vidas precarias y sacrificio de unos derechos sociales que tanto nos ha costado conquistar durante estas últimas décadas.

No es incompatible hablar de economía digital, de economía colaborativa, con la dignidad en el empleo y los derechos laborales.

No es incompatible hablar de productividad con que exista la necesaria e inevitable conciliación de la vida laboral, familiar, personal, siempre pendiente en nuestro país.

No es incompatible hablar de crecimiento económico a costa de seguir sacrificando nuestro medio ambiente.

No es incompatible hablar de plataformas digitales a costa de maltratar a nuestros creadores de sacrificar nuestra propia industria cultural.

No podemos negar, creo que no lo hacemos ninguno de los que estamos aquí, ni la mayoría social de nuestro país, el alcance de los cambios que estamos ya viviendo. Cambios que afectan ya a la forma en la que trabajamos, a la forma en la que nos relacionamos a nuestro entorno. Negarlo, yo creo, que es una necedad. Y gobernar requiere dosis de ambición, lógicamente, pero también de extremado realismo.

Pero, lo que no podemos hacer es renunciar a lo que nos ha hecho grandes como sociedad y como país, renunciar a la igualdad de oportunidades, a la igualdad de género, a la lucha contra el cambio climático, a la dignidad en las condiciones laborales y de vida o a la justicia social a cambio de una idea falsa de modernidad a la que parecemos abocados de forma inexorable.

Porque déjenme que les diga:

Para este Gobierno una vivienda colmena no es una vivienda. Es una vivienda indigna.

Para este Gobierno un falso autónomo no es un trabajador liberado. Es un trabajador en condiciones fraudulentas.

Un aula con 40 alumnos, aunque tenga pizarra digital, no es educación del futuro. Es masificación y pérdida de calidad educativa.

Tampoco la ingeniería fiscal es un valor. Es un fraude a la sociedad.

Hay que llamar a las cosas por su nombre, ser operativos, ser realistas y avanzar.

Avanzar en vivienda, como quiere hacer este Gobierno, para afrontar el problema generado por la burbuja del alquiler, especialmente en las grandes ciudades y también poner coto, como está ocurriendo ahora mismo en nuestro país, a los pisos turísticos. Vamos a impulsar medidas concretas que concilien el derecho a la vivienda con la seguridad jurídica necesaria en nuestro mercado; y promover una auténtica política de vivienda pública y protegida, ausente, desgraciadamente durante los últimos años en nuestro país. Y, por cierto, una vivienda pública blindada frente a fondos buitre que nunca debieron operar en este sector.

Vamos a avanzar también en la lucha contra la pobreza energética, desde ya mismo. Con la presentación, en pocos días, de un paquete de medidas efectivas para que un bien esencial, como es la energía, como es el consumo eléctrico, no se convierta en un artículo de lujo para cientos de miles de españoles y españolas.

Vamos a avanzar en nuevos derechos, como por ejemplo en la eutanasia y vamos a luchar contra todo tipo de discriminación, los delitos de oído, o también la discriminación como consecuencia de la orientación sexual.

Vamos a avanzar en la protección de nuestros creadores, del talento y de la cultura. Somos un país de referencia en creación de contenidos. Lo vemos en series de televisión de enorme impacto global, que todos consumimos y que muestran al mundo todo aquello de lo que somos capaces.

Vamos a avanzar en derechos, derogando la "Ley Mordaza" porque ninguna sociedad realmente libre persigue la libertad de expresión. Modificando la Reforma Laboral. Los riders ya son una realidad. Y también tienen que estar protegidos y amparados por la legislación laboral.

Hay colectivos como las camareras de piso, que no pueden ni merecen seguir a la espera. Por justicia pero también por dignidad tenemos mucho por hacer para corregir uno de los efectos más perversos de la reforma laboral. Y les explico, para este Gobierno flexibilidad, si se ampara en el limbo de la subcontratación no puede ser la excusa para retroceder en derechos laborales.

Vamos a avanzar en justicia fiscal modernizando nuestro sistema tributario, para adaptarlo a la realidad y que las empresas digitales contribuyan de una forma justa que ahora mismo no hacen. Si obtienen sus beneficios aquí, que sea aquí donde paguen sus tributos, y no en terceros países. Y todo ello hay que hacerlo desde Europa, junto a nuestros socios. Porque en este ámbito, al igual que en otros como el migratorio, no existen fronteras y la única solución es afrontarlos de una manera conjunta.

Vamos a avanzar en transición ecológica de la economía, vamos a presentar ante el Congreso de los Diputados una Ley de Cambio Climático y Transición Energética con la que vamos a empezar a encarar una de las grandes amenazas que enfrenta nuestra sociedad en el presente y en el futuro.

Vamos a avanzar todavía más en educación. Con una línea de actuación prioritaria abierta en materia de Formación Profesional. Queremos que ustedes los empresarios, las empresarias participen también, en la detección de las necesidades de cualificación y en el diseño de las propias cualificaciones. Y que lo hagan en el marco de un Plan Estratégico de Formación Profesional abierto al conjunto del sector económico.

A las PYMES, esenciales en nuestro tejido productivo y que deben tener también un protagonismo clave en la definición de la acción formativa del Estado. Juntos tenemos que luchar contra el desempleo, pero también hay que luchar contra uno de los males de nuestro sistema educativo que es el fracaso escolar, fracaso escolar, o mal llamado fracaso escolar, porque un chaval de 14 años no fracasa, quien fracasa es el conjunto de la sociedad. Y juntos, vamos a hacer de este desafío una oportunidad para que España cuestione un modelo de crecimiento permanentemente abocado a la precariedad y la inestabilidad, que no genera valor añadido y que lastra nuestro potencial de crecimiento.

Señoras y señores, son muchos los desafíos pendientes. Retos que requieren de un enfoque modernizador, contemporáneo, para transformarlas en oportunidades. La lucha contra la despoblación, recuperar e impulsar el sistema nacional de dependencia, el convenio especial para los cuidadores no profesionales que en su mayoría son mujeres familiares de esos dependientes, potenciar la lucha contra el fraude fiscal y también contra la elusión fiscal, aumentar los fondos en Ciencia en I+D+I, en la reindustrialización de nuestro país, recuperar los niveles de inversión en educación pero no previos a la crisis sino los que ahora mismo están marcando la UE, construir cohesión territorial, seguir avanzando en extensión y protección de derechos también de minorías en nuestro país…

En fin, soy plenamente consciente de la entidad del desafío que este Gobierno tiene por delante. Y de las circunstancias en las que desempeña su labor. También soy consciente de que no siempre es fácil concitar el acuerdo en condiciones como las actuales, cuando la fragmentación parlamentaria hace de la necesidad del diálogo y el consenso un objetivo, en ocasiones, difícil de alcanzar.

Pero difícil no es imposible, por eso no me voy a rendir. Seguiré apelando al acuerdo necesario para hacer avanzar a nuestro país en un proyecto transformador que mire al medio plazo, que no se quede en la coyuntura, en el aquí y ahora, sino que mire al medio plazo. Y en consecuencia, les decía al comienzo de mi intervención que mucho de lo bueno que le ha pasado a este país ha llevado el sello de la sociedad civil.

Hoy, más que nunca quiero apelar a esa sociedad civil, quiero apelar a ustedes.

Esa es la auténtica razón de ser de esta convocatoria en el día de hoy.

Al mundo de la empresa; a la cultura; al tercer sector; a la ciencia y la innovación; a quienes luchan por la igualdad y por el progreso de nuestro país.

A todos nos une el mismo anhelo, el anhelo de ganar una década tras haber perdido una década, el anhelo de construir un país comprometido con la justicia social, con la regeneración democrática, y con la convivencia. Un país en el que la gente, vote lo que vote, y piense lo que piense, sienta que hay esperanza y oportunidades a las puertas de una década que va a cambiar muchas cosas, que ya nos está cambiando a nosotros mismos.

La mejor España se construye desde la suma de voluntades, no desde la resta. Lo aprendimos hace cuarenta años, cuando decidimos mirar al frente para avanzar. Mi propuesta es que lo hagamos de nuevo.

Porque, frente a la idea de una década perdida, insisto, tenemos por delante una década por ganar.

Ganémosla juntas y juntos. Avancemos juntos. Avanzamos.

(Transcripción editada por la Secretaría de Estado de Comunicación)

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