Madrid
Señor presidente del Banco Central Europeo, excelentísimo y magnífico señor rector, autoridades civiles y académicas, señoras y señores, queridos amigos,
Son muy pocas las empresas humanas destinadas a perdurar más de un siglo y son aún más escasas las que traspasan el umbral de los cien años con la calidad, el prestigio y el éxito con que lo hace la Deusto Business School.
Yo quería, en primer lugar, felicitar a toda su comunidad académica por el centenario de esta institución; pero también quería felicitarles de corazón por otro motivo, también elocuente: ustedes no han tenido que esperar ni mucho menos cien años para que el nombre de Deusto en general, y de su célebre "Comercial" en particular, se convirtieran, dentro y fuera de España, en sinónimo de excelencia; en uno de los grandes semilleros de talento, no sólo de nuestro país, sino del conjunto de Europa.
Señoras y señores,
No hay ningún propósito, sea académico, empresarial o de cualquier otra índole, que pueda proyectarse en el tiempo de modo tan positivo si no está sustentado por unos principios y valores de gran solidez. Si buscamos la última razón del exitoso caminar de la Universidad y la Escuela de Negocios de Deusto, donde tenemos que acudir es precisamente a sus principios y valores.
Hablamos, como dijeron ya sus fundadores, de "la calidad y el rigor de la formación"; de la compatibilidad del estudio teórico con la vocación práctica y de la apuesta pionera por un estudio, el de los idiomas, que se reveló profético en su acierto. Y hablamos, también, del mantenimiento de una tradición y unas señas de identidad que han sabido, a lo largo de los años, sumarse a las coyunturas de vanguardia que definen cada tiempo: de la internacionalización al compromiso con la innovación, del apoyo al emprendimiento al impulso decidido por la digitalización.
Sin duda, abrazar la vanguardia del conocimiento ha llegado a convertirse, como vemos, en una de las señas de identidad de Deusto. Estamos ante el primer centro universitario de estudios empresariales de España. Pero uno de los mayores méritos de esta casa es justamente haber convertido estas señas de identidad en la clave de su éxito, y no hay nada que defina mejor la visión y la misión de esta Universidad que el énfasis en su visión humanista y la primacía de la ética como pauta de conducta de los directivos que aquí se forman.
Es así que la propia Deusto Business School ha logrado convertirse, por decirlo en el lenguaje propio de la empresa, en todo un "caso de éxito", porque la "Comercial", no sólo nos enseña que la apuesta más necesaria es la apuesta por el conocimiento y que la inversión con más retorno es la inversión en el saber, sino que también nos revela que ese conocimiento y ese saber, lejos de agotarse en sí mismos, cobran todo su sentido cuando se ponen al servicio de la sociedad.
Para encontrar ejemplos no hace falta irse muy lejos: cada nueva generación licenciada en Deusto nos ha ofrecido grandes líderes empresariales y eminencias académicas y, también, servidores públicos de primer nivel; hoy nos ha hablado aquí uno de ellos, Joaquín Almunia. Por esto quiero decir que tenemos, no sólo mucho que admirar en Deusto, sino también mucho que agradecer, porque en estos cien años esta casa ha vivido los mayores dramas y los mayores éxitos de la España contemporánea, sin dejar nunca de aportarnos la excelencia de sus mejores mentes, y porque, en todo lo que va de la Revolución Industrial en el País Vasco a la transformación digital de nuestro país, el "sello Deusto" nunca ha dejado de ser un activo para el progreso de España.
Por todos estos motivos, debo decirles que me siento muy honrado por su invitación a participar en este acto y quiero agradecer al claustro académico en su conjunto la oportunidad de dirigirles estas palabras. Lo hago tras haber escuchado a una de esas personas a las que, por su lucidez, conocimiento y experiencia, siempre hay que escuchar en Europa, Mario Draghi, a quien es un honor tener en España.
La lección magistral del presidente del Banco Central Europeo ha sido un privilegio para quienes admiramos en él la capacidad de ofrecer una síntesis inteligible de las encrucijadas que afronta la economía europea, y para todos aquellos que nos vemos confirmados en nuestro tradicional europeísmo español al calibrar la calidad de sus diagnósticos y propuestas de mejora.
Señoras y señores,
Con su permiso, voy a hacer algunos comentarios, muy breves y no profundos, sobre la situación de la economía española y lo que creo que debemos hacer aquí y en Europa en el futuro.
A nadie se le oculta que la crisis nos planteó a todos retos complicados y la primera responsabilidad a la hora de hacerles frente recae sobre cada país. Es a nivel nacional donde deben aplicarse políticas económicas que permitan corregir los desequilibrios. Hablamos, por un lado, de políticas de consolidación fiscal adecuadas, que devuelvan la certidumbre a los mercados y permitan recuperar la confianza, y, en paralelo, de una política ambiciosa de reformas estructurales, que asegure el buen funcionamiento de los mercados de bienes y servicios, y refuerce nuestra capacidad de competir en la economía global.
Así lo ha hecho España en los últimos años y hoy comprobamos los resultados: España está a la cabeza de la Unión Europea en crecimiento y creación de empleo, y ha recuperado con creces la confianza de los inversores y de los mercados financieros.
Pero este esfuerzo de reforma a nivel nacional es más exitoso si también hay un apoyo europeo. Eso es lo que, a juicio de muchos, Mario Draghi y el Banco Central Europeo han entendido. Las políticas que ha llevado a cabo el BCE en los últimos años han permitido mantener la confianza en la solidez del euro, aun en los momentos más complicados; y, en particular desde 2014, han contribuido de manera importante al crecimiento y a la creación de empleo.
En este sentido, no puedo sino agradecer la actuación determinante del Presidente Draghi. Su labor ha ayudado en la resolución de la crisis y así lo valora el Gobierno de España.
Amigas y amigos,
La Unión Económica y Monetaria ha superado una crisis sin precedentes, gracias al esfuerzo conjunto, como acabo de decir, de las instituciones y de los Estados miembros. Sin embargo, el euro aún tiene por delante importantes retos, por lo que todos debemos seguir trabajando en aras de consolidar, aún más si cabe, el proyecto europeo, fuente de bienestar para los ciudadanos. Lo afirmo desde el convencimiento personal y político, porque la participación de España en el proyecto europeo y su condición de miembro fundador del euro ha sido, sin duda, y a pesar de todas las dificultades, la clave de nuestra prosperidad pasada y presente, y también lo va a ser de la futura.
Por esta razón, no podemos desentendernos del futuro de la Unión Económica y Monetaria. Y ello de nuevo debe impulsarse a escala nacional y europea.
A nivel nacional, debemos mantener la política de consolidación fiscal y controlar el déficit público. Estamos hoy en un momento importante para dar un buen paso hacia delante, porque dentro de pocas fechas el Gobierno presentará en las Cortes Generales el techo de gasto y los objetivos de estabilidad presupuestaria y deuda pública para los próximos años. A su vez, es necesario que continuemos profundizando en las reformas y, por supuesto, es absolutamente imprescindible que nadie plantee ahora la derogación de reformas que han funcionado, como hemos escuchado esta mañana.
Señoras y señores,
La prioridad de mi Gobierno es, como todo el mundo sabe, consolidar el crecimiento económico y mantener los fuertes ritmos de creación de empleo. Creo firmemente que las reformas que hemos llevado a cabo en los últimos años en España han sido decisivas para dejar atrás la crisis y adentrarnos en la recuperación que hoy vivimos. Si hay algo que define esta etapa de Gobierno es la ambición reformista que la guía.
Pero a nivel europeo son también necesarias reformas estructurales, especialmente en el área euro. La crisis puso de manifiesto fallos en el diseño de la moneda única. El euro es el epicentro económico del proyecto europeo y la clave de bóveda del mercado único. Es necesario garantizar un euro sólido, que genere confianza, porque sólo si nos aseguramos de que la Unión Monetaria funciona adecuadamente sus beneficios llegarán a todos sus ciudadanos.
Para alcanzar esta meta, es capital que avancemos en la integración. Europa necesita más o, si se prefiere, mejor integración. Mi Gobierno tiene una idea clara de hacia dónde debemos ir y así lo he expresado en numerosas ocasiones ante mis colegas europeos.
Las economías del euro deben converger más. Esto pasa, en primer lugar, por fortalecer el mercado interior. En particular, España pone especial énfasis en las áreas de Unión de la Energía, Agenda Digital y Servicios. Se trata de elementos esenciales para asegurar la competitividad de nuestras economías y proyectarlas al futuro.
Pero es necesario ir un paso más allá. A largo plazo, la Unión Económica y Monetaria debe avanzar hacia una verdadera política fiscal europea, capaz de acompañar y acompasarse a la política monetaria única; una política fiscal que ha de contar con instrumentos comunes para hacer frente a dificultades económicas coyunturales de los Estados miembros.
Pero ello sólo puede tener lugar si nuestras economías se comportan de forma semejante y sus ciclos económicos están más acompasados. Ése debe ser el objetivo de la coordinación de las políticas económicas nacionales, siempre desde el respeto al principio de subsidiariedad.
Éstas son unas bases necesarias para nuestro objetivo común, hacer Europa, y no cualquier Europa: una Europa más integrada, más fuerte, más competitiva, y capaz de generar crecimiento, empleo y bienestar para sus ciudadanos que, al fin y a la postre, es de lo que se trata.
Señoras y señores,
Voy terminando. Ayer tuve la oportunidad de acudir a una entrega de premios concedidos a un privilegiado elenco de brillantes emprendedores, gente que rebosa talento y que son el mejor espejo de la España dinámica de nuestros días, y hoy tengo el honor de participar en un acto que da fe de las cotas de excelencia internacional alcanzadas por instituciones de tan honda raigambre como Deusto. Con apenas veinticuatro horas de diferencia, he sido, una vez más, privilegiado testigo de una suma positiva de talento y conocimiento que conforma una de las mejores propuestas de valor en el mundo de hoy.
España dispone de la mejor materia prima para convertir las incertidumbres en oportunidades y triunfar en los años cruciales que nos aguardan. Volvemos a sentir el vigoroso pulso propio de las últimas décadas, estamos en vías de suturar todas las heridas infligidas por la crisis en nuestro tejido vital y todo induce a pensar que, si mantenemos la buena dirección, estamos en disposición de llegar lejos.
Tenemos un relato creíble y un proyecto ilusionante para nuestros ciudadanos, llamamos a las puertas del futuro con unas credenciales ambiciosas y con la intención de contagiar esa ambición más allá de nuestras fronteras, y tenemos la voluntad de liderar, junto a nuestros socios, un proyecto común en el que España encontró hace años su verdadero lugar y con el que nunca va a dejar de estar comprometido ni va a dejar de ser solidario. Ocurren imprevistos, serios, complicados, difíciles de gestionar, pero nos recuperamos más fuertes que antes y miramos al futuro con orgullo y con la seguridad de que podemos ser los dueños de los acontecimientos.
Muchas gracias.