Presidente.- Muchísimas gracias, señor Presidente. Señoras y señores, muy buenos días, muchas gracias por estar aquí.
Quiero comenzar esta intervención diciendo que he trabajado junto con el primer ministro Samarás y he sido testigo de su lucha con éxito para restaurar la credibilidad y para sacar a su país de una crisis sin precedentes. Tengo un gran respeto por su valentía y por sus logros. Es un verdadero amigo, un socio de fiar y, desde luego, un verdadero líder.
Le agradezco especialmente que me haya invitado hoy a venir a Atenas, primero, porque no había tenido la oportunidad de visitar este maravilloso país como presidente del Gobierno, sí en otra condición; pero también por lo que supone de muestra de aprecio y de confianza hacia España, en un momento político y económico muy importante para Grecia, para España y para el conjunto de la Unión Europea.
He tenido la oportunidad de tratar hoy con él e intercambiar puntos de vista sobre algunos de los asuntos más candentes de la agenda europea e internacional; entre otros, la respuesta común que debemos dar en la Unión Europea a la amenaza del terrorismo yihadista y al reto común de Grecia y España como frontera exterior de la Unión Europea frente a la inmigración irregular. Grecia y España, como los demás Estados miembros del Sur, tenemos la obligación adicional de proteger las fronteras mediterráneas europeas y de proteger a Europa, en su conjunto, de la inestabilidad geopolítica de su entorno.
También hemos tratado de las posibilidades que nos ofrece el 'Plan Juncker' para impulsar el crecimiento en Europa o de las próximas fases de la reforma de la Unión Económica y Monetaria. En todas ellas quiero destacar que Grecia y España coincidimos en el diagnóstico y en la dirección que debemos tomar junto con nuestros socios europeos.
Señoras y señores, Grecia y España son dos países del Mediterráneo con muchas cosas en común en nuestra cultura y en nuestra forma de vida. En Grecia reconocemos no sólo un amigo de siempre, sino también los orígenes de nuestra propia civilización. Compartimos, como decía, el Mediterráneo, la cuna de la civilización occidental. Nuestro interés por el Mediterráneo se refleja en multitud de foros, como nuestra activa participación en la Unión por el Mediterráneo o en el Foro 5+5 que reúne y agrupa a cinco países europeos y cinco países del norte de África.
Pero como también he dicho, nuestro proyecto común más transcendental, del que depende en buena medida nuestro futuro, es el de la integración europea; un proyecto que ha vivido en los últimos años momentos muy difíciles debido a una crisis económica y financiera que ha llegado a poner en peligro la dinámica misma de la integración. Se ha resentido la confianza de nuestros ciudadanos en la capacidad de este proyecto para preservar algunas de las señas de identidad del modelo europeo del Estado de Bienestar, y ha estado en riesgo uno de los logros más importantes del proceso de integración, que es nuestra moneda común, el euro.
En los momentos de dificultad que hemos pasado no pocos han olvidado que el proceso de integración europea nos ha permitido que Europa haya vivido el período de paz y de prosperidad más largo de su historia. No hay más que comparar estos más ya de sesenta años desde el Tratado de la Comunidad Económica del Carbón y del Acero con cualquier otro similar de la historia de Europa. Muchos se han olvidado de que este proyecto de integración permitió a Grecia y a España ganar cotas de bienestar y de desarrollo económico sin precedentes, y que este proyecto permitió, hace sólo diez años, reunir de nuevo a las dos mitades de Europa separadas por un muro durante demasiado tiempo.
Afortunadamente, la fuerza de este proyecto reside en que, aunque comenzó con mecanismos e instrumentos económicos, siempre ha sido, y continúa siendo, un proyecto político en el sentido más puro del término. Este impulso político es el que nos ha permitido en estos duros años responder a la crisis con más integración, a la crisis con reformas y no con rupturas, y a la crisis con solidaridad y no con aislamiento.
No ha sido fácil. Ha habido titubeos y dudas; pero desde el principio y en los peores momentos todos estábamos convencidos de que la solución estaba en el proyecto europeo y no fuera de ese proyecto.
Grecia y España, como la gran mayoría de los países europeos, cada uno con sus particularidades y en distinta medida, hemos sufrido una de las crisis más profundas desde que nuestros dos países recuperaron sus democracias. Como consecuencia de los efectos de la crisis, los españoles y los griegos han sufrido serias dificultades económicas y, en especial, demasiadas personas han perdido sus puestos de trabajo.
Ambos países han pasado por reformas difíciles y dolorosas; pero estamos convencidos de que esas reformas eran indispensables para establecer nuestras economías sobre una base sólida y asegurar que el crecimiento y la prosperidad regresan de forma fiable y duradera.
Las reformas que hemos llevado a cabo en Grecia y en España están dando sus frutos. Como decía en su intervención el primer ministro Samarás, Grecia y España son ahora dos de los países con la mayor tasa de crecimiento de la zona euro después de muchísimo tiempo con crecimiento negativo y con destrucción de empleo.
Por primera vez desde la crisis, estamos creando empleo neto. Grecia tiene ya un superávit primario en sus cuentas públicas y en España las previsiones para 2015 muestran que creceremos más y se recuperarán más puestos de trabajo que en el año 2014. Por eso, estoy convencido de que, si no bajamos la guardia, si continuamos con las políticas que se han puesto en marcha y si continuamos por la senda de la reforma, estaremos en condiciones de situar nuestras economías en la senda de un crecimiento sostenido y estable, y garantizaremos un futuro de prosperidad y de bienestar.
Ahora que finalmente estamos saliendo de esta crisis necesitamos estabilidad, no inestabilidad; necesitamos certidumbre y confianza, no incertidumbre y desconfianza. Nuestro futuro común se encuentra en Europa, en el proyecto de integración europeo; no fuera de Europa. Y el euro, que, como he dicho, es uno de los más importantes proyectos de nuestra historia común, no es un proyecto a la carta; requiere compromisos constructivos y no unilateralismo y confrontación. Las normas se pueden cambiar, pero lo primero que hay que hacer es respetarlas y honrar los compromisos.
Europa se construye sobre el compromiso constructivo, no desde la ruptura unilateral de las reglas de juego. Hemos puesto en marcha, y seguimos trabajando en ellas, importantes reformas de nuestra Unión Económica y Monetaria para evitar que vuelva a ocurrir una crisis como la que hemos sufrido.
Señoras y señores, una Europa fuerte y estable -es mi convicción- necesita Estados miembros estables, con Gobiernos elegidos democráticamente que respeten los compromisos adquiridos y contribuyan a la unidad y recuperación de nuestro continente.
Reitero mi agradecimiento al primer ministro Antoni Samarás por haberme invitado, es un honor estar aquí y les agradezco a ustedes también su presencia en un día como hoy aquí.