Congreso de los Diputados, Madrid
Señoras y señores diputados,
El objetivo principal es, pues, la creación de empleo; pero en España quedan muchos problemas que atender y podríamos hacerlo de manera mucho más eficaz si fuéramos capaces de compartir las prioridades. Les invito, a partir de ahora mismo, a que abordemos en común algunas materias que reclaman imperiosamente el consenso de todos por afectar directamente al interés general de los españoles.
Es imprescindible que nos pongamos de acuerdo en lo que hay que hacer para llegar a entendimientos en los principales asuntos de Estado. Estoy hablando de esas grandes cuestiones cuya vigencia excede, con mucho, de un período de sesiones o de una legislatura, y que marcan la vida de un país durante generaciones.
Se abre ante nosotros la oportunidad de dar una solución compartida y estable a grandes retos como los que suscitan el envejecimiento de la población, el futuro de nuestros jóvenes, la gestión de las migraciones, la plena igualdad entre hombres y mujeres, incluida la conciliación y la erradicación de cualquier forma de violencia contra la mujer, el cambio climático o la incorporación de los nuevos avances científicos y tecnológicos.
La primera de esas cuestiones de Estado se refiere a la sostenibilidad de nuestro sistema público de pensiones. No tengo que decir que su garantía depende muy especialmente de que sepamos transitar hacia el objetivo primordial de veinte millones de personas trabajando en el año 2020 y de que dejemos atrás esas épocas en que por cada nuevo pensionista se iban al paro tres trabajadores. Hoy, cada nuevo pensionista se ve compensado por la entrada de seis nuevos cotizantes en el sistema.
Todos los grupos de este Parlamento, todos, han manifestado su preocupación por el sistema de pensiones. Yo les propongo que hagamos de esa preocupación común el marco de un diálogo para fortalecerlo, con el objetivo de dar tranquilidad a los pensionistas presentes y también a los futuros. Por eso, les anunció que, si obtengo su confianza en esta investidura, pediré a los Grupos Parlamentarios la convocatoria inmediata del Pacto de Toledo antes de final de año.
Me propongo también dar un giro y un impulso al diálogo social. En los últimos años mi Gobierno ha alcanzado acuerdos importantes con los agentes sociales para fortalecer el crecimiento económico y el empleo. Su participación sigue siendo elemento clave para impulsar la recuperación de nuestra economía. Por eso, si esta Cámara me da su confianza, convocaré de inmediato a los interlocutores sociales para compartir nuestros análisis sobre la situación económica y social, y abordar nuevas medidas que fortalezcan la creación de empleo y su calidad, la asistencia a los desempleados de larga duración, la implantación de la Garantía Juvenil, así como la sostenibilidad, en el marco del Pacto de Toledo, de nuestro sistema público de pensiones.
Y lo mismo puedo decir del modelo educativo, desde la educación primaria a la propia Universidad. Se abre ante nosotros la oportunidad de lograr, definitivamente, un Pacto Nacional por la Educación. Les invito a que trabajemos con ánimo constructivo por un modelo estable, que atienda a las necesidades de cada uno de los alumnos, que garantice la igualdad de oportunidades pero, sobre todo, que ponga el acento en la eficacia y en la calidad.
Con estos objetivos, en el primer mes de Gobierno, tal y como acordé a Ciudadanos, propondré a esta Cámara la creación de una subcomisión parlamentaria que permita la elaboración de un acuerdo consensuado en el plazo de seis meses; un acuerdo que debe contar, además, con el consenso y la colaboración de la comunidad educativa y debe atender, entre otras, a cuestiones como éstas: un estatuto del personal docente; la reforma del sistema de gobernanza de nuestras Universidades; un programa de refuerzo educativo para luchar contra el fracaso escolar y el impulso a la Formación Profesional, de manera que cien mil alumnos puedan acceder al sistema de Formación Profesional dual que tan buenos resultados está dando.
Necesitamos, también, un acuerdo sobre financiación autonómica. Educación, sanidad, dependencia y otros servicios sociales prestados por las Comunidades Autónomas son, junto con las pensiones, las bases de nuestra política social. Los ciudadanos nos demandan, de manera creciente, un óptimo nivel de calidad de servicios públicos básicos a los que puedan acceder en condiciones de igualdad.
Por ese motivo, sugiero a todos los grupos de esta Cámara, y muy singularmente al Partido Socialista, que, al igual que el Partido Popular, gobierna en buena parte de las Comunidades Autónomas, que abramos la negociación de un sistema de financiación territorial estable y suficiente; un modelo que asegure la igualdad y la solidaridad entre los españoles, y preserve los servicios públicos de contingencias como puedan ser los ciclos electorales y las épocas de bonanza o de recesión económica.
Evidentemente, esta reflexión no se puede hacer a espaldas o al margen de las Administraciones directamente implicadas. Por ello mi Gobierno abordará de inmediato los trabajos preparatorios para la convocatoria de una Conferencia de Presidentes Autonómicos en el Senado. De este foro deberá salir un diagnóstico compartido sobre la situación de nuestro modelo autonómico y su suficiencia financiera, así como una puesta al día de los principios de solidaridad y cooperación que han marcado su desarrollo hasta el día de hoy.
Señorías,
El compromiso con la limpieza de la vida pública y el buen funcionamiento de nuestras instituciones nos atañe a todos los presentes. Hoy, los ciudadanos pueden comprobar, sin lugar a dudas, que en España no existe impunidad para la corrupción. Les ahorraré la enumeración de las muchas mejoras legislativas que ha aprobado mi Gobierno en este campo. Son instrumentos que están haciendo ya más eficaz la prevención de los delitos y la tarea de los jueces; pero, como me han oído en más de una ocasión, en este empeño nunca podemos sentirnos plenamente satisfechos y menos aún dar por concluida la tarea.
He estado siempre abierto a promover cuantas reformas sean necesarias para reforzar la confianza de los ciudadanos en la política, y hacer de ella una actividad cada vez más transparente y cada vez más ejemplar. Como saben, acordamos con Ciudadanos un conjunto de medidas en materia de lucha contra la corrupción que les planteé ya en el debate del pasado mes de agosto. El compromiso de entonces sigue vigente ahora, como sigue vigente, también, mi oferta al resto de Grupos para que enriquezcan el acuerdo con sus aportaciones. Realizo esta invitación desde la humildad y el reconocimiento de los casos que han protagonizado personas de mi partido, pero también desde la certeza de que en este campo, como en ninguno en la vida, nadie puede presumir de infalibilidad.
Señorías,
Soy consciente de que ninguno de estos acuerdos será sencillo. Exigirán un gran esfuerzo, no inferior a la dimensión de las tareas, ni menor que su importancia para el bienestar de los españoles.
Afortunadamente, no partimos de cero, Señorías. Contamos en España con la experiencia de haber sido capaces de entendernos en asuntos y en momentos excepcionales para nuestra propia arquitectura democrática, nuestra pertenencia y compromiso con la Unión Europea o la defensa de nuestro sistema de derechos y libertades y la lucha contra el terrorismo yihadista.
Ahora es tiempo de reforzar estos acuerdos que ya existen y, llegados a este punto, permítanme que me detenga en el reto más grave que tiene España en estos momentos y que afecta a su unidad, a la soberanía nacional y a la igualdad de todos los españoles. Me refiero al desafío secesionista que algunos están planteando en Cataluña.
Es de sobra conocida mi posición. La expuse con claridad en el debate del 30 de agosto. Les recordaré algunas cosas que dije entonces y que defenderé siempre:
- Que el único pueblo soberano en España es el que conforma la totalidad de los españoles.
- Que nadie, ni el Gobierno, ni las Cortes Generales, ni ningún otro poder del Estado, ninguno, puede privar al pueblo español de su derecho exclusivo --repito, exclusivo-- a decidir sobre su futuro ni sobre su territorio.
- Que mi primera obligación como representante, al igual que todas Sus Señorías, del pueblo español y como presidente del Gobierno, si obtengo la confianza de la Cámara, es defender esa soberanía nacional y, con ella, la unidad de España, la igualdad de los españoles y el respeto a la Ley y a los derechos fundamentales.
Y les aseguro, Señorías, que cumpliré con esa obligación y que lo haré buscando en todo momento el entendimiento entre los Grupos que comparten la defensa de los principios que recoge la Constitución.
En estos años he mantenido, y mantengo, mi disposición al diálogo y a la cooperación con la Generalitat de Cataluña. He procurado dar respuesta a las necesidades reales de los catalanes, porque lo que les atañe me incumbe y me importa. He valorado siempre su capacidad de acogida, su dinamismo y su diversidad como un elemento que conforma y enriquece la nuestra. Y estoy dispuesto a buscar fórmulas que acomoden mejor la necesaria solidaridad interterritorial. Pero el primer paso hacia soluciones que sean más justas pasa por el respeto a la legalidad y a los derechos de todos los españoles.
Señoras y señores diputados,
No tenemos tiempo que perder, tenemos retos por delante, muchos, y, además, hemos de superar los efectos del bloqueo político de estos meses y ponernos al día, cuanto antes, en el cumplimiento de nuestras obligaciones con los españoles y con nuestros socios europeos.
Los asuntos que no eran urgentes han acabado siendo apremiantes y los que ya lo eran, lo son aún más. Por eso, en los próximos días, si ustedes me otorgan su confianza, remitiremos a ambas Cámaras los objetivos de estabilidad presupuestaria y deuda pública, así como el límite de gasto no financiero del Estado. Estas materias reclamarán también nuestro acuerdo, pero el ciclo presupuestario no acaba ahí. Se ha de completar en su totalidad con la aprobación de unos Presupuestos Generales del Estado para 2017.
No necesito explicarles que las cuentas del Estado son la pieza clave de la política económica de nuestro país y de los demás: primero, porque determinan, en última instancia, el destino del 43 por 100 de la riqueza que somos capaces que generar entre todos cada año, el Producto Interior Bruto; segundo, porque resumen en cifras la orientación de la política económica que nos asegure el crecimiento y la creación de empleo.
Tampoco necesito explicarles que es mi obligación velar por el cumplimiento de los compromisos adquiridos con Europa, respetar la senda de consolidación fiscal pactada con la Unión Europea y controlar el déficit público, porque es lo mejor para España y porque ya conocimos lo peor de sus consecuencias, si no lo hacemos, en términos de pérdida de confianza y de destrucción de empleo. La estabilidad presupuestaria debe seguir siendo un compromiso que se respete desde el Gobierno y no se ignore desde el Parlamento.
Señorías,
Éstos son, en mi opinión, asuntos en los que, si fuéramos capaces de trabajar de manera conjunta, daríamos un paso adelante muy importante en defensa de los intereses de todos los españoles.
Como habrán comprobado, no he querido desgranar en este discurso un detallado programa de gobierno ni un prolijo catálogo de medidas. En cualquier caso, estoy a disposición de todos ustedes para profundizar mañana en cualquier aspecto sectorial o territorial que sea de su interés. Hoy he preferido referirme a los grandes objetivos nacionales, los de hoy y los de mañana, porque, como he señalado antes, es imprescindible que nos pongamos de acuerdo para abordarlos conjuntamente. Repito que se trata, además, de materias que en algunos casos no sólo exceden un período de sesiones, sino la capacidad de cualquier Gobierno, y que son determinantes para el futuro de un país durante generaciones.
Señora presidenta, señoras y señores diputados,
Soy perfectamente consciente de que entramos en una nueva etapa política. Sé que cualquier ley, cualquier reforma o cualquier proyecto que pueda venir a esta Cámara en el futuro tendrá que ser fruto del acuerdo, de la negociación, de la cesión y del entendimiento.
Debemos asumir la necesidad de diálogo, no como un peaje incómodo, sino como una oportunidad de consolidar reformas amplias y duraderas; dejar también al lado las consignas propias de la pugna electoral para avanzar en el diseño de las soluciones a los problemas de nuestros compatriotas.
No se me ocultan las dificultades y los previsibles escollos que esta tarea ofrece, ni a mí ni a mi Grupo. Somos también conscientes de la gravedad del compromiso que estamos adquiriendo; pero no he subido hasta tribuna para buscar un beneficio personal o partidario, sino para cumplir con mi responsabilidad tal y como yo la considero.
Quizás algunos pudieron pensar que las dificultades para gobernar y el horizonte de poder mejorar nuestra posición en unas nuevas elecciones nos podrían llevar a eludir nuestra responsabilidad; pero no lo vamos a hacer. En este momento, en las circunstancias que atraviesa España, ninguna consideración sobre conveniencias de partido me parece lícita.
Los españoles no nos dieron su voto para hacer política pequeña, sino para que lo empleáramos de la mejor manera posible en su servicio, es decir, para llevar a cabo lo que prometíamos y lo que los ciudadanos confiaban que éramos capaces de hacer.
Estamos para eso. El Partido Popular no es un fin, sino un medio, una herramienta al servicio de la sociedad. Si yo preguntara hoy a los españoles qué les gustaría hacer con esa herramienta, su respuesta sería, sin duda, diáfana: "queremos aprovechar este instrumento para formar un Gobierno ya y sin más demoras".
Esto, que desean ya un Gobierno, es todo lo que yo necesito saber y esto, formar ese Gobierno, es lo que trato de hacer. Tengo el deber de poner fin a esta situación, de evitar unas nuevas elecciones, y lo hago tan pronto como he percibido que las circunstancias han cambiado.
Señorías,
Ése es mi deber, pero no es sólo mío; lo comparto con todos ustedes. Parece justo y razonable que quienes de verdad no desean repetir las elecciones apoyen esta solución. Esto no supone que se fuerce la voluntad de nadie, ni que nadie tenga que renunciar a sus principios. La excepcionalidad de las circunstancias exige que se dejen a un lado todas las confrontaciones ideológicas y se sumen los esfuerzos, de manera excepcional, porque se trata de una situación inédita que no conoce precedente. Y, si no lo hiciéramos así, esta sesión de investidura no se hubiera celebrado o fracasaría y estaríamos abocados, todos, a repetir elecciones.
Señorías,
Si esta sesión de investidura sale adelante, deberíamos abrir una nueva etapa de contribución responsable a lo que es competencia de todos y necesita la colaboración de todos. Lo que tenemos entre manos es algo muy serio, porque las consecuencias de nuestras decisiones afectan al bienestar de todos; diseñan, además, la imagen de España en el mundo y son siempre decisivas para el destino de la nación entera.
Hablamos del bien común y, por evitar vaguedades, permítanme que lo concrete: hoy, estos días, este mes, el bien común se llama que España cumpla cuanto antes sus compromisos con Europa para mantener, dentro de ella, la posición que los españoles se merecen. Todo ello para mejor atender sus compromisos con los ciudadanos, en concreto los más urgentes, los que están en la base de todos los demás, porque son su fundamento y su garantía: el crecimiento económico y la creación de empleo. En esto se concreta hoy "el bien común", el interés general: en dar ya los pasos que España reclama con urgencia para retomar con vigor la senda de su recuperación y dejar atrás las consecuencias del tiempo perdido.
Ésta es una responsabilidad compartida, Señorías. No se entendería bien que alguien pretenda volverle la espalda o, menos aún, desee obstaculizarla.
Tengo muy claro que, dada la composición de la Cámara y los apoyos previsibles, el Gobierno que pretendo formar puede estar lejos de cumplir las condiciones de solidez, gobernabilidad y estabilidad que yo reclamaba en el pasado Debate de Investidura y desde el día 21 de diciembre. Esto será así salvo que la propia Cámara y los Grupos que la conforman asuman que, no sólo el interés de los españoles, sino el suyo particular, reclama un Gobierno estable y capaz.
Señorías,
Que no existan pactos de Legislatura no significa que podamos conformarnos con un Gobierno en el que no importe el cómo ni el para qué. Flaco favor haríamos a los españoles dejándoles creer que basta con cubrir la vacante del Gobierno para que todo quede resuelto.
El Gobierno del Reino de España no puede ser un mero trámite. Ha de servir para que los españoles resuelvan sus problemas. Supongo que todos deseamos para nuestro país un Gobierno que pueda inspirar confianza, que sea fiable y que disponga de capacidad para tomar decisiones al ritmo que lo exijan las circunstancias, tanto en España, como en Europa. Supongo que no hay nadie aquí que desee lo contrario.
A España no le benefician ni las sorpresas, ni las improvisaciones, ni las incertidumbres. Si no sabemos despejarlas, estaremos perdiendo el tiempo.
El empleo, como la economía, no se resuelve en veinticuatro horas, ni basta, Señorías, la buena voluntad. Cualquiera de las tareas que aguardan al Gobierno exige una labor sostenida y perseverante. En el pasado Debate señalé lo siguiente: "O somos capaces de aplicar un esfuerzo persistente o será imposible alcanzar lo que todos deseamos; o actuamos responsablemente o estaremos engañando a los españoles, haciéndoles creer que en España nos podemos apañar con un Gobierno efímero".
Pues bien, esto significa que, si el Gobierno está en minoría y no dispone por sí mismo ni de la fortaleza ni de la estabilidad que España necesita, tendrá que buscar colaboraciones para conseguirlas.
Tengo asumido que cada día tendremos que construir una mayoría para la gobernabilidad. Para eso necesitamos un Gobierno abierto al diálogo. Eso es lo que ofrezco. Estoy dispuesto a negociar cuanto sea necesario todas las decisiones. Haré cuanto esté en mis manos para que podamos trabajar de forma conjunta por el bien de los españoles. No me faltará tiempo para escuchar ni atender las inquietudes de Sus Señorías. Tengan la total y absoluta certeza de que sabré interpretar lo que han dicho los españoles.
Lo que espero de todos es que, estando sujetos, como diputados, a la misma responsabilidad de mirar por el bien de los españoles, asuman el mismo compromiso.
Termino ya, señora presidenta.
Hemos dejado escapar diez meses que no serán inútiles del todo, si es que hemos aprendido algo. Afortunadamente, no es demasiado tarde, no hemos atravesado la barrera de lo irremediable. España conserva su impulso y estamos a tiempo de reforzar la confianza, inyectar nuevas energías y barrer hasta la sombra de la inestabilidad.
Confío en que sepamos dar a los españoles el Gobierno que la sociedad reclama y los apoyos que la dimensión de las tareas exige. Para todo ello solicito el voto de Sus Señorías a mi candidatura.
No sé qué dificultades surgirán en el camino del futuro Gobierno. Sin duda, no serán pocas ni pequeñas. Mi Grupo, mi partido y yo mismo estamos todos dispuestos a afrontarlas y a soportar los sacrificios que sean necesarios. No sé si es lo que más nos conviene como grupo o lo que más nos perjudica; no sé si nos convendría más aguardar mejores coyunturas. No me interesan estas consideraciones. Me basta con saber que España lo necesita ya y ésa es para el Partido Popular suficiente razón.
Señorías,
Si hemos de pagar un precio, por ninguna otra causa lo haremos con mayor orgullo que por el bien de España.
Nada más, señora Presidenta, Señorías. Muchas gracias.