Discurso del presidente del Gobierno en la clausura de la Conferencia Internacional Proyecto de Europa, organizada por el Consejo por el Futuro de Europa del Instituto Berggruen para la Gobernanza

28.2.2014

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Madrid

Señoras y señores,

Muy buenos días a todos. Un saludo muy cordial a todos los presentes. Quiero agradecer, en primer lugar, a Nicolas Berggruen su amable invitación para clausurar de nuevo la Conferencia del Consejo para el Futuro de Europa, que organiza, como todos ustedes saben, el Instituto Berggruen de Gobernanza. Y digo "de nuevo" porque ya tuve el honor y el placer de pronunciar el discurso de clausura en la Conferencia que organizó el 28 de mayo del año pasado en París. Le agradezco muy especialmente que, tras Berlín y la capital francesa, este año haya elegido Madrid para celebrar su Conferencia anual sobre el Futuro de Europa.

Muchas gracias a todos por estar hoy aquí y bienvenidos a Madrid y a España. Y le felicito, una vez más, por haber convertido ya en muy poco tiempo el Instituto de Gobernanza que preside como una referencia en la reflexión y el debate sobre el futuro del proyecto de integración europea.

Nicolas Berggruen, y el Consejo para el Futuro de Europa que preside mi buen amigo Mario Monti, con el que tuve ocasión de colaborar muy estrechamente, y además en temas importantes y en algunos Consejos Europeos, que yo creo que tuvieron alguna utilidad, y espero que la tengan más en el futuro, para lo que es Europa, han conseguido de nuevo reunir a importantísimas figuras de la política, la intelectualidad y la empresa europea y del mundo para tratar algunas de las relevantes cuestiones que forman parte del debate actual y del futuro proyecto europeo.

Quiero dar las gracias a todos y quiero dirigirme a todos. A Mario Monti ya lo he hecho y también al presidente Passos Coelho, que, efectivamente, como decía Juan Luís Cebrián en su intervención inicial, ha pasado por momentos muy difíciles y yo, desde luego, deseo fervientemente, y estoy convencido de que va a ser así, que los va a superar porque ha demostrado arrojo, determinación y coraje; y todos los españoles, una vez más, que también vivimos nuestra situación difícil, nos solidarizamos y, sobre todo, esperamos, deseamos y estamos convencidos de que van a salir adelante. Muchas gracias.

Gracias también a Enrico Letta. También hemos tenido la oportunidad de compartir muchas cosas a lo largo de los últimos meses y estoy convencido, como acabo de decirle hace poco, que en el futuro seguirá siendo una figura muy importante en todo lo que es el proyecto europeo.

Gracias al presidente Felipe González, siempre muy activo en los temas importantes y siempre intentando ayudar a su país, al resto de los países de nuestro entorno y a los ciudadanos.

Y gracias a todos ustedes: Michel Barnier, al señor ministro de Asuntos Exteriores y también al numeroso público de estudiantes universitarios que han asistido a los debates, demostrando su interés por el proyecto europeo.

Europa, lo sabéis, y yo creo que lo asumís también, es ya parte del aire que respiráis. Muchos de vosotros habéis nacido en una España dentro de la Unión y os parece natural la inexistencia de fronteras entre la gran mayoría de los países miembros, utilizar la misma moneda y poder estudiar y trabajar en paz en el mayor espacio de libertad del mundo. Pero no deis nada por supuesto. Para que el aire que respiréis en el futuro os garantice una vida de paz, de estabilidad y de prosperidad como la que ha proporcionado en las últimas seis décadas, Europa os necesita. Necesita de vuestro entusiasmo, de vuestro trabajo para mejorar y para no pararse, porque la bicicleta que se detiene se cae y vosotros estáis llamados para pedalear con fuerza y energía, y para mantener un rumbo seguro y estable.

Queridos amigos,

El año pasado en París, en mi intervención en este mismo Foro, les decía que, después de la crisis monetaria, financiera y económica más grave de la historia de la Unión Europea, estábamos mejor que un año antes, porque entonces ya nadie ponía en duda la irreversibilidad del euro y las tormentas monetarias y financieras habían amainado. Pero entonces afirmé también que no había que dejarse llevar por ningún tipo de complacencia, porque todavía quedaba muchísimo por hacer.

Pues bien, casi un año después, estamos mejor. Hemos hecho juntos cosas muy importantes y estamos ya en la senda del crecimiento sobre bases sólidas; pero, de nuevo, no debemos ni podemos conformarnos.

Tenemos en nuestras manos el asegurar a estos jóvenes que nos escuchan que la crisis o la falta de oportunidades sea tan sólo un paréntesis de una historia de éxito y de futuro. Y yo estoy convencido que, de nuevo, el proyecto de integración europea será capaz de aprovechar la crisis para aprender, para reinventarse, para dar respuestas y soluciones a los problemas que preocupan a nuestros conciudadanos y para adaptarse a los retos globales. A pesar de las dificultades y de la crisis, coincidirán todos conmigo en que este proyecto, la Unión Europea, es con diferencia el proyecto de paz, de unidad y de prosperidad más exitoso de la historia.

Como ya me habrán oído decir alguna vez --al menos, algunos--, para darse cuenta realmente de los beneficios que la integración y la unión nos han deparado a los europeos no hay más que comparar las casi más de seis décadas trascurridas en Europa desde que el proyecto se puso en marcha en 1951 con las seis décadas anteriores, o con cualquier período de la historia europea, o de cualquier otra parte del mundo. Esto es, objetivamente, la más inequívoca prueba de lo importante y de lo positivo que para todos ha sido el proyecto europeo.

El camino de la prosperidad, una vez más, no consistirá ni en la disgregación ni en la falta de solidaridad, ni en el levantamiento de fronteras. El camino, como desde hace seis décadas, transitará por la senda de la integración y de la Unión.

Señoras y señores,

Como decía en su intervención inicial Juan Luis Cebrián, hoy les hablaré de las lecciones que España y la Unión Europea han extraído de esta crisis. Igualmente, les hablaré de lo que, en mi opinión, debemos hacer para que no se vuelvan a repetir situaciones como la que hemos padecido en el último lustro y, sobre todo, para transmitir un mensaje de confianza a los europeos.

Como imaginan, nuestra responsabilidad es inmensa y trascendente, y por ello debemos afrontarla juntos. Se trata de una responsabilidad mancomunada: asegurar y renovar el apego y el compromiso europeísta de la inmensa mayoría de los ciudadanos. Ni más ni menos.

Señoras y señores,

La primera lección que extraigo de esta crisis es que ni los Estados miembros, ni la Unión en su conjunto, hicieron todo lo que pudieron para evitarla.

En mi país y en muchos otros de la Unión Europea vivimos los primeros años de la crisis sumidos en el letargo, lo cual se convirtió en nuestro mayor problema, ya que agravó sus consecuencias. La falta de impulso reformista y el inmovilismo generaron una espiral de desconfianza generalizada, que fue particularmente dañina para España. Y embriagados todos por el efecto narcotizante de los logros conseguidos gracias a la integración europea, y especialmente gracias al euro, nos alejamos del verdadero espíritu que siempre ha movido el proyecto europeo, esto es, la solidaridad, la constante reforma y la integración.

Como les digo, en nuestro país desapareció durante mucho tiempo el espíritu reformista. Faltaron reformas estructurales que corrigieran los graves desequilibrios que se estaban acumulando. Como ejemplo, valga el paso de un superávit fiscal del 2,23 por 100 del PIB en 2007, a un déficit del 11,1 por 100 en sólo dos años, o el hecho de que los ingresos fiscales se redujeran en el siguiente bienio en setenta mil millones de euros, un 7 por 100 del PIB.

Esto ocurrió, entre otras razones, porque se perdió de vista que nuestro compromiso con la modernización de nuestras economías, con las reformas, es la fórmula para hacer a nuestros países y a la Unión Europea más fuertes; que sin nuestra fuerza individual Europa pierde el aliento y que nuestro compromiso con los ciudadanos y con Europa debe ser diario, de presente y, sobre todo, de futuro.

Ésta es, por tanto, la segunda lección: No debe amainar nunca el impulso reformista, del mismo modo que el mundo no deja de reformarse y de cambiar cada día.

Señoras y señores,

Hoy sabemos que buena parte de los sacrificios que han tenido que hacer los españoles, y muchos europeos, son consecuencia de no haber hecho reformas a tiempo.

Por ello, es necesario actuar con responsabilidad y llevar a cabo, sin descanso, las reformas necesarias para corregir los desequilibrios y asegurar, así, un crecimiento estable y sostenido generador de empleo. Ésta es la única fórmula, la única --al menos que yo sepa--, para asegurar y garantizar el bienestar de las personas.

Desde el momento en que tomé posesión como presidente del Gobierno, mi prioridad fue hacer lo posible para revertir la situación en que se encontraba España: conseguir la confianza de los mercados, de nuestros socios europeos y de las instituciones, y convertir a España en un factor de estabilidad y de credibilidad para toda la Unión Europea.

Para ello, y permítanme que se lo resuma brevemente, España ha hecho algunas cosas durante estos dos años:

- Hemos reducido el déficit público en más de tres puntos porcentuales. Éste ha sido el mayor ajuste de entre los países de la OCDE y en un contexto de grave recesión y de falta de financiación.

- Hemos desplegado, además, una agenda de reformas estructurales muy ambiciosa. Muchas, discutidas, tengo que reconocerlo, porque es verdad.

- Hemos hecho una reforma laboral que, en mi opinión --no en la de otros--, ha conseguido frenar el vertiginoso aumento del desempleo, dando a las empresas más opciones que las del despido para hacer frente a las dificultades. Además, como anuncié antes de ayer en el Debate del Estado de Nación, y hemos aprobado ahora mismo en Consejo de Ministros, hemos establecido una tarifa plana de cien euros al mes en la cuota de la Seguridad Social que se aplicará a todas las empresas que creen empleo neto e indefinido.

- Hemos aprobado la Ley Orgánica de Estabilidad Presupuestaria y Sostenibilidad Financiera para disciplinar las finanzas públicas y asegurar el control de los presupuestos de todas las Administraciones.

- También hemos adoptado la Ley de Apoyo a los Emprendedores y su Internacionalización, que estimula la creación de empresas, su fiscalidad, financiación y su expansión internacional; así como otras reformas importantes, como la reforma de la Ley de Educación, muy importante; la Ley de Unidad de Mercado o la reforma de la Justicia, todas ellas dirigidas a modernizar nuestro país y hacerlo más competitivo y eficaz.

Pero este impulso, esta vocación reformista, es una labor que tiene que continuar y que, en nuestro caso, continuará toda la Legislatura. En este sentido, la reforma de las Administraciones Públicas que estamos desplegando tiene como objetivo primordial racionalizar la Administración española para evitar duplicidades y solapamientos.

Este año aprobaremos también una reforma tributaria ambiciosa que nos permitirá, porque ahora se puede hacer, bajar algunos impuestos. Tuvimos que subirlos nada más llegar al Gobierno ante la situación dramática que vivía España; pero vamos a bajarlos, no les quepa ninguna duda, compensando el esfuerzo extraordinario que los ciudadanos han realizado.

En definitiva, nuestro compromiso es firme y así seguirá siéndolo a lo largo de la Legislatura.

Queridos amigos,

Los resultados de estas reformas ya están empezando a sentirse y nos están permitiendo corregir algunos de nuestros más importantes desequilibrios macroeconómicos. Si no corregimos los desequilibrios macroeconómicos, será imposible crecer, crear empleo, recaudar más y, por tanto, mantener y mejorar los servicios públicos.

Hoy podemos decir, y es un buen dato, que nuestra inflación está en mínimos históricos.

Hoy podemos decir también que estamos ganando competitividad y eso es muy importante, porque eso es crecimiento y empleo.

Hemos pasado de un déficit exterior que llegó a ser, no hace mucho tiempo, de más del 10 por 100 del PIB a un superávit, en el año 2013, de cerca del 2 por ciento.

Hemos logrado una balanza comercial equilibrada, gracias al aumento sostenido de nuestras exportaciones y al esfuerzo de nuestras empresas.

Se ha llevado a cabo con gran éxito un esfuerzo de saneamiento de nuestras entidades financieras sin precedentes. En la segunda mitad de 2012 España solicitó y obtuvo una línea de crédito en muy buenas condiciones, de hasta cien mil millones de euros, para recapitalizar la parte afectada de nuestro sistema financiero. Como saben, finalmente sólo se tuvieron que utilizar cuarenta mil millones de esta línea y el 31 de diciembre del pasado año el Mecanismo Europeo de Estabilidad dio por concluido su programa de asistencia financiera a la banca española destacando su éxito. Hoy nuestras entidades están entre las más capitalizadas del continente.

Finalmente, y esto es lo más importante, hemos frenado --sólo frenado-- la destrucción de empleo. De hecho, en el año 2013, por primera vez en muchos años, hay menos personas en paro en España que el año anterior y estoy seguro de que a partir de ahora empezaremos a crear empleo neto. De hecho, es el compromiso que yo he afirmado ante el Congreso de los Diputados, ante la Cámara, esta misma semana y, desde luego, haré cuanto esté en mis manos para cumplir ese compromiso.

Hoy todas las instituciones internacionales y nuestros socios reconocen el cambio que se ha producido en España en estos años. Yo tengo que decirles que creo que estamos por el buen camino y que las mejoras macroeconómicas, que son fundamentales y previas a todo lo demás, empiezan ya a traducirse en mejoras en el empleo y en el crecimiento.

Señoras y señores,

Aun así, lo que quiero afirmar con rotundidad es que no voy a caer en la autocomplacencia. Soy absolutamente consciente de que todavía nos queda muchísimo por hacer, pero también quiero decir que los españoles pueden estar orgullosos. Hemos demostrado, una vez más, nuestra extraordinaria solidaridad con Europa, nuestro compromiso europeísta, y por ello es justo que desde aquí lo reconozcamos. Los españoles no han cargado sobre Europa la responsabilidad de la crisis y eso, además de ser una buena noticia, ha sido un ejercicio de madurez y de responsabilidad.

Hace un momento les hablaba de cómo la inacción en el pasado agravó la crisis. Esta reflexión puede extenderse también al conjunto de la Unión Europea.

La aparente fortaleza económica de la Unión se disolvía a velocidad de vértigo con cada embate de los mercados a nuestras economías nacionales, pero también, y hay que decirlo, con cada indecisión, con cada titubeo y con cada retraso en la actuación de las instituciones europeas.

Les decía también el año pasado en París que Europa era la única región del mundo que no crecía, la única. En consecuencia, algo estaríamos haciendo mal en Europa. Mi respuesta entonces fue, y sigue siéndolo, que Europa debe hacer más, mejor y de forma más rápida y eficiente. Ésta es la tercera lección que extraigo de la crisis.

Señoras y señores,

Cuando yo llegué al Gobierno, en la Unión Europea sólo se hablaba de consolidación fiscal, de austeridad y de lo que los Estados miembros tenían que hacer de forma individual. Parecía como si no estuviéramos navegando en el mismo barco, ni atravesando la misma tormenta. Parecía como si cada Gobierno tuviera que achicar el agua por su cuenta. Por eso, una de mis primeras acciones fue proponer un plan de cinco puntos con el que yo quería presentar una aportación a la salida de la crisis: consolidación fiscal, uno, y reformas estructurales nacionales, dos, sí; pero también reformas estructurales en la Unión Europea, solución a las dificultades de financiación de algunas economías, entre otras la nuestra, y el rediseño de la Unión Económica y Monetaria para evitar nuevas crisis en el futuro.

Desde entonces, y en esta línea de actuación, creo que hemos hecho cosas positivas en Europa.

La "hoja de ruta" para corregir los efectos de diseño de nuestra Unión Económica y Monetaria ha sido una de las más importantes. La Unión Bancaria, con un Mecanismo Único de Supervisión, un Mecanismo Único de Resolución y un Fondo de Garantía de Depósitos debe ser pronto una realidad; algo fundamental para dotar de estabilidad a nuestra Unión Monetaria, asegurar los flujos y financiación a nuestras economías, y evitar que se repita en el futuro una crisis como la que hemos vivido. Y debemos completarla, de acuerdo con la "hoja de ruta", con la Unión Fiscal, con la Unión Económica y con la Unión Política.

Ésta es una cuestión insoslayable. Estamos inmersos en el mayor proceso de integración económica de la Unión desde la creación del euro y entre todos debemos asegurar que el ritmo de esta integración no sólo se mantiene, sino que se acelera, porque el mundo global no se va a parar a esperarnos.

Las medidas valientes que hemos tomado para estabilizar y ayudar a los países con mayores problemas… En este sentido me gustaría señalar que todos aportamos. A veces, parece que a la Unión Europea sólo aportan los que están situados en un determinado lugar de Europa; no, todos aportamos y todos somos solidarios entre todos. Quiero decir que estas medidas que se han tomado han sido muy útiles, han sido eficaces y nos han servido a los países de la Unión que estábamos en una situación más compleja para ir transitando por otro camino.

Creo que ha habido solidaridad. A pesar de las discusiones y a pesar de algunas palabras fuera de todo, creo que, al final, la Unión Europea ha demostrado que también es, como tiene que ser, un espacio de solidaridad.

Señoras y señores,

Como les decía el año pasado en París, "es crucial que la Unión Europea lance mensajes y tome decisiones que sean apreciadas positivamente por los ciudadanos. Debe ocuparse y resolver, con todos los medios e instrumentos a su alcance, los problemas que preocupan a los europeos".

Entre esos problemas, los que más les preocupaban y los que más les siguen preocupando hoy son: la lucha contra el desempleo, especialmente el juvenil; y la vuelta del crédito a nuestras empresas. Pues bien, Europa puede y debe hacer más, mejor y de manera más eficaz para solucionar estos problemas.

En el Consejo Europeo de junio de 2013 se consiguió Europa que fijara como prioridad la lucha contra el desempleo, especialmente el juvenil, y el crédito a las Pymes. De hecho, ya en la negociación del Presupuesto para los años 2014-2020 se acordó la creación de un fondo para combatir el desempleo juvenil y también se acordó que el Banco Europeo de Inversiones debía utilizar su recapitalización de diez mil millones de euros para facilitar el crédito a las Pymes.

Éstas son decisiones positivas. Creo que es la línea en la que hay que seguir avanzando en el futuro. Hay que ir más al fondo del problema, hay que ser más contundente pero, sobre todo, hay que actuar muy rápidamente en su ejecución.

Queridos amigos,

A la sombra de la pasada crisis económica algunos están alimentando el desapego hacia el proyecto europeo de manera, no sólo injusta, sino temeraria.

Hoy nos enfrentamos a una crisis de confianza de los ciudadanos en la Unión que tiene manifestaciones muy inquietantes. Podemos pensar que se trata todavía de una minoría, sí, pero es una minoría que crece cada día.

Como con la existencia del euro, el antieuropeísmo y la demagogia pretenden poner en cuestión principios básicos de la Unión Europea. Hoy lo estamos viendo con la libertad de circulación, otro de los pilares básicos de nuestra integración.

Si pusimos todos nuestros esfuerzos en salvar el euro, tenemos que estar dispuestos a salvaguardar con la misma convicción la libre circulación, que es la savia del mercado único y, por lo tanto, de nuestra prosperidad. Lo diré con claridad: la libre circulación de personas tiene la misma importancia que la de servicios, capitales y mercancías, y constituye un pilar básico de la Unión.

Y ante cuestiones primordiales como ésta, que forman parte de la esencia de la construcción europea, todos debemos ser consecuentes y defenderlas con firmeza y convicción. En este sentido, las elecciones europeas serán todo un reto para el europeísmo.

Las próximas elecciones serán, efectivamente, determinantes para el futuro de Europa y nos jugamos mucho. Y es mi deseo, y creo que así lo compartimos en este foro, que el resultado de las elecciones asegure la gobernabilidad de Europa. Para ello, es importante que en el próximo Parlamento Europeo alcancen una mayoría sólida las fuerzas que creen en la integración europea; fuerzas políticas que apuesten por la unidad de todos los europeos como pilar para nuestra prosperidad y cuya acción política aspira a una mayor solidaridad entre europeos y no a la disgregación, a la división o a levantar fronteras.

Para garantizar el crecimiento y el empleo debemos seguir avanzando en el camino de la integración, y yo confío en que sabremos convencer a los ciudadanos para que distingan entre la realidad que estamos construyendo entre todos, con dificultades sí, pero con resultados tangibles, frente a los espejismos que algunos pretenden hacernos creer.

Las fuerzas euroescépticas, disgregadoras y antieuropeas están al acecho para minar nuestro proyecto común y dinamitarlo desde dentro, porque son incapaces de construir y se basan sólo en alimentar la desconfianza. Frente a ellos, debemos poner todo nuestro esfuerzo en explicar esta realidad a los ciudadanos e implicarles más. Yo, desde luego, desde aquí me comprometo a ello.

La elección de candidatos electorales a la Presidencia de la Comisión por parte de los partidos políticos europeos es una buena noticia que va en la buena dirección, para que los ciudadanos sean cada vez más partícipes en el debate europeo, porque, más allá de la necesidad de continuar el proceso de integración en el que estamos inmersos, después del 25 de mayo Europa deberá tomar decisiones transcendentales para el futuro. En mi opinión, son las siguientes:

- Primera, necesitamos un Mercado Interior plenamente eficaz e integrado, que permita, tanto la europeización de nuestras Pymes, como su internacionalización. Para ello será imprescindible una política energética integrada, que asegure plenamente la interconexión del continente y que haga una apuesta firme por las nuevas formas de energía, además de desarrollar un entorno regulador simple y eficaz para nuestras empresas.

- Segunda, necesitamos una Unión Europea sin fronteras interiores, que gestione las fronteras de la Unión de manera integrada y solidaria. Es decir, una verdadera política de inmigración europea, más eficaz y más solidaria con los países que conformamos su frontera exterior, con más medios europeos y con una dimensión exterior que aúne el diálogo con los países de origen y tránsito, y la cooperación al desarrollo para contribuir a la construcción de un espacio de prosperidad compartido con nuestros vecinos. No se trata de hacer de Europa una fortaleza. Hoy resulta necesario atajar el problema en su raíz: la emigración debe ser una opción y no una obligación para subsistir. Y la inmigración irregular que se produce en un determinado punto geográfico de la Unión, sea al norte o al sur, no es un problema ni un desafío localizado en un punto geográfico, sino un problema integral de la Unión Europea. El irregular no sólo entra en España o en Italia, sino que al hacerlo en ese punto exacto de la frontera lo está haciendo en el conjunto de la Unión. Por ello, una visión integrada y solidaria de la política de inmigración es un imperativo para la Unión Europea del siglo XXI. Yo a este asunto le doy una importancia capital. Los temas económicos son muy importantes, pero este asunto creo que, además de tener también una trascendencia desde el punto de vista económico, lo es más de manera sustantiva.

- Tercera, necesitamos desarrollar todo el potencial que la política comercial común nos ofrece y que debe servir para reforzar el liderazgo comercial de la Unión Europea en el mundo. El Acuerdo de Libre Comercio e Inversiones con los Estados Unidos de América es una oportunidad que no podemos dejar pasar y que supondrá una garantía de crecimiento económico extraordinario para ambos. Lo mismo es aplicable en las relaciones entre la Unión Europea y América Latina. Un ambicioso acuerdo de asociación con MERCOSUR, o con los miembros de esta organización que estén dispuestos a ello, impulsaría, sin duda, el crecimiento de ambas orillas del Atlántico. España está dispuesta a apoyarlo, sin duda.

- Cuarta, necesitamos que la Unión Europea siga liderando la lucha contra el cambio climático y que ésta involucre plenamente a nuestras empresas, para que puedan explotar todas las posibilidades que una transición realista hacia una economía baja en emisiones de carbono supone, tanto para reforzar el Mercado Interior, como para robustecer a nuestra industria en el mundo.

- Quinta, necesitamos acompañar nuestra mayor integración con mecanismos de control democrático que doten de la imprescindible legitimidad al ejercicio de las importantes competencias que estamos transfiriendo a las instituciones europeas. En otras palabras, el camino hacia la Unión Bancaria, la Unión Fiscal y la Unión Económica debe ir acompañado por avances en la Unión Política, y por reformas que hagan nuestras instituciones más rápidas y eficaces.

- Finalmente, necesitamos una Unión Europea comprometida con el importantísimo papel que debe jugar como actor relevante en la escena internacional. Los recientes acontecimientos, por ejemplo, en Ucrania así lo demuestran.

Europa no puede, bajo ningún concepto, conformarse con un papel secundario en la escena internacional del siglo XXI. Debe desplegar una acción exterior ambiciosa, coherente con sus objetivos y principios fundamentales; una acción exterior que impulse nuestra presencia en el mundo, defienda nuestros intereses y también proyecte nuestros valores, porque Europa, no debemos olvidarlo tampoco, es una comunidad de valores.

Europa debe asumir necesariamente un papel de fuerte liderazgo internacional; debe constituirse en un actor clave, con voz y voto determinantes en la efectiva resolución de los múltiples conflictos que marcan a la sociedad internacional actual.

Ya termino.

En los últimos dos años hemos demostrado nuestra firme voluntad de superar las dificultades a las cuales nos hemos tenido que enfrentar. A ello nos ha movido el espíritu europeísta que compartimos y que se ha hecho muy palpable en la celebración de estas jornadas. Este espíritu debe impregnar toda nuestra acción política y sólo así garantizaremos que la Unión Europea siga siendo el relato de un éxito colectivo.

Señoras y señores,

Dije al principio de mi intervención, y lo voy a reiterar ahora porque me parece que es bueno que esto lo tengamos muy claro, aunque todos lo sabemos, pero que seamos muy conscientes y que lo transmitamos sobre todo a las generaciones más jóvenes, que en el año 1957 se aprobó el Tratado de Roma; antes estaba la Comunidad del Carbón y del Acero. Para España y para Europa, ¿qué ha supuesto esto? Basta, como dije antes y quiero reiterarlo ahora para finalizar esta intervención, comparar cómo ha ido Europa desde 1957, Tratado de Roma, hasta hoy y cómo le fue a Europa los cincuenta y cinco o los cincuenta y seis años anteriores a ese acuerdo del año 1957.

Para España, probablemente uno de los países más europeístas de la Unión Europea… Siempre hemos sido muy europeístas. Para nosotros, Europa era libertad, era democracia y era progreso económico. Nos ha ido muy bien y es bueno que todos los españoles, incluidos los más jóvenes, lo sepáis. Perdón que me dirija en estos términos, pero para vosotros algunas cosas son ya normales, porque habéis vivido en ellas, os parece lo natural, lo razonable y lo sensato; pero para muchos españoles más mayores todas estas cosas son normales ahora, pero no lo eran hace algunos años.

Europa es nuestra casa, Europa es nuestro sitio, Europa tiene historia, tiene tradición, tiene cultura, tiene presente y tiene futuro. Es el 25 por 100 del PIB mundial, es la cuna de la civilización y juntos podemos hacer muchas cosas en un mundo que es más abierto, que es más global, que es diferente, y en el que creo que podemos desempeñar un papel capital y prioritario. Eso es lo que yo entiendo piensa una gran mayoría de la sociedad española.

Fíjense ustedes que, con los problemas que existen en la vida política y las discusiones habituales entre Gobierno y oposición, en el tema de Europa Gobierno y oposición, y no lo hemos logrado en casi ningún otro tema, caminamos juntos. Creo que eso es un dato muy positivo, porque tanto que se habla ahora de reformas de la Constitución y de dimes y diretes, yo siempre digo una cosa: la reforma de la Constitución más importante que se ha hecho en España desde que la aprobamos en 1978 han sido todas las decisiones que se han tomado en Europa y que, como todo el mundo sabe, han supuesto un cese muy importante o un trasvase muy importante de buena parte de nuestra soberanía, porque, fíjese ustedes, es que no tenemos moneda, política monetaria y política cambiaria.

Ahora estamos de la Unión Bancaria. La Unión Bancaria ¿qué es? Que el Banco de España tenía una serie de competencias y que va a dejar de tenerlas, porque las va a tener el Banco Central Europeo.

Ésa es la verdadera reforma de la Constitución que estamos haciendo en nuestro país y yo tengo que decir, aprovechando que ahora se clausuran estas jornadas, que estoy muy satisfecho de que, al menos en este tema, haya un gran acuerdo nacional, porque pienso que es enormemente necesario.

Muchísimas gracias.

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