Sitges (Barcelona)
Queridas amigas y amigos del Círculo de Economía,
Permítanme comenzar con un breve capítulo de reconocimientos. Quiero agradecer, muy sinceramente, al Círculo de Economía su nueva invitación a este foro; también a Josep Piqué, su presidente, sus palabras de bienvenida y, por supuesto, a todos ustedes que hayan tenido la amabilidad de asistir a este acto.
En la intervención inicial, la que ustedes acaban de oír, el presidente del Círculo, Josep Piqué, se ha referido a una serie de temas sin duda importantes; se ha referido a los temas que más preocupan en el día de hoy al conjunto de los españoles y que, además, coinciden con su propia importancia sustantiva. Mi intervención va a ser una intervención fundamentalmente económica; pero yo también quiero hablar luego, porque aquí se ha planteado, de Constitución, de acuerdos, de desafección general a los políticos, de la situación de los partidos políticos y de la Ley Electoral de Cataluña.
Desde luego, yo sí estoy de acuerdo con una de las últimas afirmaciones que en su intervención acaba de hacer el presidente del Círculo: se necesita en este momento mucha racionalidad, sensatez, sentido común y altura de miras. Por mi parte intentaré que no falten y yo estoy absolutamente convencido de que por parte de los demás actores, fundamentalmente de los actores del juego político, pero aquí también se necesitan, y probablemente hoy sea más mucho más necesario que nunca, también actores que estén fuera de la política, eso que llamamos tradicionalmente la sociedad civil.
La resolución de los problemas no es sólo responsabilidad de un Gobierno, ni de las personas que formen parte de un partido político, estén en la oposición o sean de apoyo al Gobierno, sino que la sociedad tiene también, sin duda alguna, sobre todo en los momentos más complejos, que tener una participación destacada.
Por tanto, yo voy, en primer lugar, a hablar de economía y de algunas de las cosas que se han sugerido y luego ya, o bien a renglón seguido o bien concretamos un poco las cosas, entro en el tema de los asuntos que no están recogidos en la intervención que yo he preparado para dirigirme a todos ustedes.
Señoras y señores,
En su famosa novela "La Cartuja de Parma", cuenta Stendhal la historia de Fabricio del Dongo, quien en su adolescencia participa en la batalla de Waterloo. Fabricio pasa su primera, y última, experiencia guerrera yendo de un lugar a otro, preguntando y preguntándose si realmente está en una batalla, porque no llega a confrontar ni una sola vez con el enemigo. Incluso años más tarde, hombre ya maduro, sigue cuestionándose si realmente llegó él a formar parte de aquel hecho histórico, que condicionó, como todos ustedes saben, toda la historia europea del siglo XIX. Ha visto sólo rasgos parciales de la batalla, sucesos aislados sin trascendencia aparente y no puede explicarse cómo ha podido ser actor de un acontecimiento tan destacado sin llegar a percibir su importancia.
Señoras y señores,
No es difícil encontrar hoy personas que repiten el síndrome de Fabricio del Dongo ante el conjunto de acontecimientos que estamos viviendo. El ritmo acelerado de los cambios y nuestra parcial visión de los mismos dificultan, a veces, ver el fenómeno en su conjunto y, por tanto, tener una comprensión cabal de la realidad.
Es lógico. Piensen, sólo por un momento, lo que ha significado desde el punto de vista económico en las ultimas dos décadas la desaparición del bloque soviético, la irrupción de China en la economía mundial o el especial impacto de la revolución en las comunicaciones, con la aparición de Internet como ejemplo más gráfico.
Los cambios acelerados, las profundas mutaciones en el comercio internacional y en los movimientos financieros, y la aparición de nuevas áreas geográficas con economías pujantes han transformado radicalmente el escenario económico. Un impacto de tal naturaleza genera incertidumbres, porque ya no es posible transitar por caminos trillados de antemano. Casi todo es nuevo y, parafraseando al poeta, hacemos camino al andar.
Un buen ejemplo de ello está en alguno de los temas elegidos por ustedes para sus Jornadas de este año: "¿Desendeudarse y crecer?: ¿es posible? ¿cómo?"; "Las instituciones son importantes, pero ¿cómo construimos buenas instituciones?"; "El problema del crecimiento europeo: si la austeridad no funciona, ¿cuál es la salida? Riesgos globales en una economía mundial a varias velocidades". Si personas tan capacitadas como las que se reúnen en este foro se plantean estas cuestiones, imaginen lo que le ocurre al ciudadano medio que ha visto cómo las certidumbres que tenía en materia económica se han abierto bajo sus pies y que, perplejo, desconfía de que podamos salir con éxito de la actual situación.
Señoras y señores,
Los problemas complejos exigen amplias y pormenorizadas explicaciones que no caben en una comunicación donde impera el titular. Por eso no es extraño que muchos se pregunten todavía cómo es posible que el número de parados en nuestro país haya crecido en cuatro millones de personas en cinco años y medio; cómo es posible que las cuentas públicas, que presentaban un superávit de dos puntos sobre el Producto Interior Bruto, pasaran, en sólo veinticuatro meses, a un déficit del 11 por 100; cómo es posible que la deuda de Ayuntamientos, Comunidades Autónomas y Administración Central del Estado se duplicara en cuatro años; cómo es posible que el déficit de nuestra balanza con el exterior se multiplicara por cuatro entre 2003 y 2007, o cómo es posible que la recaudación de ingresos del conjunto de las Administraciones públicas se redujera en 68.000 millones de euros en dos años.
Ustedes lo saben tan bien como yo: por los fuertes desequilibrios que se produjeron en la economía española; unos desequilibrios cuyo origen se basa en la existencia de una enorme disponibilidad de financiación proveniente del exterior, y a bajo coste, que propició un considerable aumento del consumo y de las inversiones en el sector de vivienda residencial. Tuvimos una economía basada en el endeudamiento masivo que te permitía invertir y consumir muy por encima de tus ingresos.
Esta situación desencadenó un brusco incremento del déficit exterior y de la deuda privada y, además, esa "generosa" financiación no se canalizó hacia los sectores de bienes exportables, con lo que se da la razón a quienes afirman que España vivió unos años por encima de sus posibilidades.
Ahora, tras la crisis financiera internacional, cuando toca devolver, tanto la inversión como el consumo están, por lógica, por debajo de nuestros ingresos. Y eso, tan doloroso, no es fácil de entender ni de asumir.
Pues bien, con esos parámetros de referencia, llevamos año y medio eliminando obstáculos del camino de la recuperación económica y de la creación de empleo. A veces, por si la dificultad no fuera poca, se presentan momentos en los que parece imperar una histeria colectiva que ve en un plazo inmediato paisajes apocalípticos.
Les propongo un experimento: cuando tengan un minuto, ahora que ya no es necesario acudir a las hemerotecas, lean lo que decían los medios de comunicación hace justamente un año. En mi intervención en la reunión del Círculo hace exactamente doce meses me vi obligado a decirles lo siguiente, hace doce meses:
"Las dificultades son muy graves, nadie puede dudarlo (…) Ahora bien, si las dificultades son grandes, lo son mucho más los ecos que desencadenan. Asistimos en estos días a un constante desbordamiento de comentarios, alarmas y profecías agoreras que parecen preludiar el final de los tiempos. Es como si todas las fuentes de las malas noticias se hubieran puesto de acuerdo para crear la impresión de que algo importante está a punto de hundirse, aunque no nos digan bien de qué se trata.
Es natural que en unas circunstancias como las que estamos atravesando surjan temores, recelos o inquietudes. Es natural y es razonable. Lo que no es razonable es alimentar los temores y permitirles crecer más allá de la realidad, y arrastrarlos al peligroso terreno de la irracionalidad.
No estamos al borde de ningún precipicio, señoras y señores. Ésa no es la realidad. No caminamos por un sendero de rosas, pero tampoco asistimos a las vísperas del Apocalipsis. (…)
(…) Hay turbulencias, pero lo que importa es que podemos soportarlas y, más adelante, podremos sobrepasarlas con éxito. Y hay fundadas razones para estar seguro de ello."
Pues bien, señoras y señores, doce meses más tarde, blindados ya contra los no pocas veces interesados movimientos de pánico, cabe preguntarse: ¿estamos peor, igual o mejor que entonces en nuestra lucha por despejar los obstáculos que impiden el crecimiento económico y la creación de empleo?
Hace un año, en la clausura de este foro, les presenté los cinco ejes que articulaban la política económica de mi Gobierno. Los dos primeros dependían exclusivamente de nosotros mismos y eran, como ustedes saben, la consolidación fiscal y las reformas estructurales. Los otros tres ejes correspondían al marco europeo y se referían a las reformas estructurales que debían reforzar el mercado interior, a la decidida apuesta por una mayor integración económica y, por último, a la búsqueda de soluciones a los problemas de la financiación y la liquidez de nuestras economías.
Tengo que decirles que a lo largo de este año no se han desarrollado al mismo ritmo las materias que dependen exclusivamente de nosotros y aquellas que exigen actuaciones del conjunto de la Unión.
En relación con el primer eje, la consolidación fiscal, los resultados son evidentes: se ha conseguido frenar el deterioro de las cuentas públicas. El déficit, que en 2011 era del 8,96 por 100 del PIB, se redujo en 2012 al 6,98 por 100 y eso, en un contexto de fuerte caída de la actividad, es un auténtico logro. En total, el déficit público se ha reducido en dos puntos porcentuales de PIB, que equivalen a 22.000 millones de euros, de los que 19.600 millones, es decir el 89 por 100, se han conseguido con medidas de reducción de gastos y el resto, incrementando los ingresos. Todas las Administraciones, todas --central, autonómicas y locales--, han participado de este esfuerzo, desmintiendo así a los que afirmaban que el descontrol de nuestras autonomías haría imposible la reducción del gasto público.
Esta reducción de déficit se ha conseguido en un contexto de aumento de las partidas de gasto que no se pueden ajustar, como son los intereses de la deuda, que constituyen un gasto contractual que aumentó un 20 por 100, y las prestaciones sociales, que aumentaron un 2,9 por 100 impulsadas por los gastos en desempleo.
Por el lado de los ingresos, se debe subrayar que por quinto año consecutivo las bases imponibles se redujeron en 2012. No obstante, gracias a las medidas normativas aprobadas, que afectan a las principales figuras impositivas, se consiguió recaudar 11.237 millones de euros adicionales, evitándose así un desplome en los ingresos tributarios.
Para valorar el ejercicio de consolidación fiscal que ha realizado España en 2012 se debe hacer referencia a lo que se llama, en lenguaje económico, la reducción del déficit estructural primario, que elimina el efecto producido por el aumento de gastos y la caída de ingresos derivados de la crisis. Pues bien, tal y como ha reconocido el Fondo Monetario Internacional, España ha rebajado el déficit estructural primario en 3,1 puntos porcentuales del PIB, muy -insisto, muy-- por encima de los países de nuestro entorno.
En el ámbito de la Administración Central, los gastos ministeriales, por ejemplo, se han recortado un 16,9 por 100 en 2012 y un 8,9 por 100 en 2013. Y para aquellos que dicen que todavía no se ha hecho nada en el capítulo de reforma de las Administraciones, les recordaré que el número de empleados públicos se ha reducido en 375.000 personas en el último año y medio.
Quiero decirles también que las reformas en la Administración continuarán. Llevamos ya unos meses con la referida a la Administración Local, con las lógicas diferencias de criterios, pero avanzando. Intentaremos llegar a un entendimiento entre todos. Y en junio, es decir, este mes, es mi intención presentar el trabajo, importante, que servirá de base para la reforma de las Administraciones Públicas españolas pendiente desde hace treinta años.
El segundo eje de la política nacional era el de las reformas estructurales. En primer lugar, la reforma del mercado de trabajo, pieza clave para una recuperación económica generadora de empleo. Esta reforma ha sido avalada por todos los organismos internacionales y sus efectos, ya perceptibles, denotan que estamos avanzando en el cumplimiento de los objetivos que perseguíamos: poner freno a la destrucción de empleo y aumentar la competitividad de las empresas españolas.
Como es sabido, y se ha referido a este asunto el señor Piqué en su intervención, los costes laborales unitarios son un claro indicador de la evolución de la competitividad. En el caso de España, desde la creación del euro, desde entonces, los costes laborales unitarios no habían estado tan bajos en relación con los de la Unión Económica y Monetaria. Se ha logrado más en 2012 que en los cuatro años previos. Gracias a ello, se ha corregido la pérdida de competitividad en costes que se había acumulado desde 2004.
La mayor rapidez en este ajuste no se ha logrado, sin embargo, a costa de una destrucción de empleo más intensa, sino que desde la entrada en vigor de la reforma laboral se observan indicios de un cambio en el patrón de ajuste del mercado laboral español. Se observa, en efecto, una mejor evolución en el comportamiento del empleo en relación con el ciclo económico. En este sentido, más de la mitad del incremento del paro (concretamente, el 53 por 100) y de la destrucción de empleo privado (el 54 por 100) de 2012 se produjo en el primer trimestre, cuando la reforma laboral impulsada por mi Gobierno todavía no había entrado en vigor.
Por otra parte, los descensos del paro registrado y los aumentos en la afiliación a la Seguridad Social de los meses de marzo, abril y mayo de este año son, asimismo, alentadores en el sentido de que, a pesar del contexto de recesión económica, el mercado de trabajo está teniendo mejor comportamiento que en años precedentes.
Como saben, soy muy poco propenso, y se me ha criticado por eso, a los "brotes verdes" o a las "salidas de la crisis a la vuelta de la esquina". Por lo tanto, nada de campanas al vuelo; pero el próximo martes, día 4, les recomiendo que presten atención a las cifras de paro y cotizantes a la Seguridad Social que se harán públicas por el Ministerio de Empleo. Van a ser, si se confirman las tendencias observadas, claramente esperanzadoras.
En definitiva, la reforma ha dotado de un nuevo marco a las relaciones laborales, que es beneficioso para las empresas y para los trabajadores. Estamos consiguiendo, como apuntan los datos, que la moderación salarial y las medidas de flexibilidad interna sean, por fin, una vía practicable y una alternativa eficaz frente a la destrucción de empleo.
Otra gran reforma es la financiera.
El Gobierno abordó con firmeza el completo saneamiento del sistema financiero y su recapitalización. Esta asignatura pendiente era clave para lograr que el crédito pudiera llegar a las familias y a las empresas.
El pasado año los problemas de parte de este sector estuvieron a punto de tumbar a la economía española sobre la lona. Para restaurar la confianza en la salud de nuestros bancos se realizó un ejercicio de evaluación independiente y se exigió a la banca provisionar sus carteras por valor de 82.000 millones de euros.
Como saben, el Gobierno solicitó --lo acaba de recordar el señor Piqué en su intervención-- fondos europeos para recapitalizar aquellas entidades que por sí mismas no fueran capaces de alcanzar los niveles de solvencia exigidos. Las entidades saneadas y recapitalizadas han recuperado su fortaleza y la confianza de los mercados. Prueba de ello es, por ejemplo, que entre diciembre 2012 y febrero de 2013 han logrado financiación del exterior por un importe de 30.500 millones de euros, tras casi dos años en los que no entraban fondos extranjeros para invertir en nuestro sistema financiero. Se están sentando las bases --sólo eso, pero se están sentando-- para que el crédito fluya.
Entre tanto, el Gobierno ha centrado gran parte de sus esfuerzos en mejorar el acceso al crédito de las empresas y, en particular, de las Pymes, abordando las distintas vías de financiación existentes: bancaria, no bancaria y a través de los mercados.
Las primeras medidas han consistido en una inyección considerable de fondos públicos: 22.000 millones de euros en líneas de mediación del ICO y 28.460 millones de euros desembolsados en las dos fases del Plan de Pago a Proveedores.
No se las voy a detallar, pero hemos aprobado un sinfín de normas de diferente rango con un gran objetivo: facilitar y promocionar una financiación alternativa, no bancaria, especialmente para las Pymes, cuestión en la que nuestro país, y soy absolutamente consciente, todavía tiene un gran camino que recorrer.
En el Anteproyecto de Ley de Apoyo a los Emprendedores y a su Internacionalización se incluyen nuevas medidas para favorecer la financiación empresarial, como las cédulas y los bonos de internacionalización o la mejora de los acuerdos de refinanciación en el marco de la Ley Concursal. Adicionalmente, se han aprobado incentivos fiscales, como el IVA de caja, los incentivos a la inversión de beneficios, los dirigidos a fomentar la calidad del crecimiento a través de la innovación empresarial y, por último, incentivos fiscales a las inversiones de los "business angels".
A estas dos grandes reformas hay que añadir las que están dirigidas a mejorar la competitividad y la flexibilidad. Entre éstas cabe destacar, en primer lugar, el Anteproyecto de Ley de Garantía de la Unidad de Mercado, que persigue el libre establecimiento y la libre circulación de operadores en todo el territorio nacional, y que se está tramitando en el Parlamento por vía de urgencia.
En segundo lugar, el Anteproyecto de Ley de Apoyo a los Emprendedores y su Internacionalización, al que acabo de referirme, que, además de las medidas fiscales y de apoyo a la financiación, fomenta la iniciativa emprendedora desde el ámbito educativo y facilita el inicio de actividades económicas mediante la creación de la figura del Emprendedor de Responsabilidad Limitada o de la Sociedad Limitada de Formación Sucesiva, sin capital mínimo.
No quiero extenderme en los detalles, pero la Ley facilita el crecimiento de proyectos empresariales, simplifica los requisitos administrativos, reduce las cargas, elimina obstáculos a la contratación pública, apoya la financiación y ampara el salto al mercado internacional.
En estos momentos estamos elaborando también un borrador de Ley de Desindexación, que busca eliminar los efectos perjudiciales que acarrea la vinculación automática al IPC en la fijación de precios y costes. El objetivo es evitar los efectos de segunda ronda sobre la inflación, lo que contribuirá a una ganancia de competitividad-precio respecto al resto del mundo y un impulso a las exportaciones en nuestra economía.
Pues bien, éstas son las principales actuaciones en las que trabajamos, pero no las únicas, ya que también estamos adoptando reformas sectoriales, entre las que figuran las medidas dirigidas al fomento del mercado del alquiler; la rehabilitación de los edificios y la regeneración y renovación urbanas; las medidas para mejorar el funcionamiento de la cadena alimentaria, así como el fomento de la integración de cooperativas y de otras entidades asociativas de carácter agroalimentario, o las actuaciones que persiguen la ordenación de los transportes o la reforma del sector energético.
Hasta aquí, queridos amigos, lo hecho hasta el momento --lo he resumido de la manera más breve posible, pero sé que no he sido muy breve--, pero quiero preguntarme ahora cuáles han sido los resultados:
- Nuestra inflación está en mínimos históricos y se reducirá este año hasta el 1 por 100.
- Estamos ganando competitividad de forma acelerada: los sectores exportadores españoles han recuperado ya toda la competitividad laboral que habían perdido desde el inicio de la Unión Económica y Monetaria.
- Hemos pasado de un déficit exterior insostenible de más del 10 por 100 del PIB hace sólo unos pocos años, a un superávit que este año, como decía el señor Piqué en su intervención, será de, aproximadamente, el 2,5 por 100; un superávit. De hecho, tenemos superávit externo desde el verano de 2012 y en marzo de 2013 hemos logrado el primer superávit comercial desde 1971, gracias al aumento sostenido de nuestras exportaciones.
- A pesar de la elevada tasa de desempleo --auténtico reto, como aquí se ha recordado--, la reforma laboral ha logrado algo que no se puede obviar: una contención salarial que ayuda a mantener la competitividad y hará que generemos empleo más rápidamente cuando regrese el crecimiento.
Pues bien, estos logros no parecían posibles, pero se han alcanzado. España está corrigiendo sus desequilibrios económicos a un ritmo muy rápido, pese al difícil contexto económico en el que nos encontramos: avanzamos en la consolidación de las cuentas públicas de una manera creíble y realista, hemos reestructurado nuestro sistema financiero y nuestra economía es cada vez más flexible y competitiva.
Ahora voy a hablar de Europa, porque esto le afecta, y mucho, también a nuestra economía.
A finales de abril de este año --hace, pues, muy poco tiempo; concretamente, el viernes 26 de abril--, enviamos a la Comisión Europea los dos documentos que todos los Estados miembros debemos presentar en primavera: el Programa de Estabilidad y el Plan Nacional de Reformas, que ustedes ya conocen. La valoración de ambos por parte de la Comisión ha sido favorable. En concreto, se señala que el Programa de Reformas --no voy a entrar en detalles porque, si no, no terminaría nunca-- propuesto es completo y que va en la buena dirección.
Sobre la consolidación fiscal, la Comisión ha confirmado que España no deberá alcanzar un déficit inferior al 3 por 100 hasta el año 2016, esto es, dos años adicionales a los inicialmente previstos. Es decir, se observa una mayor adaptación a la realidad en los documentos de la Comisión, porque concede más importancia a la necesidad de crecer que, exclusivamente, a la de consolidar, independientemente del crecimiento.
Estas modificaciones de postura no son producto de la casualidad. Si España ha visto revisado su déficit para este año desde el 4.5 por 100 al 6.5 por 100, se debe al aval que nos ofrece el esfuerzo ya realizado y el correcto diseño de nuestras políticas de consolidación. Para resaltar la importancia de este hecho, les pido que imaginen lo que habría representado una reducción del déficit de 21.000 millones de euros adicionales para este año. Párense un momento a pensarlo.
Señoras y señores,
Nos importa mucho cómo vayan las cosas en la Unión Europea porque, pese a todo lo que estamos haciendo, no crecemos. Y no crecemos porque Europa no crece. Y, cuando Europa no crece, la experiencia dice que España tampoco lo hace.
Como dije en este foro hace un año, la tarea de recuperar el crecimiento y la creación de empleo no corresponde sólo a los Gobiernos nacionales. Requiere decisiones europeas, es decir, decisiones que deben tomar y poner en marcha los miembros y las instituciones de la Unión; nosotros, entre ellos.
Es justo señalar que en el último año se han dado pasos importantes. Las cosas han mejorado y las tormentas monetarias han amainado. Nadie pone en duda la irreversibilidad del euro. Ha pasado ya lo peor de la crisis.
Sin embargo, Europa es la única región del mundo que sigue sin crecer. Está en recesión desde hace seis trimestres y es normal que los ciudadanos se pregunten qué estamos haciendo mal. La respuesta, a mi parecer, es clara: Europa debe hacer más, mejor y más rápido, y debe hacerlo en los tres ámbitos que ya señalé aquí hace un año: reformas estructurales en la Unión para reforzar el mercado interior, liquidez para nuestra economía y avances en la integración, es decir, más integración bancaria y fiscal.
Empezaré por referirme a las reformas estructurales, lo que yo llamo Unión Económica. Cuanto más integrados estén nuestros mercados y más abiertas nuestras economías, será menos probable que surjan desequilibrios y, si aparecen, será más sencillo solucionarlos. Para conseguir este objetivo necesitamos la mayor integración en multitud de sectores clave, como la banca minorista, los servicios, el transporte, las telecomunicaciones o la energía. El reciente Consejo Europeo de mayo sobre energía y otros temas, pero sobre energía, por ejemplo, pudo haber ido más lejos a la hora de tomar decisiones contundentes.
Pero necesitamos también avanzar en la integración en otros ámbitos. Me refiero específicamente a avanzar en la creación de una verdadera Unión Bancaria y Unión Fiscal, y más adelante, y éste es un reto muy importante, en la Unión Política. Para ello, lo primero que necesitamos es cumplir y aplicar lo que ya está acordado y decidido. No pido sino algo muy elemental: que se transformen las decisiones en actos.
Hace casi un año, la Eurocumbre del mes de junio adoptó decisiones trascendentales en este ámbito y, además, acordó reforzar los mecanismos de provisión de liquidez para reducir la fragmentación financiera de la zona euro, y tomar medidas para romper el círculo vicioso entre instituciones financieras y deudas soberanas. El objetivo de una mayor integración quedó reflejado en el documento que el presidente del Consejo, van Rompuy, y los otros tres presidentes de la Comisión, Banco Central y Eurogrupo presentaron el pasado año: la llamada "hoja de ruta". España hizo aportaciones muy notables que se plasmaron en el documento definitivo: más Unión Económica, Unión Bancaria, Unión Fiscal y Unión Política.
Pues bien, un año más tarde de aquella cita de junio debo decir que algo hemos avanzado, especialmente en Unión Bancaria, pero necesitamos hacerlo mucho más porque, si bien es cierto que disponemos de un supervisor único, todavía no está operativo. Y en relación con la Directiva de resolución de entidades de crédito, y a la posibilidad de recapitalizar los bancos directamente por parte del Mecanismo Europeo de Estabilidad, tenemos el compromiso de alcanzar un acuerdo en el Consejo Europeo de finales de este mes.
Algo hemos avanzado, por tanto, pero no es suficiente. El próximo Consejo Europeo será crucial para mostrar que la Unión Europea cumple con lo acordado y es capaz de ejecutarlo de forma eficaz, porque la "hoja de ruta" que he mencionado abarca un espectro mucho más amplio.
Necesitamos avanzar aún más hacia la Unión Bancaria. Además de lo que antes he señalado, antes de que acabe el año debemos acordar el Mecanismo Único de Resolución y es mi deseo, compartido con muchos otros, acordar las bases y las fechas de un futuro sistema de garantía común de depósitos europeo. Esto es muy importante para evitar casos tan desestabilizadores como el que hemos vivido en Chipre. Con Unión Bancaria no hubiéramos hablado de los problemas que hemos conocido en Chipre.
Respecto a la Unión Fiscal, los avances han sido excesivamente tímidos. Prácticamente no hemos adelantado nada de lo propuesto en la "hoja de ruta". Necesitamos sistemas de cobertura de alcance continental, incluido algún tipo de deuda común europea.
En cuanto a las medidas para favorecer la liquidez en las economías que encuentran más dificultades para su acceso a los mercados, también se ha avanzado algo. Las Conclusiones de la Eurocumbre de junio pasado posibilitaron el anuncio de las operaciones OMT --así se llamaban-- del Banco Central Europeo, que han tenido un efecto tranquilizador sobre los mercados. Esto ha facilitado las cosas, tanto al Tesoro español, como a las grandes empresas, en su búsqueda de financiación en los mercados internacionales. Como recordaba Josep Piqué, si comparan ustedes la prima de riesgo española de ayer con la de hace nueve meses, observarán que ésta se ha reducido un 55 por 100, al pasar de 638 puntos básicos a 292 puntos hoy.
La situación, sin embargo, como también recordaba Piqué, no está normalizada en los mercados financieros. Las Pymes de países como España tienen dificultades para acceder al crédito y competir en igualdad de condiciones con sus colegas de otros países europeos. Resolver esta situación de dificultad de acceso a la financiación es indispensable para crecer y para crear empleo.
La más importante de estas actuaciones tiene por objetivo inmediato las pequeñas y medianas empresas. En Europa hay veinticuatro millones de parados, pero también hay veinticuatro millones de Pymes. La mejor manera de atajar el paro es facilitar la financiación de los proyectos de estas empresas. Para ello, creo que el Banco Europeo de Inversiones puede desempeñar un papel fundamental. Hace un año acordamos, en el ya tantas veces citado Consejo Europeo de junio, la recapitalización del Banco Europeo de Inversiones en diez mil millones de euros. Esto se está materializando ya, pero es preciso aprovecharlo bien.
Creo que la ayuda a las pequeñas empresas puede canalizarse por tres vías, algo que plantearé en el Consejo de este mes:
- Primera, triplicar el volumen anual de financiación, desde los diez mil millones de euros que se destinan ahora hasta los treinta mil millones, y así alcanzar una impronta relevante a escala europea.
- Segunda, incrementar la capacidad del Banco Europeo de Inversiones para otorgar garantías sólidas sobre las carteras de nuevos préstamos a las pequeñas empresas.
- Tercera, desarrollar un programa de ayuda al comercio para permitir el acceso de las empresas europeas a los procesos de licitación internacionales y facilitar el crédito a la exportación; algo que, por cierto, ayudamos los europeos a que se haga fuera de Europa con nuestras aportaciones a los bancos de desarrollo y no lo practicamos en nuestros propios países.
Por su parte, y yo a este tema le doy importancia, el Banco Central Europeo ha anunciado que estudiará las formas de facilitar el flujo de crédito a las pequeñas empresas, estancado por la fragmentación de los mercados financieros. Con pleno respeto a su independencia, creo firmemente que el Banco Central Europeo puede y debe hacer más. El pasado 2 de mayo el presidente Draghi anunció su deseo de iniciar un diálogo interinstitucional para tratar este asunto. Este diálogo, en mi opinión, y así lo animo, debe empezar ya.
Las otras medidas que propongo para el Consejo se refieren específicamente al empleo juvenil. Todos mis colegas de la Unión y yo --por razones obvias, más que ninguno-- estamos muy preocupados por el desempleo juvenil. Queremos adoptar acciones efectivas. Dos son las que, en mi opinión, pueden tener más impacto y alcanzar antes los objetivos.
La más relevante es, por decirlo con sencillez, que no nos penalice en el déficit la ayuda que deseo prestar al empleo de los jóvenes. Lo que reclamo es un mecanismo para que los gastos realizados al bonificar las cotizaciones sociales para la contratación de jóvenes no se tengan en cuenta a la hora de valorar el cumplimiento de las obligaciones de consolidación fiscal en el Procedimiento de Déficit Excesivo. Con esta actuación permitiríamos, y ya se les alcanza, una acción contundente e inmediata, con verdadera capacidad de incentivo a la contratación.
La otra medida que reclamo es que empleemos con celeridad los recursos que ya están disponibles. El pasado mes de febrero, en el Marco Financiero de la Unión Europea, aprobamos la creación de un fondo para impulsar el empleo juvenil dotado con seis mil millones. España ha sido una de las impulsoras de esta iniciativa, cuya aprobación me satisface especialmente. Ahora debemos asegurarnos de que los fondos lleguen cuanto antes a sus destinatarios, para que puedan utilizarse de forma acelerada en cuanto comience 2014.
Concluyo ya esta parte reafirmando la gran importancia que puede tener la próxima Cumbre de los días 26 y 27 de este mes. Es evidente que hay muchas más cosas que hacer en el ámbito de la integración europea, es evidente que en esta Cumbre no se va a hablar de Unión Fiscal y es evidente que en esta Cumbre tampoco se va a hablar de Unión Política, que es, sin duda alguna, uno de los temas que debemos abordar en el futuro; pero sí hay una cosa que es positiva que es que ya hay una "hoja de ruta": ya hablamos de más Unión Económica, hablamos de Unión Bancaria, hablamos de Unión Fiscal y hablamos también de Unión Política.
Es muy importante dar señales positivas a los mercados, al conjunto de la opinión pública y a los ciudadanos europeos de que hay una voluntad firme de construir una Unión Europea en la que haya un control democrático, en la que haya un Parlamento que funcione, en la que haya una supervisión bancaria conjunta, un fondo de depósitos de garantía, una especie de deuda europea y en la que haya algo parecido a lo que ocurre en otras zonas del mundo de Estados compuestos.
Y termino ya, señoras y señores.
Estamos tomando decisiones muy difíciles en un plazo muy corto. Algunas son muy dolorosas, pero son inevitables, porque son requisitos indispensables para recuperar el crecimiento y asegurar nuestro futuro.
Los esfuerzos, como hemos visto, están dando resultados y hoy podemos decir que lo peor ha pasado, y que los momentos más críticos los hemos dejado atrás; pero no podemos permitirnos ni un momento de descanso. Insisto, ni un minuto; hay que seguir trabajando en la misma dirección. La situación de paro de millones de personas nos recuerda cada día que el objetivo fundamental de nuestra política --crecimiento económico y creación de empleo-- aún no lo hemos alcanzado ni de lejos.
Por eso debemos esforzarnos todos, dentro y fuera de España. Para tener éxito, para crecer y para crear empleo no basta con que los españoles nos afanemos diligentemente; necesitamos un impulso más vivo, como les he dicho, en el marco europeo. La dirección que Europa se ha marcado,, como acabo de señalar, es la correcta. Lo que mi Gobierno pretende es que las decisiones que se toman en la Unión se apliquen con rapidez.
Sinceramente, debo decirles que creo que vamos a lograr ambas cosas, lo creo. Creo que vamos a lograr que España retire todos los obstáculos que bloqueaban el camino a la prosperidad, como estamos haciendo, y, al mismo tiempo, estoy absolutamente convencido de que vamos a lograr que en Europa se hagan bien las cosas, de manera que lo antes posible dejemos atrás la recesión en beneficio de todos.
Nada más y muchísimas gracias por su atención.