Primera parte

Discurso del presidente del Gobierno en funciones en el Debate de Investidura a la Presidencia del Gobierno en el Congreso de los Diputados

26.10.2016

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Congreso de los Diputados, Madrid

Señora presidenta, señoras y señores diputados,

Cinco días antes de que concluya el plazo fijado por la Ley para que las Cortes Generales queden disueltas de forma automática, acudo de nuevo a esta tribuna para solicitar la confianza de la Cámara a mi investidura como presidente del Gobierno.

He aceptado el encargo de Su Majestad el Rey por las mismas razones que les expresé cuando comparecí ante ustedes el pasado mes de agosto; la primera y la más importante es que España necesita un Gobierno con urgencia.

Me dirijo a ustedes desde la convicción compartida de que España no admite más demoras. No exagero ni un ápice si afirmo que la inestabilidad política se ha convertido a los ojos de cualquier observador en el mayor riesgo para nuestra economía. Hoy se alaban nuestros esfuerzos para dejar atrás la crisis, se valoran nuestras reformas para recuperar la competitividad y se reconocen los efectos de nuestra lucha contra el desempleo. Lo reconocen todos y en todas partes pero, a renglón seguido, se nos advierte de que los nubarrones que empañan un horizonte esperanzador son la incertidumbre política y la parálisis institucional.

Afortunadamente, la inercia del trabajo bien hecho ha permitido que España haya atravesado el páramo infecundo de los últimos meses sin resentirse.

España, repito, por mucho que alguno se sorprenda, sigue siendo el país que más crece de entre las grandes economías desarrolladas. Lo fue el año pasado, lo será este año y todas las previsiones apuntan a que también lo será el año próximo. Estamos creciendo a un ritmo que duplica el crecimiento de la zona euro y, gracias a ese crecimiento, somos también el país que más empleo crea: medio millón de personas encontrarán trabajo este año de inestabilidades.

Pero todo tiene un límite, Señorías. Afortunadamente, mi Gobierno fue previsor y en el otoño de 2015 aprobamos los Presupuestos Generales del Estado para este año. Hemos podido, así, mantener prestaciones, subvenciones, inversiones y subsidios, lo que, sin duda, ha permitido continuar la senda de crecimiento y preservar la atención social en este tiempo. Fue una decisión acertada, pese al torrente de críticas con que fue recibida. En España tenemos que acostumbrarnos a entender que aquellas medidas que algunos rechazan de oficio como indeseables, son precisamente las que benefician a los españoles.

Tampoco hemos escatimado esfuerzos desde el Gobierno en estos diez meses para aprovechar el escaso margen de actuación que nos permitía la Ley, a fin de evitar perjuicios y minimizar los daños que la interinidad podía causarles a los españoles.

Como saben, hemos obtenido de la Comisión Europea una senda de consolidación fiscal más compatible con nuestro crecimiento económico. Hemos sido capaces, después de un fructífero diálogo en esta Cámara, de dar los pasos necesarios para cumplir este año con el déficit comprometido. Hemos garantizado, tras un franco entendimiento con las Comunidades Autónomas y los Grupos Parlamentarios, que, pasase lo que pasase, autonomías y entes locales podrían ver actualizados sus objetivos de déficit y de deuda para aprobar sus cuentas y preservar los servicios esenciales que todas ellas gestionan.

Por lo demás, y lo reconozco con orgullo, en estos meses de gobierno restringido hemos podido comprobar que España es una democracia madura, capaz de seguir en marcha, siempre que las responsabilidades del Gobierno estuvieran atendidas con antelación, como ha sido el caso. Desde las Fuerzas de Seguridad a las organizaciones sociales, desde la sanidad a las oficinas de empleo, desde la Judicatura hasta los municipios, España en ningún momento ha estado "en funciones".

En suma, Señorías, España, hasta ahora, ha mantenido su rumbo; pero, como decía, todo tiene un límite. Está en juego la piedra angular de nuestra prosperidad: la confianza; ese ingrediente sustancial de las relaciones humanas, sean personales, políticas, comerciales o diplomáticas, del que depende el empuje de nuestra recuperación.

Hemos acumulado un buen caudal de confianza y eso se nota dentro y fuera de nuestras fronteras. Tanto los españoles como los extranjeros confían más en las posibilidades de nuestro país, y, porque confían más, gastan más e invierten más. España es fiable y esto se traduce en los intereses que paga nuestra deuda o en el crédito que se nos concede ante el déficit.

La confianza, Señorías, cuesta mucho conquistarla, pero muy poco perderla. Bajo ningún concepto deberíamos correr el riesgo de que se tuerza el rumbo y se malogren los titánicos esfuerzos que han hecho los españoles para representar una historia de éxito que todos reconocen.

Nuestros ciudadanos tienen, pues, el derecho, que es nuestro deber, a exigir que no seamos nosotros, sus representantes, los responsables de su bienestar, quienes malogremos los frutos de su esfuerzo. España no admite más retrasos e incertidumbres.

Mi propósito de hoy, Señorías, es que podamos ya salir al paso de cualquier recelo de inestabilidad, afirmando que España tiene un gobierno que puede gobernar, que mantiene su rumbo previsible y se apresura a borrar hasta la última brizna de incertidumbre que, como una mala yerba, haya brotado en estos meses.

Señorías,

Ésta es la razón más importante por la que he aceptado el encargo de Su Majestad el Rey, pero hay más.

Los españoles han mostrado en dos ocasiones, tanto en diciembre, como en junio, su clara preferencia por el Partido Popular.

No pretendo recordar lo que ustedes sobradamente conocen, ni blasonar aquí de los resultados de las últimas elecciones, tampoco hacer ostentación de los mismos; pero parece razonable que, en una democracia consolidada como la nuestra, gobierne aquella formación política que tiene más apoyos entre los ciudadanos. Y más razonable parece si, como sucede en este caso, la diferencia con la segunda fuerza política supera en votos los dos millones y medio.

Señorías,

Esta afirmación es tan evidente como lo acredita el hecho de que en España desde el año 1977 siempre ha gobernado la fuerza política que ha contado con más apoyos populares.

Y, si para algunos no fuera suficiente razón, a esta circunstancia hay que añadir el hecho de que la alternativa que mi Grupo plantea es, hoy por hoy, la única razonable de gobierno, como el tiempo se ha encargado de demostrar.

Señorías,

No voy a entrar en más detalles sobre estas razones, porque no hace al caso, porque no ha pasado tanto tiempo desde que me oyeron exponerlas en esta tribuna y porque nada ha cambiado desde entonces en mi argumentación; pero permítanme que en mi intervención de hoy añada a estas consideraciones otras dos razones, muy poderosas, que me reafirman en la decisión que adopté en su día cuando sometí a esta Cámara mi candidatura a la Presidencia del Gobierno.

La primera es que, como todo el mundo sabe, en los dos meses transcurridos desde la última sesión de investidura se han producido cambios muy relevantes que mejoran la situación política y abren la posibilidad de que este debate finalice de manera diferente al anterior. No me corresponde a mí, y por tanto no lo voy a hacer, valorar los motivos ni los pormenores de esos cambios; pero sí reconocer que estamos en unas circunstancias nuevas que alientan la esperanza de que España pueda disponer en breve plazo de un Gobierno en plenitud de sus funciones.

La última razón por la que comparezco hoy aquí es que hoy no decimos solamente "sí" o "no" a una propuesta de gobierno. Decimos "sí" o "no" a unas elecciones inaplazables. El agotamiento de los días y de las oportunidades nos sitúa hoy en la disyuntiva de tener que elegir, exclusiva y definitivamente, entre ofrecer un gobierno a los españoles o pedirles que regresen a las urnas por tercera vez en poco más de 360 días.

Yo defiendo, y mi presencia en esta tribuna lo demuestra, que evitemos a toda costa volver a las urnas, y lo defiendo desde la convicción de que es lo que más conviene a España y a los españoles. Unas terceras elecciones serían, como casi todos ustedes han reconocido, muy perjudiciales para nuestro país; un descrédito para la imagen de España en el exterior; una decepción para los ciudadanos y su confianza en el sistema político; y un serio quebranto, en fin, para la economía, que se vería lesionada por la prolongación de la incertidumbre. Un daño objetivo, se mire como se mire, a España y a los españoles.

Señorías,

No quiero ni entrar a considerar qué pudiera ser más interesante o más perjudicial para los intereses particulares de unos o de otros partidos representados en esta Cámara. Todos somos muy conscientes, todos, de cuál es la situación. Sería una frivolidad que hoy primaran las conveniencias particulares. Estamos hablando de España y la repetición de elecciones no es lo que desean los españoles ni lo que más les beneficia.

Pues bien, Señorías, éstos son los motivos por los que comparezco hoy aquí para solicitar su confianza.

España necesita un Gobierno, como ocurre en el resto de los países del mundo. No podemos estar indefinidamente en funciones, ni podemos estar repitiendo elecciones cada seis meses. Esto no es vivir en una situación de normalidad. No conviene a nadie y acaba por lesionar los derechos y los intereses de todos.

Señoras y señores diputados,

España necesita un Gobierno, pero no es igual cualquier Gobierno. El pasado día 30 de agosto afirmé aquí, ante todos ustedes, lo siguiente: "Nos estaríamos engañando, peor aún, engañando a los españoles, si les dejáramos creer que basta con elegir no importa qué Gobierno, sea el que fuere, para resolver la papeleta o, como dicen algunos, para desbloquear la situación. Lo que España reclama es, obviamente, un Gobierno que pueda gobernar, que atienda eficazmente los problemas, lo cual exige un Gobierno que sea estable, duradero, sólido y tranquilizador".

Es el mismo criterio que Sus Señorías me han oído defender desde el pasado 21 de diciembre: un Gobierno estable, capaz de gobernar y de inspirar confianza; un Gobierno fiable y previsible.

Y también, como dije en agosto, "un Gobierno basado en acuerdos, porque así lo exigen los resultados electorales y porque nos enfrentamos a desafíos a los que ningún partido político puede hoy responder en solitario. Esto, cuando no se dispone de una mayoría parlamentaria, exige, o bien un gobierno de coalición, o cuando menos alguna clase de acuerdos que eviten una legislatura estéril".

Ésa es la propuesta que vengo haciendo de manera ininterrumpida --insisto, ininterrumpida-- desde el pasado mes de diciembre; no he cambiado de opinión. Desde el mes de diciembre llevo hablando de un Gobierno de amplia base parlamentaria, capaz de realizar, por consenso y con vocación de permanencia, las grandes reformas que España necesita. Ésa es, al menos en mi opinión, la mejor manera de interpretar la voluntad que los españoles expresaron con sus votos y la mejor manera de atender sus necesidades; un modelo de Gobierno inédito aún en España, pero similar al que rige en las instituciones comunitarias y a los que funcionan en muchos países de la Unión Europea y desde hace muchos años.

Señorías,

Aquel 30 de agosto volví a plantear, como ustedes recuerdan, una gran coalición de fuerzas constitucionalistas, que podría conformarse de distintas maneras, ya fuera una coalición de gobierno, un amplio acuerdo de legislatura o bien un compromiso de gobernabilidad.

Pues bien, como todos ustedes saben, eso no fue posible, pero al menos conseguimos dar pasos en la buena dirección. Tras el 26 de junio, alcanzamos los compromisos de gobierno con Ciudadanos, que ustedes conocen y que expusimos en aquella sesión de finales de agosto el señor Rivera y yo mismo. Son compromisos de gobierno en muchas de las cuestiones que más importan a los españoles y que estamos seguros que redundarán, cuando se lleven a buen término, en beneficio de todos.

A estos acuerdos se suman los alcanzados con la señora Oramas y su partido, Coalición Canaria, también después de las elecciones del pasado 26 de junio, así como los preelectorales con Unión del Pueblo Navarro, Foro Asturias y Partido Aragonés. A todos les reitero, una vez más, mi agradecimiento y el de mi Grupo. Sinceramente, pienso que, como dije en su día, están haciendo lo que más conviene a los españoles.

Son acuerdos con una significación política evidente y suponen un avance en el camino hacia ese gran objetivo que necesita España: un Gobierno que pueda gobernar, es decir, que atienda eficazmente los problemas y pueda responder ante los compromisos contraídos.

Soy muy consciente de la importancia de esos acuerdos y mi voluntad es mantenerlos y cumplirlos. Y no tengan ustedes ninguna duda de que lo haré.

Señorías,

A la hora de exponer el Programa de Gobierno que ofrezco a su consideración, les ahorraré la tarea de volver a escuchar cada una de las palabras que sobre esta materia pronuncié el pasado 30 de agosto en la anterior sesión de investidura. A estos efectos, me parece más razonable remitirme al Diario de Sesiones donde está recogida de manera pormenorizada la exposición que ustedes escucharon, en la que se incluían también las medidas acordadas con los otros partidos y Grupos Parlamentarios que apoyan esta investidura, y de manera muy especial los "150 compromisos para mejorar España" que pactamos con Ciudadanos.

Hoy tan sólo quiero recordar que nuestro proyecto político contiene dos objetivos básicos, que además son inseparables: el empleo y el mantenimiento de los pilares de nuestro Estado de Bienestar.

Nadie debería dudar ya que el empleo es la meta de toda nuestra política económica y el presupuesto necesario de cualquier política social. El empleo ha sido siempre mi primera preocupación y mi máxima prioridad.

Cuando asumí por primera vez las responsabilidades como presidente del Gobierno, a finales del año 2011, en España se destruían cada día 1.400 empleos; hoy, cada día encuentran trabajo más de 1.400 personas. Sencillamente, Señorías, se ha invertido la situación para bien; se ha dado la vuelta completamente a la tendencia. De ser el país de la Unión Europea donde más empleo se destruía, hoy lideramos la creación de puestos de trabajo en la Eurozona.

Hemos cambiado la tendencia, pero no podemos abandonar el objetivo, porque nos queda mucha tarea que atender. Todavía son demasiadas las personas que en España buscan una oportunidad. Ahora, a medida que la situación mejora, tienen más esperanza de encontrarla. Esa esperanza es la que dicta las exigencias de nuestro deber prioritario.

Insisto, Señorías, el empleo es la meta de nuestra política económica, pero además es un requisito imprescindible para poder mantener y mejorar nuestro Estado del Bienestar que --vuelvo a recordar en esta Cámara-- es uno de los más avanzados del mundo.

Piensen que en España más de catorce millones de personas --repito, más de catorce millones de personas-- reciben cada final de mes algún tipo de prestación pública en concepto de pensiones, atención a la dependencia, prestaciones por desempleo, rentas mínimas… Y a esto hay que añadir que casi la cuarta parte de nuestro gasto público se dedica a sanidad y a educación públicas. Por eso, no es de extrañar que el 63 por 100 de nuestro gasto público total sea gasto social.

Pues bien, Señorías, sin empleo atender esas necesidades, por muy buenas intenciones que todos tengamos, que evidentemente las tenemos…; sin empleo es una quimera, porque son aquellos que trabajan, cotizan a la Seguridad Social y pagan sus impuestos quienes sostienen y permiten mejorar nuestro sistema del bienestar.

Por eso, es tan importante priorizar la creación de empleo y, como ustedes saben, ese gran objetivo no depende sólo de que apliquemos buenas políticas de empleo; depende principalmente de que sepamos mantener el crecimiento económico y consolidemos la recuperación. Depende, en consecuencia, de perseverar en la política económica que nos ha permitido un cambio de rumbo y no dar marcha atrás en aquellas reformas que nos están permitiendo crear medio millón de empleos al año.