Rajoy asiste al debate sobre el estado de la nación

Intervención inicial del presidente del Gobierno en el debate sobre el estado de la nación (y III)

25.2.2014

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Señorías, desde el pasado 1 de enero está en vigor el Marco Financiero Plurianual para el período 2014-2020. Como saben, ésta es la forma que en la jerga comunitaria se denomina a los Presupuestos de la Unión. Dicho Presupuesto asciende a 960.000 millones de euros para los próximos siete años y establece una financiación predecible para las políticas europeas de las que se benefician nuestras Pymes, nuestros agricultores y ganaderos, nuestras ciudades y regiones, nuestros institutos de investigación y nuestros estudiantes. España seguirá siendo beneficiaria neta del Presupuesto comunitario y mejorará su saldo respecto del período anterior (2007-2013), pasando de un +0,15 por 100 del PIB al +0,20 por 100.

A finales del año se han adoptado los correspondientes programas financieros, que respaldan la consecución de la Estrategia Europa 2020. En cuanto a la reforma de la PAC, ofrece a los agricultores españoles una garantía de que van a seguir recibiendo un volumen muy importante de fondos: un total de 47.000 millones de euros en el período.

No insistiré en la importancia de la Iniciativa de Empleo Juvenil, con 1.880 millones de euros destinados a España, ni en la estrategia de financiación a Pymes, economía digital, etcétera. Son temas que hemos tratado en esta Cámara en un reciente debate. Sin embargo, sí me gustaría destacar la ratificación por el Parlamento marroquí del protocolo del acuerdo de pesca con la Unión Europea, del que se beneficiará, especialmente, la flota española, que representa más del 70 por 100 del conjunto de la flota comunitaria.

Señorías, a raíz de las tragedias acaecidas frente a la costa de Lampedusa, el Consejo Europeo de octubre, sobre la base de las propuestas presentadas por España, acordó la línea política para enfrentarse a las causas de los flujos migratorios. No necesito explicarles nuestro interés sobre esta materia. Los recientes acontecimientos de Ceuta y Melilla ponen de actualidad un dramático problema que la Europa comunitaria todavía no ha acertado a resolver. Es preciso reformar la cooperación con los países de origen y tránsito, establecer una cooperación más estrecha con las organizaciones internacionales correspondientes y redoblar la lucha contra la trata de seres humanos y la inmigración clandestina, además de reforzar las actividades de la Agencia Frontex.

En otro orden de cosas, Señorías, España seguirá apoyando la consecución del acuerdo comercial entre la Unión Europea y los Estados Unidos, la llamada Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión, que, de llegar a buen término, constituirá un impulso muy notable para la economía europea que vería incrementadas sus exportaciones a los Estados Unidos por encima del 25 por 100; un tema éste, Señorías, de la máxima importancia.

En mayo de 2014 se celebrarán unas nuevas elecciones al Parlamento Europeo. Espero que sean la ocasión oportuna para debatir sobre el futuro de la Unión Europa desde el Parlamento con más competencias de su historia. Confío, igualmente, en que la elección indirecta del presidente de la Comisión Europea por los ciudadanos contribuya a acrecentar el debate y la participación sobre la Europa del futuro, que debe ser la Europa de todos los europeos.

Todavía tenemos mucho trabajo que hacer en Europa. De la "hoja de ruta" propuesta por los cuatro presidentes de las principales instituciones de la Zona Euro, hemos completado la Unión Bancaria. Nuestro próximo reto, y será un empeño del Gobierno español, y entiendo que de esta Cámara, será trabajar por la Unión Fiscal, la Unión Política y la Unión Económica.

Señoras y señores diputados,

No podemos permanecer impasibles cuando los ciudadanos señalan a la corrupción como una de sus principales preocupaciones. Por eso, junto al objetivo de Administraciones más útiles, más austeras y más eficientes, como nos demanda la situación de la economía, hemos trabajado, y seguimos haciéndolo, en desarrollar Administraciones más transparentes, más abiertas y más fiscalizadas, con gestores sometidos a principios éticos y legales que sean ineludibles.

Éstas son las razones por las que, desde el principio mismo de la Legislatura, pusimos en marcha, junto a las grandes correcciones económicas, importantes reformas institucionales que contribuyan a la regeneración democrática; medidas que también, como en el ámbito económico, han arrojado ya sus frutos y creo que debemos ponerlos en valor, porque lo que empieza a notarse fuera de nuestras fronteras debe también tener alguna relevancia dentro de ellas.

Este mismo mes, el 3 de febrero, hemos conocido los resultados del Informe Anticorrupción de la Comisión Europea, que reconoce en España los esfuerzos hechos por el Gobierno y por este Parlamento para atajar la corrupción. Destaca la consolidación del marco legal español en este objetivo, así como los importantes resultados sobre la corrupción denunciada y nos demanda una especial atención en materias a las que precisamente hemos otorgado una máxima prioridad: mantener y ahondar la reforma en materia de financiación de los partidos políticos; desarrollar estrategias particulares de control y transparencia en todas las Administraciones; desarrollar códigos de conducta para los cargos electos y dentro de los partidos políticos; fortalecer el control sobre los conflictos de intereses o asegurar la implantación de la transparencia.

A todo ello hemos atendido, desde el primer día y en todo momento. Ya el año pasado, aquí, en este mismo Debate, tuve ocasión de hacer un primer balance. Ya entonces habíamos reformado, con gran consenso, la Ley de Financiación de Partidos Políticos, que redujo las aportaciones que perciben del Estado, y recordé que habíamos recuperado la responsabilidad penal de los partidos políticos y reforzado la lucha contra el fraude fiscal, entre otras medidas.

Pero en aquella ocasión yo hice algo más que traerles un balance. Les traje un compromiso, un compromiso en materia de transparencia y en materia de regeneración, y ofrecí un pacto: mi disposición al acuerdo para que las medidas que se adoptasen recibiesen un amplio respaldo. Señorías, yo he cumplido mi compromiso con esta Cámara, con todos ustedes y con los españoles, y mantengo mi disposición, mi voluntad de acuerdo y mi convicción de que, en esta materia, el número de luces verdes en esa pantalla es una forma también de disipar la sombra que se cierne sobre la función política.

Ante las sombras, Señorías, transparencia. Es una cualidad que hemos instaurado en la democracia española. Ése es el cambio cualitativo que supone la aprobación de la primera Ley de Transparencia, Acceso a la Información Pública y Buen Gobierno de nuestro país.

Señorías, el nuestro es un compromiso con la democracia en su conjunto. Y cuidar la democracia exige mejorar su calidad y regenerar la fortaleza del vínculo que supone entre los ciudadanos y sus representantes. Por eso, para este Gobierno, la regeneración es un compromiso que va más allá de las coyunturas.

Les recordaba hace un momento que hace un año presenté ante Sus Señorías la siguiente propuesta: alcanzar un amplio acuerdo en la adopción de iniciativas que contribuyeran a restaurar la confianza democrática. Ese acuerdo se materializó en la aprobación de una propuesta de Resolución, con un amplio respaldo parlamentario, en la que se planteaban medidas que hoy ya están en esta Cámara; un Plan con dos grandes pilares: el control de la actividad económico-financiera de los partidos políticos y del ejercicio del alto cargo de la Administración General del Estado.

En primer lugar, hemos presentado el Proyecto de Ley Orgánica de Control de la Actividad Económica-Financiera de los Partidos Políticos, con el objetivo de imponer más control, más fiscalización y mayor transparencia. El Consejo de Ministros también ha remitido a esta Cámara el Proyecto de Ley Reguladora del Ejercicio del Alto Cargo de la Administración General del Estado, que dotará a nuestro país de un verdadero estatuto del alto cargo, que clarificará sus obligaciones y los controles a los que debe someterse.

Señorías, el control es necesario, pero no suficiente. Debe haber una respuesta clara y contundente para aquellos comportamientos que incumplan la legalidad, y en este ámbito se erige el tercer pilar del Plan de Regeneración Democrática: las medidas penales y procesales de lucha contra la corrupción.

Creemos que hay que hacerlo en el Código Penal, porque tenemos que dotar de más efectividad las figuras penales existentes contra la corrupción, y, además, ajustarlas a la gravedad de estas conductas. Pero con las figuras existentes no es bastante y, por eso, proponemos también la creación de nuevos tipos que completan los instrumentos penales de respuesta frente a la corrupción, como la financiación ilegal de partidos políticos.

Y también es imprescindible reformar la legislación procesal, porque necesitamos más agilidad y eficacia en la actuación de los tribunales de justicia.

La Justicia llega a todos por igual; pero es necesario que lo haga a tiempo, para que no sea, como ya dije el año pasado, ni una condena anticipada ni una forma de impunidad. Trataremos de que cada día sea más difícil corromper o dejarse corromper; que cueste más hacerlo; que, si se hace, se averigüe pronto; y, si se averigua, que cueste tan caro como para castigar al culpable con la dureza necesaria para desanimar a quien pretenda imitarle.

Señorías, estamos convencidos de que el nuevo marco legal que estamos definiendo permitirá cerrar espacios a la impunidad, mejorar la prevención de la corrupción y agilizar los procedimientos de detección y sanción. Y estamos decididos a abrir el debate de la regeneración a las aportaciones de todos, de todos los miembros de esta Cámara, a llevar a cabo un proceso de diálogo con todos los grupos políticos.

Señorías, la corrupción no ataca a ninguna ideología ni a ningún partido en especial. Ataca a la propia democracia, socavando su credibilidad y destruyendo la confianza, creando la apariencia de que el problema no es la corrupción, sino la política. Y la política, Señorías, no es un problema, entre otras cosas, porque la alternativa a la política, si queremos un sistema de libertad, convivencia y justicia, sencillamente no existe.

De los casos de corrupción que tenemos noticia hoy se están ocupando los Tribunales. El Gobierno y este Parlamento, con reformas y medidas, trabajan y trabajarán en la prevención y el castigo de los que se produzcan mañana.

Señorías, quiero hacer referencia, por último, al anuncio de la futura convocatoria de un referéndum de autodeterminación en Cataluña; un asunto de la máxima importancia política, como todos ustedes saben, y que, por lo tanto, ha de ser de obligada consideración en este Debate.

No es la primera ocasión que lo abordamos pero, en cualquier caso, me gustaría aquí, en el Debate sobre el Estado de la Nación, reiterar y dejar clara una vez más, cuál es mi posición. Se resume así:

- España es un Estado de Derecho donde quien nos gobierna a todos es la Ley.

- A este Gobierno le preocupa, y mucho, la suerte de todas las personas que viven en Cataluña y le preocupa, y mucho, que se arriesgue su bienestar y su futuro.

- Los españoles no hemos conocido otra condición que la unidad y ni queremos ni nos conviene quebrarla.

Dicho esto, Señorías, me gustaría añadir algunas consideraciones.

España es un Estado de Derecho y todos, en consecuencia, estamos sometidos a la Constitución y a las Leyes. Y también nosotros, Señorías, que estamos aquí porque hemos prometido o jurado ante todos nuestra Constitución. Y, según esas Leyes, es el conjunto del pueblo español quien tiene la capacidad para decidir lo que sea España. En esto consiste también la soberanía nacional.

Por tanto, Señorías, nadie unilateralmente, nadie, puede privar al conjunto del pueblo español… Señorías, vuelvo a repetirlo porque considero que esto es importante; es probable que a otras personas no les parezca importante, a mí sí. Nadie unilateralmente puede privar al conjunto del pueblo español de su derecho a decidir sobre su futuro, nadie. Señorías, cuando digo nadie, digo: ni el Gobierno, que ahora presido yo, ni ningún otro poder del Estado, y ni siquiera esta Cámara.

En consecuencia, Señorías, como todos ustedes saben, ese referéndum no se puede celebrar. No es legal.

Mi obligación, como presidente del Gobierno, es cumplir la Ley y hacerla cumplir, lo que en este caso significa que nadie decida por el conjunto del pueblo español sobre el futuro de España. Eso es lo que significa.

Señorías, tengan por seguro que cumpliré con mi obligación.

Y diré más: siempre he estado dispuesto al diálogo, siempre; ahora, también, pero dentro de la Constitución y de la Ley. Otra cosa no se me puede pedir. Y, en cualquier caso, recuerdo que la Constitución puede ser reformada. De hecho, lo ha sido en dos ocasiones, tras el debate y el acuerdo de una amplísima mayoría parlamentaria. Todos cuantos pretendan su modificación pueden plantearla, pero siguiendo los pasos y las reglas que la propia Constitución establece. Señorías, eso es el Estado de Derecho y esto es, por fortuna, un Estado de Derecho.

Señoras y señores diputados,

He señalado mi deber en defensa de la Ley, pero no es el único, no es mi único deber. También tengo el deber de ocuparme de los españoles, de todos los españoles, sean quienes sean y vivan donde vivan, y también cumpliré con este deber.

Les diré, además, que a mí me preocupa, y mucho, lo que ocurra a las personas que viven en Cataluña. Por tanto, que nadie espere que permanezca indiferente.

No se asegura el futuro de los catalanes. ni su bienestar, ni su convivencia, derribando la Ley, corriendo aventuras, sembrando incertidumbres, ni maquillando la gravedad de las consecuencias.

Ya lo he dicho en otras ocasiones, pero lo voy a repetir: soy el primer comprometido con que las cosas vayan bien en Cataluña y voy a pelear por los catalanes, por su progreso y por su bienestar, como he hecho a lo largo del tiempo que llevo en el Gobierno de España. Lo he hecho y lo voy a seguir haciendo, porque es mi obligación hacia ellos, como hacia el resto de los españoles.

He dicho también, Señorías, que los españoles no hemos conocido otra condición que la unidad y ni queremos ni nos conviene quebrarla, por dos razones muy importantes: porque es nuestro principal patrimonio histórico y porque juntos estamos mejor. En otras palabras, porque ni queremos dividirnos ni nos conviene.

No nos hemos inventado la unidad esta semana. Los españoles formamos parte de la misma nación desde hace siglos, durante los cuales hemos compartido la misma historia, las mismas fortunas y las mismas calamidades, mezclando nuestras sangres y cruzando nuestras familias.

Por eso consideramos la unidad como un valor superior. Pero no porque esté en la Constitución, no; la incluimos en la Constitución porque la consideramos un valor superior que refrenda una tradición, una memoria y un patrimonio comunes.

Y, además, que es otra cosa, porque nos conviene, porque juntos estamos mejor. No es, Señorías, que los países adelantados opten por la unidad, sino que la unidad hace que los países adelanten. No es la prosperidad lo que los une, sino, al revés, es la unidad lo que los hace prósperos.

Por eso, queremos un país unido, Señorías. Para honrar nuestra historia y para garantizar nuestro futuro.

Señorías, España es la mejor plataforma para construir un futuro de oportunidades para todos. Todos los españoles conformamos una gran alianza estratégica para competir desde Europa en el mundo entero: una sociedad fuerte, una cultura plural y diversa que a todos nos enriquece, una democracia avanzada y un mercado y un capital humano de 47 millones de personas. Eso es España.

Ya es hora de concluir, Señorías.

En resumen, como he señalado al comienzo, lo más significativo del estado de la nación es el cambio de tendencia que se ha producido a lo largo del año 2013. No es el final del esfuerzo, no hemos alcanzado la meta, pero antes la teníamos a la espalda y ahora la tenemos delante. Antes nos alejábamos y ahora nos dirigimos hacia ella. Aún cuesta arriba y aún con dificultades, pero ya en la buena dirección.

Quedan muy atrás los meses en que era preciso dedicar lo mejor de nuestro esfuerzo a evitar la caída, toda nuestra atención a superar los agobios económicos del día a día y toda la capacidad de ahorro a pagar los intereses de la deuda.

Todo eso lo hemos vivido, Señorías. Yo les aseguro que lo he vivido muy de cerca y muy intensamente. Y todo eso ha quedado atrás. Estamos en otra etapa, más llevadera, porque ahora comienzan a palparse los resultados, se confirma el acierto de las medidas adoptadas y se encuentra justificación a los sacrificios.

Nada de esto, como he dicho, debe hacernos olvidar las dimensiones de la tarea que tenemos pendiente. Nuestro objetivo prioritario es el empleo y hacia él se orientan todas las iniciativas del Gobierno.

Ya hemos frenado la sangría, es verdad, y este año, gracias a la reforma laboral, podremos contabilizar empleo neto; es verdad. Pero, Señorías, hablamos de más de cinco millones y medio de personas en paro. Queda demasiado quehacer como para detenernos en las complacencias, pero esto no significa que pierda valor lo realizado. Todo lo contrario, tiene importancia por lo que se ha conseguido, pero tiene más importancia aún, porque despeja el camino para lograr lo que nos falta.

Para los que esperan un puesto de trabajo, puede que les cueste apreciarlo; pero es una gran noticia que ya no estemos estancados, que no caminemos hacia la ruina, que asome ya la recuperación y que estemos rematando los cimientos que sustentarán el desarrollo, el bienestar y el empleo.

Insisto, no es para estar satisfechos, si contemplamos lo que nos queda, pero, Señorías, en la senda de la recuperación del bienestar bien podemos decir que ya hemos alcanzado la primera cumbre.

La consecuencia inmediata de todo esto, como ya he señalado, es que vamos a continuar con el mismo propósito, con el mismo rigor y en la misma dirección. Que nadie espere improvisaciones, ni atajos apresurados, ni recetas mágicas, ni bandazos. Todo lo contrario, la lista de reformas pendientes lleva mucho tiempo redactada y está a disposición de todo el mundo.

Queremos que las cosas de España sean previsibles para que puedan ser fiables. España gana crédito, no sólo por lo ya realizado, sino por lo que se propone realizar. Seguiremos desarrollando las reformas en curso, porque han dado muy buen resultado y aplicaremos lo antes posible las que tenemos pendientes.

Éste es el camino, Señorías, no sólo para lograr cuanto antes la recuperación, sino para corregir todos los atrasos relativos que lastran nuestro desarrollo.

Mientras nosotros hablamos aquí, el mundo sigue dando vueltas, la economía se hace más competitiva, otras áreas económicas ocupan más espacio y todos procuran poner al día sus herramientas técnicas o intelectuales. Nosotros no podemos permitirnos el lujo de quedarnos atrás.

Hemos hablado de grandes reformas en educación, en administración, en empleo... Todas van a lograr que al salir de la crisis España se muestre al mundo con un nuevo rostro, rejuvenecido, como corresponde a un país que ha sabido fortalecer sus posibilidades, su dinamismo y su eficiencia.

Señorías, como he dicho al principio, no nos mueve ya la esperanza, sino la ambición.

Hace un año traje a este debate razones sólidas para alimentar una esperanza fundada. Ahora nos hemos instalado sobre una realidad y, además, nos sabemos capaces de mejorarla.

España está en condiciones de volver a desplegar todo su dinamismo, su capacidad de iniciativa y su creatividad, porque es un país lleno de posibilidades, que rejuvenece sus estructuras y arroja el lastre que entorpecía su desarrollo y bloqueaba sus oportunidades.

Tenemos por delante una gran tarea, pero también la convicción de que España se merece que hagamos el esfuerzo. Y tenemos, también, la garantía de que, si hemos sido capaces de llegar hasta aquí en dos años, nada nos impedirá rematar nuestro propósito.

No hemos precisado los españoles más herramienta que nuestro propio esfuerzo para salir adelante y no necesitamos ahora ninguna otra para lograr lo que nos propongamos.

Nos estimula todo lo que ya hemos alcanzado, nos estimula la confianza en nosotros mismos y, sobre todo, Señorías, nos estimulan esos más de cinco millones y medio de personas que dependen de nuestro acierto, que aguardan los resultados, y que nos impulsan a no descansar, ni decaer, ni distraernos, hasta darles la respuesta que se merecen.

Nada más. Muchas gracias.