Intervención del presidente del Gobierno en el foro económico 'CREO', organizado por el diario Cinco Días

20.5.2024

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Madrid

INTERVENCIÓN DEL PRESIDENTE DEL GOBIERNO, PEDRO SÁNCHEZ

Muchas gracias por invitarme a este encuentro.

Me gustaría comenzar trasladando, como presidente del Gobierno de España, una reflexión a la ciudadanía española y también al pueblo argentino. Lo que ayer vivimos en Madrid no habla de lo que los españoles y los argentinos sentimos. No habla de la unión de dos pueblos que en los momentos más difíciles contaron con la mano del otro para poder levantarse. No habla de las raíces comunes que nos hacen sentir en nuestro hogar cuando visitamos Buenos Aires o cuando el pueblo argentino visita a Madrid.

Por eso quiero decir que soy plenamente consciente de que quien ayer habló no lo hizo en nombre del gran pueblo argentino. En cambio, lo que vivimos ayer en Madrid sí habla del riesgo que representa esta internacional ultraderechista para sociedades como la nuestra, que sustentamos nuestra democracia sobre los pilares del progreso económico, la justicia social y la convivencia.

España y Argentina son dos países hermanos. Somos dos países hermanos cuyos pueblos se quieren y se respetan. Esta ha sido mi convicción desde que obtengo la alta responsabilidad de ser presidente del Gobierno de España. Evidentemente, entre los gobiernos los afectos son libres, pero el respeto es irrenunciable. Por eso hemos pedido al actual presidente del Gobierno de la República de Argentina una rectificación pública y, en consonancia, la respuesta del Gobierno de España será acorde a la dignidad que representa la democracia española y a los lazos de hermandad que unen a España y Argentina, ahora mismo presidida por un presidente que, por desgracia, no ha estado a la altura con sus declaraciones.

En clave nacional, sí me gustaría hacer dos reflexiones a mis conciudadanos. La primera tiene que ver con que defender las instituciones españolas de insultos y de difamaciones que eventualmente puedan hacer mandatarios extranjeros no entiende de peros, porque más allá de la ideología están la educación y el patriotismo. Y la segunda es que lo que vimos ayer también en boca del señor Abascal fue una apelación explícita a la violencia política. Decir que hay que sacar a patadas y a gorrazos a un gobierno legítimo es antidemocrático y exige una condena rotunda por de todas las fuerzas políticas, de todos los medios de comunicación y del conjunto de su sociedad.

En fin, quiero también agradecer, como no podía ser de otra manera, desde el principio de mi intervención, a todas las entidades y empresas que han hecho posible este evento y singularmente al equipo de Cinco Días con su directora, Amanda Mars, al frente.

Quisiera también comenzar esta intervención recordando una portada o una noticia, mejor dicho, del diario Cinco Días del 22 de enero del año 2018. Decía así: España será de entre las grandes economías mundiales la única que sufrirá una revisión a la baja en su previsión de crecimiento económico por parte del Fondo Monetario Internacional. Y la razón de aquel recorte era clara, era la situación que en ese momento, por desgracia, se vivía en un territorio importante para nuestro país como es Cataluña.

Han pasado seis años desde entonces y hoy la economía española no sufre previsiones a la baja por culpa de la conflictividad territorial. Ocurre justo lo contrario. Hemos visto cómo el Banco de España, la OCDE, el Fondo Monetario Internacional, revisan al alza sus previsiones de crecimiento económicas para nuestro país. La última en hacerlo ha sido precisamente la Comisión Europea, con 4 décimas al alza.

Este mismo diario, Cinco Días incluía en su edición del jueves pasado el siguiente titular: Moody's, la agencia de calificación, cree que la caída del independentismo en las elecciones catalanas reduce los riesgos para la economía española. Por tanto, la conclusión es clara hoy España está más unida y es más próspera que en el año 2018 y este es un éxito de país, del cual estoy convencido la mayoría de españoles y españolas estamos orgullosos.

Hace seis años España se enfrentaba a una triple crisis económica, social y territorial. Evidentemente, en el ámbito económico aún sufríamos las consecuencias de lo que, a mi juicio, fue una respuesta a la crisis financiera equivocada, una respuesta antisocial que nos hizo perder una enorme cantidad de tiempo, de recursos y también de expectativas para muchas generaciones. Y que contrasta con la que hemos dado con solidaridad, con eficacia, a golpes tan disruptivos y potencialmente devastadores como la pandemia o las actuales guerras, tanto en Ucrania como en Oriente Medio.

Ahí están los datos. En la última crisis financiera tardamos 12 años -se dice pronto, 12 años- en recuperar los niveles previos de empleo, una década en recuperar los niveles previos de PIB y han bastado 18 meses para recuperar todo el empleo perdido como consecuencia de la pandemia y la respuesta que tuvimos que dar por el confinamiento de nuestra economía.

Lo relevante con todo es que ahora no nos hemos limitado a recuperar el terreno perdido. Hoy tenemos 3 millones de afiliados y afiliadas más que en el año 2018, casi 1,7 millones más de los que teníamos en enero del año 2020, justo antes de la pandemia. El pasado 15 de mayo superamos la cifra de los 21 millones 300.000 cotizantes a la Seguridad Social y la OCDE acaba de confirmar que hemos superado el nivel de poder adquisitivo previo a la pandemia, con tasas de aumento superiores a las grandes economías de Francia, de Italia y de Alemania.

Y, además, las previsiones de crecimiento económico para España en el año 2024 y 2025 las conocen bien, son notablemente superiores a las del resto de grandes economías de la eurozona.

Eso es lo que nos encontramos en el año 2018. Es la situación actual de la economía. En el año 2018 también nos encontramos con una crisis social importante. En aquel 2018 nos encontramos con una profunda herida en términos de desigualdad, una herida causada por tres contrarreformas, a mi juicio: la primera, la laboral; la segunda, la educativa, y la tercera, la de las pensiones. Impuestas y no acordadas con los agentes sociales o la comunidad docente, y que llevó a un alto índice de conflictividad laboral y social en el ámbito laboral.

Los efectos fueron especialmente dañinos. Se impuso el paradigma de la precariedad, de la devaluación salarial. Recuerdo aún las palabras del exministro entonces De Guindos, ministro de Economía, decir que iban a aprobar una contrarreforma laboral altamente agresiva respecto a los derechos de los trabajadores y trabajadoras. Se impuso, en definitiva, el paradigma de la precariedad y la devaluación salarial como he dicho antes, sobre todo con los jóvenes y con todo lo que representa. En definitiva, inestabilidad de los ingresos, inseguridad laboral y riesgo de exclusión social.

A cada contrarreforma, respondimos durante estos últimos seis años, con acuerdos, con reformas pactadas: la reforma laboral, la reforma de las pensiones y la reforma educativa. No solamente con los colectivos sociales que representan a este importante porcentaje de la población de nuestro país, sino también con las instituciones comunitarias, con la Comisión Europea.

Y los frutos del acuerdo creo que son visibles, también las cifras de la España de 2024 frente a desde 2018 en términos de desigualdad. Hoy la pensión media en nuestro país es un 34% más alta que en el año 2018. El salario mínimo interprofesional es un 54% más alto. La tasa de abandono escolar ha caído cuatro puntos hasta el 11%, la tasa de temporalidad laboral es 12 puntos inferior y la inversión en IMAS casi duplica en el año 2024 la dotación que teníamos en el año 2018.

Estos son datos, son hechos que hemos alcanzado sin comprometer, por cierto, la estabilidad de las cuentas públicas. Al contrario, este esfuerzo sin precedentes que estamos haciendo es absolutamente compatible con la senda de consolidación fiscal que garantiza la reducción de la deuda pública, del déficit público y el cumplimiento, en consecuencia, de los objetivos marcados con la Unión Europea.

Y, por último, en aquel 2018 tuvimos que afrontar una tremenda crisis territorial, una enorme crisis constitucional, y hoy podemos decir con toda rotundidad que teníamos razón; que teníamos razón quienes hemos defendido que en democracia es más poderoso el perdón que el rencor, la convivencia, que la confrontación, y la unión frente a la división. Teníamos razón los que pensábamos que la unidad de España no se construye a base de confrontar ni de amenazar, sino de construir un proyecto común de avance social cuyos pilares sean esos: el progreso económico, la justicia social y la convivencia. Y tenemos razón quienes creemos que, en política como en la vida, los problemas se resuelven de frente, sin rehuirlos, sin cronificarlos y, mucho menos, sin exacerbarlos, como sucedió en un pasado no muy lejano.

Los frutos de esa apuesta, en términos de paz social y de estabilidad, son más que evidentes y ustedes saben mejor que nadie lo que eso representa en términos económicos. Y creo que eso también está detrás de la razón de por qué, ahora mismo, España avanza; por qué España es su modelo de éxito si lo miramos en el contexto europeo y también de la geopolítica internacional, no solamente en el ámbito económico, sino también en el ámbito territorial y en el ámbito social. E insisto, este modelo de éxito lo han ido escribiendo muchas manos en los últimos años. El Gobierno ha hecho lógicamente su parte, pero también ha sido la patronal, los sindicatos, la sociedad civil en su conjunto.

Contamos, en consecuencia, con unos datos económicos y de empleo favorables; con buenos datos de la evolución de la inflación y del déficit público; la convivencia y el entendimiento ganan en Cataluña y, por tanto, el catastrofismo de una oposición, por desgracia cada vez más ultraderechizada, es el mayor de sus bulos. Porque lejos del discurso catastrofista que hemos escuchado durante estos últimos años de que' España se rompe', de que 'España se hunde', pues, efectivamente, hoy lo que vemos es que España está más unida que en el año 2018 y crea más empleo y crece con mayor rotundidad y tiene más justicia social que cuando llegamos al gobierno en el año 2018.

Solo tres datos para reforzar este argumento. Cuatro de cada diez nuevos empleos de la Unión Europea se crean en nuestro país; cuatro de cada diez. Con respecto al año 2018, el volumen de empleo en la rama de actividades científicas, técnicas e informáticas ha crecido un 50%. El segundo (dato), atraemos más inversión extranjera directa, somos el 4.º país en el ranking global por volumen de atracción de proyectos greenfield en el periodo 2018 y 2024. Y, en tercer lugar, estamos ampliando nuestra capacidad exportadora con más empresas -cada vez más pequeñas y medianas empresas-, abriendo mercados exteriores y ofreciendo marca España. Además, en 2023 exportamos mercancías por valor superior a los 383.000 millones de euros, cerrando en consecuencia así el segundo mejor año de la serie histórica.

Detrás de estas cifras, qué es lo que yo veo. Bueno, pues hay grandes acuerdos, hay grandes acuerdos como, por ejemplo, la reforma laboral, que explica el que hoy la afiliación de los menores de 30 años, que siempre es una de las asignaturas pendientes de nuestro mercado laboral, haya crecido un 11,4%; que tengamos casi 3 millones y medio de trabajadores más que en enero de 2022 con un contrato indefinido y medio millón más que el año pasado en estas mismas fechas.

Podría mencionar muchas otras, como la subida progresiva del Salario Mínimo Interprofesional en estos últimos seis años, a la cual antes he hecho referencia; las ayudas que hemos puesto en marcha durante todos estos años desde que, por desgracia, se inició la invasión de Putin en Ucrania; o también una innovación importante de las políticas públicas vinculadas con la redistribución, con la lucha contra la exclusión social y también con la reincorporación de esos excluidos en nuestro mercado laboral como es el Ingreso Mínimo Vital.

Todas estas, a mi juicio, son decisiones valientes, decisiones con coraje que han permitido que España sea el segundo país de la OCDE, es decir, de las principales economías desarrolladas del mundo, donde más creció la renta real per cápita de los hogares en el año 2023, y que hayamos recuperado después de 16 años -se dice pronto, 16 años- los niveles de renta previos a la crisis financiera.

Decisiones y reformas estructurales acertadas también que hemos pactado con la Comisión Europea, como es la Ley de Empresa Crea y Crece, que es una de las principales asignaturas pendientes de nuestra economía para que ganen escala a las empresas y puedan exportar mucho más. Reformas como la Ley de Formación Profesional, todo el impulso que estamos dando a la I+D+i, reformas, en definitiva, que están contribuyendo por primera vez en casi tres décadas en nuestro país -desde el año 1995, creo recordar que no se producía- a un crecimiento simultáneo del empleo y de la productividad.

Pero sí hay un factor que, a mi juicio, explica el gran desempeño de la economía española, ese es sin duda el impacto que está teniendo el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, es decir, los fondos europeos -para que nos entendamos coloquialmente- sobre nuestra economía.

Esta es una apuesta que representa la impugnación radical a la forma en la que la Unión Europea hizo frente a la crisis del año 2008. Puede decirse que Europa aprendió de sus errores y yo tuve la ocasión, por cierto, de poder negociar con la canciller Merkel entonces, los fondos europeos, los requisitos que se iban también a plantear para poder acceder a esos fondos europeos. Y doy fe de que Europa y aquellas personas que lideraron la respuesta que se dio a la crisis financiera aprendieron de los errores que se produjeron entonces y que, lógicamente, se materializaron en la formación de esos fondos europeos, la mutualización de la deuda pública a nivel europeo y todo lo que tiene que ver con la agenda de reformas.

También, creo que es importante decirlo, España luchó por una salida solidaria a esa crisis. Pero, por encima de todo, luchamos para que Europa, a diferencia de lo que ocurrió en el año 2008, fuera fiel a sí misma y a sus valores. Y la diferencia está entre el aumento del desempleo y la deuda pública y el hundimiento del consumo privado que siguieron a esas recetas neoliberales, que nos llevaron a una depresión extraordinariamente grave, en términos económicos y sociales, de Europa.

Los excelentes resultados que ya ofrece el despliegue del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia; o, por ejemplo, los 12 proyectos estratégicos con el acrónimo PERTE en sectores estratégicos que combinan capacidad de arrastre para el crecimiento económico, también creación de empleo y mejora de la competitividad presente y futura de nuestra economía. Por cierto, con la colaboración público-privada como una gran palanca para no solamente recuperarnos económicamente de esta crisis, sino también para transformar al país de una manera absolutamente decidida.

Fíjense, los 160.000 millones de euros asignados a España para el periodo 2021-2026 nos están permitiendo modernizar nuestro tejido productivo para abordar dos retos ineludibles como son la transición ecológica y la transformación digital de nuestra economía, a la par que estamos, en consecuencia, reformando otros aspectos de nuestro tejido productivo y ganando competitividad.

Nos están permitiendo acabar con las brechas existentes, avanzar en el desarrollo de las capacidades digitales, especialmente para reforzar eso que hemos llamado la cohesión territorial; es decir, en el medio rural dar oportunidades y garantizar la igualdad de oportunidades en nuestro país, donde a través del Plan de Recuperación ya hemos formado a más de 150.000 mujeres, por poner un dato, en capacidades digitales y de conectividad; en el medio rural, me refiero.

Somos líderes en Europa en despliegue de red de fibra, estamos liderando el despliegue de la tecnología 5G en toda Europa, mejoramos nuestra seguridad a través de una ley, que es la ley de Ciberseguridad y el Esquema Nacional de Seguridad de redes 5G, respondiendo a las ciberamenazas, situándonos a la vanguardia de tecnologías como la inteligencia artificial o emprendiendo la transformación digital del sector público y de la empresa.

Todo esto creo que nos ofrece una posibilidad extraordinaria de abordar una de las asignaturas pendientes en España y en Europa, que es la reindustrialización de nuestro continente y de nuestro país. Reindustrializando, además, en territorios injustamente ignorados durante el pasado. Pienso, por ejemplo, en Extremadura, pero no solo, también en Andalucía. Zonas que han sufrido, desgraciadamente, también el estigma del declive, de la despoblación provocada por la falta de oportunidades en el medio rural.

Nos ayudan, lógicamente, a avanzar en la transición energética, en concreto en objetivos como la descarbonización de la industria, el impulso al vehículo eléctrico, saben ustedes que somos una de las principales potencias europeas en fabricación de automóviles y también, lógicamente, en todo lo que tiene que ver con la conexión de ese vehículo eléctrico, o situarnos como uno de esos grandes referentes europeos en hidrógeno verde y en generación renovable.

En fin, en seis años nuestro país ha pasado del 13% al 23,6% de la energía solar que producen las cinco grandes economías de la Unión Europea. Y eso no es fruto del azar. Es lógicamente el concurso y el compromiso del sector privado y también de un Gobierno que ha apostado claramente y ha visto en la Transición verde una gran oportunidad para reindustrializar nuestro país y también para proteger al hogar medio en nuestro país ante alzas del precio de la energía, como hemos vivido, por cierto, no hace mucho como consecuencia de la invasión en Ucrania.

En definitiva, un modelo de éxito admirado por muchos, que identifica a nuestro país con una sociedad que mira al futuro con ambición, con optimismo, sin miedo, con bases más sólidas para crecer y para aprovechar las oportunidades que nos puede traer esa doble transición, tanto digital como ecológica. Y con una apuesta sin precedentes por la formación de capital humano como su principal activo.

Señoras y señores, les he descrito un modelo de éxito que creo que no es patrimonio de un ejecutivo, sino que es patrimonio del conjunto de la sociedad española. Una sociedad que se ha visto sometida a extraordinarios desafíos, primero la pandemia y ahora dos guerras en Ucrania y en Oriente Medio.

Esto lo saben ustedes y también han sido partícipes los medios de comunicación, me refiero de este éxito. Pero faltaría a la verdad si no advirtiera de los riesgos que amenazan tanto al modelo español, como al modelo social europeo.

Antes, la moderadora ha hecho referencia a ello, un modelo social europeo, creo que responsable de una etapa de paz, de democracia y prosperidad sin precedentes en nuestro continente.

Ahí fuera, desgraciadamente, hay líderes dispuestos a canalizar la desesperanza, el miedo, el desencanto, con discursos autoritarios. Los hemos escuchado hace apenas unas horas aquí mismo en Madrid, negando la esencia misma de la justicia social, tildándola de aberración.

Un concepto, el de justicia social, que, aunque es cierto que desde opciones progresistas hemos hecho siempre bandera de ello, no es solamente propio de la izquierda política europea y española, sino que comparten instituciones, como por ejemplo la Iglesia católica o que asumieron las grandes familias políticas a la hora de construir Europa.

Hace pocos días, treinta grandes consorcios alemanes decidieron tomar partido y movilizarse para frenar el voto a la ultraderecha y la retórica de formaciones extremistas y racistas. Creo que esta fue una decisión valiente, a la altura de los importantes retos a los que se está enfrentando nuestro continente en este tiempo decisivo.

Meses atrás, en el Foro Económico Mundial de Davos yo pedí personalmente al mundo empresarial que diera un paso al frente en defensa de la democracia y de los valores humanistas que han ayudado a forjar, a construir la mejor Europa. Esta Europa, que es al mismo tiempo lo mejor que le ha pasado a nuestro país a lo largo de nuestra historia.

Y hoy reitero esa petición: defendamos nuestra democracia, nuestro modelo de bienestar, la justicia social que encarna esa economía social y de mercado que es Europa. Defendamos un modelo de éxito como es nuestro país frente al retroceso de los reaccionarios.

Y quiero concluir con unas palabras llenas de sabiduría al respecto. Como sostiene el presidente del Consejo Económico y Social y uno de los grandes economistas de nuestro país, al menos para mí, de los más lúcidos, que es Antón Costas. Le cito textualmente: "En la era de incertidumbre radical que nos ha tocado vivir, cuando muchas de las viejas certezas parecen haberse diluido, es más necesario que nunca el diálogo social y la búsqueda del acuerdo"

Yo comparto esta convicción y, como él, creo que el diálogo y la convivencia son requisitos imprescindibles para la estabilidad, el desarrollo económico y el progreso de las sociedades. Les aseguro que ese es el espíritu que me ha animado siempre y que va a seguir impulsando las acciones del Gobierno de España.

De nuevo, muchas gracias por la invitación y gracias a todos ustedes.

(Transcripción editada por la Secretaría de Estado de Comunicación)